Una ceremonia sobria con acento español
Lady Gaga emociona a una nación en vilo con su himno y JLo reivindica la diversidad de EE UU con un grito en castellano
Washington despertaba con un silencio ensordecedor que poco hacía augurar el día histórico que se presentaba por delante: la celebración de la investidura más atípica de su historia y el relevo presidencial más tenso nunca antes vivido en el país. Donald Trump no quiso abandonar la Casa Blanca hasta el último momento. Fiel a su estilo, Trump se negó también a asistir a la ceremonia de investidura de su sucesor, así como a recibir, como manda la tradición, a los nuevos inquilinos. Trump tuvo que dejar la residencia presidencial antes del mediodía para evitar salir a pie. Tanto el helicóptero como el avión presidenciales quedarían a partir de esa hora, las 18:00 horas de la tarde en España, a disposición del presidente 46º. Y así fue. Entre fuertes medidas de seguridad por las amenazas, la ausencia de público por el coronavirus y con una lista de invitados más corta que nunca, Joe Biden juró su cargo como presidente.
Amy Klobuchar, fue la maestra de ceremonias. La senadora por Minesota fue ex rival de Joe Biden en las primarias demócratas, por lo que dar ese honor a una contrincante fue la primera declaración de intenciones de esta toma de posesión. Los primeros en llegar fueron los políticos del Congreso de EE UU, tras ellos entraron los ex presidentes invitados. Los Obama, los Clinton y los Bush tomaron asiento en el escenario del Capitolio. Uno de los invitados más esperados –pero más incómodos– fue el vicepresidente Mike Pence. Él único que venía de parte del presidente saliente, pues finalmente, su hija Ivanka tampoco se presentó. Después desfilaron los jueces del Tribunal Supremo, y tras ellos se anunció el nombre de la vicepresidenta Kamala Harris. Acompañada por su esposo, Douglas Emhoff. Fueron escoltados por el policía Eugene Goodman, alias «el héroe del Capitolio». El agente Goodman libró un encontronazo con la turba violenta que irrumpió en el simbólico edificio. Su valiente gesta en solitario logró evitar que los «trumpistas» violentos entrasen en una de las zonas donde se refugiaban los miembros de la Congreso y sus equipos. Ayer, se hizo público su ascenso a vicesargento y fue muy aplaudido por los presentes a la ceremonia. Quien también acaparó todos los focos fue Lady Gaga, encargada de cantar el himno nacional. Con un llamativo vestido hecho a medida lleno de detalles acorde con la gala, la artista neoyorquina tomó el microfóno dorado para entonar «La bandera estrellada». Lady Gaga fue una de las famosas que ayudó a recaudar fondos para Biden durante la campaña y hasta actuó en el último acto demócrata antes de las elecciones.
La hispana Jennifer López, nacida en Puerto Rico, protagonizó otra actuación musical. Encargada de interpretar «This Land Is Your Land», compuesta por Woody Guthrie y convertida ya en un himno nacional, patriótico y antifascista. Al llegar al final, la artista no pudo evitar gritar en español parte de la letra: «Una nación, bajo un Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos», entonó en español para la cantante hispanoamericana. Minutos después fue
El «héroe del Capitolio», el agente Eugene Goodman recién ascendido, escoltó a la vicepresidenta Harris
el turno del «Amazing Grace» cantado por Garth Brooks, ataviado con una vestimenta típica «country». Después de jurar sus respectivos cargos, llegó otro de los momentos más emotivos, protagonizados por la joven poeta Amanda Gorman, de 22 años, que tomó la palabra después del discurso de unidad de Biden para llamar igualmente a la «reconciliación». La afroamericana Gorman proclamó que el país había entrado en una «era de redención» y recordó que en Estados Unidos «siempre hay luz», incluso en los momentos más oscuros. Fueron unos cinco minutos de brillante poesía por parte de la escritora más joven en recitar un poema en una investidura.
Por el contrario, uno de los invitados más longevos, el demócrata Bernie Sanders, de 79 años, pareció que durante momentos se aburría y hasta aprovechó para entrecerrar los ojos en una ceremonia que él soñaba con que fuera la suya y, una vez más, no pudo ser para el senador por Vermont.
Lo sorprendente, o quizá gracias a las enormes medidas de seguridad es que finalmente no hubo ningún «trumpista» que estropease la función. Asimismo, durante el desfile presidencial hasta la Casa Blanca, Joe Biden pudo salir de la «Bestia», la limusina presidencial a prueba de bombas, para hacer la parte final del trayecto a pie junto a su mujer Jill y su familia. Un paseo que no estaba previsto en el programa por el clima de violencia y las amenazas a la seguridad y que finalmente se pudo dar.
Asimismo, antes de entrar en su futura residencia, Biden tuvo un último detalle, también cargado de simbología y ruptura con la etapa anterior. El nuevo presidente fue corriendo a saludar con los puños a los periodistas que cubrían su desfile. Nuevos aires, también para las «fake news» y para la prensa.
La ceremonia de investidura estuvo cargada de detalles y de guiños a las minorías de Estados Unidos