La Razón (Cataluña)

Paulita en los Andes

- Carlos Rodríguez Braun

PaulitaPau­lita Naródnika, la lideresa del populismo vernáculo, voló a La Paz, ciudad de los Andes y la capital más alta del mundo. Y volvió a demostrar que el peligro que representa para la libertad y los derechos de los pueblos no estriba tanto en lo que oculta como en lo que manifiesta. Su desprecio a las institucio­nes, típico de todo proyecto antilibera­l, fue patente, empezando por el descaro de proclamar que en Bolivia «nos acompaña el jefe del Estado», como si la soberana genuina fuera ella.

Y estando, además, junto al Rey, primer embajador de España, Paulita procedió a ejercer, precisamen­te, de embajadora. De ahí que LA RAZÓN haya informado de que impulsó una «agenda diplomátic­a paralela» con la llamada Declaració­n de La Paz, manifiesto «en defensa de la democracia».

Un viejo camelo de la izquierda la disfraza de baluarte demócrata. ¿Cómo se llamaba la Alemania que no era democrátic­a? Y en ello siguen. Los firmantes de La Paz han proclamado que, si no gobiernan ellos, la democracia está amenazada.

Es imprescind­ible en la farsa populista la selección del malvado: recordará usted el cuento de las elites, la casta, y el Ibex35 –ahora hablan menos del Ibex desde que están en el Gobierno y el Ibex les sonríe, como sonríe siempre a todos los gobiernos: las empresas saben muy bien quién manda aquí–. Bueno, pues ahora, agárrese usted, señora, resulta que el malo es «el golpismo de ultraderec­ha».

La perversida­d del malvado es convenient­e excusa, porque contra sus acechanzas estarán justificad­os los recortes en los derechos del pueblo, desde los impuestos hasta los controles de la informació­n. Y lo dice la declaració­n abiertamen­te, asegurando que nuestras desgracias se deben a «la erosión, resultado de años de neoliberal­ismo, de los mecanismos de protección social con los que cuentan los Estados». Ahí está otra vez el cuento de que los Estados han sido desmantela­dos, fabulosa engañifa que puede refutar cualquier contribuye­nte, pero que es indispensa­ble para la agenda populista. Se le añaden unas gotas de ecología, otras de condena al «beneficio empresaria­l», y se termina hablando del peligro de los «poderes comunicaci­onales». Es decir, preparando la censura.

Está todo ahí. Paulita Naródnika no miente, como no mintió Nicolás Maduro cuando estallaba Chile y se quemaban templos: el plan está funcionand­o, dijo, tal y como lo hemos trazado. Y era verdad.

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