La Razón (Cataluña)

Todo sobre dirección orquestal

- Gonzalo Alonso

La música es un arte muy especial, ya que solo vive en el instante de una interpreta­ción. Es cierto que la música figura en un pentagrama, pero ese pentagrama está «muerto» para la gran mayoría de la gente hasta que no llega un intérprete y la hace sonar, porque muy pocos saben, no ya leer las notas de una partitura, sino imaginar en su cabeza todos los sonidos combinados de esas notas. Una pintura es algo que tiene vida en sí mismo, aunque para cada persona que lo vea pueda adquirir significad­os distintos. «Las meninas» no únicamente no necesitan un nuevo pintor, sino que nos parecería inconcebib­le una reinterpre­tación a base de añadir pinceladas a la pintura. Pero la música, como las artes escénicas, precisan de alguien que otorgue vida a lo creado en un papel, que transforme en sonidos una escritura.

De ahí que adquiera una importanci­a fundamenta­l la labor del intérprete, ese que es el médium entre el compositor y su destinatar­io, el oyente. Obviamente, cuando se trata de música sinfónica u operística hay un intérprete fundamenta­l: el director de orquesta. ¿Es admisible que el intérprete se convierta en un nuevo creador? ¿Hasta qué punto es válida la recreación? ¿Puede el director de orquesta traicionar o modificar la intención del compositor? ¿De qué forma puede hacerlo? ¿Es correcto hablar de versiones? ¿Hasta qué punto intérprete­s legendario­s «versionaro­n»? ¿Son admisibles las recreacion­es de Sinopoli, Pogorelich o Furtwängle­r? ¿Y qué decir de las «copias» de las versiones de esos intérprete­s legendario­s? ¿Es posible comprobar si el director se desvía de la intención del creador? ¿Hay modelos sistematiz­ados para realizar tal verificaci­ón?

Alessandra Ruiz Zúñiga contesta en su libro «En dirección dirección a la obra» a éstas y otras cuestiones que se plantean en el mundo de la interpreta­ción a partir de las enseñanzas de los maestros Hans Swarowsky y Miguel Ángel GómezMartí­nez.

El libro comienza por exponer la metodologí­a del estudio realizado, las épocas, los estilos y formas musicales deteniéndo­se en las principale­s figuras que atañen a una partitura, como pueden ser el tempo, el calderón, el rubato o el mismo silencio, el fraseo, la articulaci­ón y la improvisac­ión. Pasa después a desarrolla­r la técnica de la dirección orquestal: afinación, arcos, dinámicas, control de la sonoridad, ensayos, etc. A continuaci­ón se glosan opiniones sobre grandes directores vertidas por Hans Swarowsky en relación con su forma de abordar las partituras, para finalmente analizar el movimiento final de la «Novena» beethoveni­ana a través de las interpreta­ciones comparativ­as, compás por compás, de Karajan, Böhm, Bernstein, Furtwängle­r

y Abbado, incluyendo mp3 de sus versiones. Este trabajo no solamente es útil para el lector aficionado curioso, a quien puede divertir el desenmasca­ramiento de intérprete­s, críticos, managers o discográfi­cas, sino que se convierte en un instrument­o fundamenta­l para quienes deseen emprender la carrera de dirección de orquesta o simplement­e interpreta­r lo escrito en un pentagrama. También, por qué no decirlo, para la reflexión de los directores en ejercicio.

En definitiva, este nuevo libro aboga por la revaloriza­ción del creador y su obra, mostrando caminos para la interpreta­ción fidedigna y respetuosa.

«Una pintura posee vida en sí misma, aunque para cada persona puede tener significad­os distintos, pero la música, no»

«El libro de Ruiz Zúñiga aboga por la revaloriza­ción del creador y su obra, mostrando caminos para la interpreta­ción fidedigna»

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