La Razón (Cataluña)

LA MALDICIÓN DE LA MAYOR COLECCIÓN PRIVADA DE ESTATUAS QUE CONDENARON A LA SOLEDAD

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TresTres filas de bustos de mármol vigilan la estatua de bronce del general Germánico, padre de Calígula. Los observador­es parecen conformar desde su tribuna una especie de Senado. Entre los presentes están Marco Aurelio, Adriano y Septimio Severo, toda una alineación de lujo para dar la bienvenida al visitante. En realidad, es la primera vez que ocurre. Las figuras son parte del patrimonio de los Torlonia, que configurar­on la mayor colección privada de estatuas del mundo y nunca quisieron exponerla al público. Durante casi un siglo sus mármoles estuvieron alojados en el Museo Torlonia, un palacio construido por ellos mismos al que solo podían acceder visitas privadas. Hace dos semanas, los Museos Capitalino­s de Roma destaparon por primera vez para los plebeyos una selección de 93 obras, pero la pandemia obligó a cerrar y a devolver la colección maldita a su habitual ostracismo. Las autoridade­s han abierto un reducido pase para la Prensa, pero cuando el destino está en contra, no hay nada que hacer.

Los legítimos propietari­os nacieron de forma algo anacrónica. Las grandes fortunas de Roma se habían conformado durante el Renacimien­to, coincidien­do con el retorno de Aviñón de los papas y su inmediato esplendor. Mientras, en Francia existía una familia campesina de apellido Tourlonias, cuyo descendien­te Marin decidió viajar a Italia en el siglo XVIII. Comenzó trabajando como camarero de un cardenal, se casó e italianizó su nombre. Y, lo que son las cosas, un par de decenios más tarde su hijo pasó de tener un negocio de telas a prestar dinero a las tropas napoleónic­as, que se encontraba­n en Roma. Los Torlonia se transforma­ron en banqueros, se hicieron socios privilegia­dos de los Papas y, para impresiona­r, amasaron todo el arte a su alcance. Como buenos comerciant­es, excavaron en villas y compraron piezas a familias con problemas económicos. Así hasta acumular las famosas 620 estatuas que ya no había donde meter. Alessandro Torlonia, ya príncipe, construyó un museo a mediados del XIX en la Via de la Lungara de Roma, pero con el paso de los años las estatuas quedaron recluidas en sótanos polvorient­os a los que nadie podía acceder. Medio siglo más tarde, el Estado italiano consiguió llegar a un acuerdo con la familia, ahora en guerra por su herencia, para que la colección viera la luz. Ha costado cuatro años organizar la exposición, que debía ser el primer paso para una gira mundial y la construcci­ón de una sede permanente en la que quedaría expuesta, pero el coronaviru­s ha sido más caprichoso. Mientras, ahí están los bajorrelie­ves de los trabajos de Hércules esculpidos en intactos sepulcros, una cabra restaurada por Bernini y dos guerreros en posición de ataque esperando su oportunida­d. A la sombra, como están acostumbra­dos.

«Costó cuatro años organizar la exposición, pero el coronaviru­s ha sido más caprichoso»

 ??  ?? Varios de los bustos de la inmensa colección Torlonia que se exhibieron por primera vez pero que han vuelto al ostracismo por la pandemia
Varios de los bustos de la inmensa colección Torlonia que se exhibieron por primera vez pero que han vuelto al ostracismo por la pandemia

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