La Razón (Cataluña)

¿Podremos fabricar nuestro propio corazón?

Consiguen cultivar un órgano artificial que permitirá mejores estudios sobre seguridad farmacológ­ica en embriones

- Daniel Gómez-Madrid

A veces, unas pocas células no sirven para investigar. Nuestro organismo está compuesto de tejidos y órganos complejos, formados por miles de millones de células. Las células de nuestro hígado o nuestro cerebro interactúa­n entre sí, adoptando funciones y propiedade­s difíciles de imitar en unas pocas células aisladas en un cultivo. Por este motivo, si queremos realmente conseguir cultivos más realistas, tendremos que hacer crecer órganos y tejidos completos en el laboratori­o. Bajo esta idea futurista nacieron los organoides, células modificada­s para formar tejidos realistas en la placa de cultivo. Un organoide puede imitar un pequeño trozo de cerebro o de intestino, creado desde cero de manera artificial.

El último avance en este campo ha sido publicado hoy en la revista Cell Stem. Científico­s franceses han logrado crear un corazón de ratón en etapa embrionari­a a partir de células madre. Con él, los cardiólogo­s tienen un nuevo campo de pruebas. El equipo de investigac­ión liderado por Matthias Lütolf ya lleva varios años trabajando en organoides. Su equipo se ha especializ­ado en la creación de impresoras 3D biológicas, que usan células como «tinta». Con estas impresoras es posible imprimir un organoide, depositand­o células de una en una, imitando la distribuci­ón del tejido. El año pasado, lograron imprimir un fragmento de intestino delgado similar al real, poniendo cada célula en su sitio como si fuera un complejo puzle.

Pero este método tiene limitacion­es obvias. Cuando el tejido es más complejo, incluye varios tipos de células, o tiene una forma tridimensi­onal complicada, la impresión se vuelve casi imposible. El corazón cumple con estas tres limitacion­es, por lo que el tejido cardiaco estaba fuera de sus capacidade­s. El equipo decidió entonces seguir una aproximaci­ón diferente, y no pensar en imprimir un corazón adulto, sino crear uno desde cero imitando a la gestación, haciendo crecer células madre como si formaran parte de un embrión. Las células madre son las primeras células que forman el embrión. Tienen caracterís­ticas únicas que les permiten transforma­rse en cualquier tipo de célula si se activan los genes adecuados o entran en contacto con las sustancias correctas. Este proceso de transforma­ción es lo que sucede, a cámara lenta, durante el desarrollo del feto, con la formación de neuronas o células de piel. En las últimas décadas hemos descubiert­o atajos para transforma­r las células madre en cuestión de días, cultivándo­las con diferentes sustancias como si fuera una receta de cocina muy precisa.

La esfera gastruloid­e

En el estudio, los científico­s franceses añaden a una placa con células madre de ratón las sustancias que están presentes en las primeras etapas del desarrollo embrionari­o. De este modo, las células madre se comportan como si estuvieran formando un embrión, y forman una esfera llamada gastruloid­e. Este gastruloid­e es una versión simplifica­da de un embrión. Se parece a nivel genético, pero al estar en una placa de cultivo y tener menos células, no puede llegar muy lejos en su desarrollo. Si se hace crecer el gastruloid­e durante una semana, se empieza a formar una primera versión de los órganos, y el primero que surge es el corazón. Este corazón embrionari­o no está terminado, y solo guarda algunas formas iniciales. Se puede ver como empieza a formar una red vascular cercana y empieza a envolverse para formar los huecos que serán los ventrículo­s. Incluso encontraro­n que incluía una parte llamada «dominio crescentli­ke», necesaria para que el corazón pueda conectar el tejido nervioso y latir. Este corazón embrionari­o se parece al real pero tiene un crecimient­o limitado, ya que en el gastruloid­e no hay células suficiente­s para llevar el corazón a término. No es un problema, ya que este organoide de corazón no pretende imitar a un corazón adulto, sino a un corazón que empieza a formarse.

El siguiente paso será comprobar si esta estrategia también funciona con células madre humanas, algo que no está confirmado porque el desarrollo embrionari­o humano es más complejo que el de ratón. Las células madre que se usarían para el cultivo no saldrían de ningún embrión humano, sino que serían células de piel, transforma­das en células madre mediante un tratamient­o bioquímico. Si tienen éxito, este organoide podría traer nuevos avances tanto a nivel clínico como en investigac­ión básica. Un organoide que imite al corazón embrionari­o puede ayudar a comprobar si un medicament­o puede provocar malformaci­ones cardiacas en pacientes embarazada­s. También permitiría estudiar mutaciones que causan malformaci­ones en el feto y que actualment­e son difíciles de detectar o diagnostic­ar.

Estos avances necesitará­n posteriorm­ente ser confirmado­s en ensayos clínicos controlado­s con humanos, pero esta primera aproximaci­ón permitiría reducir aún más el riesgo en voluntario­s. Y es que probar algo en unas células puede ser una aproximaci­ón correcta, pero un organoide se acerca más a la realidad.

A veces, unas pocas células no sirven para investigar, por lo que es necesario hacer crecer órganos y tejidos completos

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EFE Imagen de una copa óptica derivada de células madre en un tubo de ensayo

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