Rodeado por fieles del Papa Francisco
Lo que dice Joe Biden va a misa. Y a la inversa. No es postureo. Cada domingo participa en la eucaristía de su parroquia de Delaware. Espera no perder su rutina Washington. De momento, tal y como está el patio, sus asesores le han recomendado que se busque capellán para la Casa Blanca y evite escaparse a la iglesia de la manzana de al lado hasta que los ánimos y la pandemia escapen.
El segundo presidente católico de Estados Unidos después de Kennedy arrancó los fastos de su investidura de buena mañana en la catedral de San Mateo acompañado con un puñado de demócratas y republicanos, signo de unidad política, pero también ecuménica. Presidió la celebración el jesuita Kevin O’Brien, rector de la universidad de Santa Clara, y primer jesuita con cameo en la jornada inaugural. El segundo tendría su plano medio en el estrado exterior del Capitolio. Su íntimo amigo y emérito mandamás de Georgetown el padre Leo O’Donovan, bendeciría el reinado demócrata desde el estrado del Capitolio.
Con el visto bueno de su confesor, el nuevo presidente juró sobre la biblia de su padre –impresa en 1893–, un ejemplar que ha utilizado cada vez que ha asumido un cargo público. Y lleva unos cuantos. Y lo hizo de la mano del también primer presidente católico del Supremo norteamericano. Pistas de catolicidad. Pero no los únicos. Lady Gaga y Jennifer López también están bautizadas en la fe apostólica y romana. Y en la jornada previa, el homenaje a las víctimas del coronavirus ante Georg Washington lo dejó en manos de Wilton Gregory, el primer cardenal afroamericano, algo así como Martin Luther King al estilo Francisco.
Aun con estas pinceladas, Biden no se perfila como católico de salón que alardee de cumplir mandamientos de puertas para afuera con desconchones dentro. No es JFK. Con perdón. De hecho, no son ni una ni dos las veces que ha rechazado rendir cuentas de su fe en una conferencia. No porque considere que lo religioso tenga que guardarse en la esfera de lo privado, sino más bien porque no le gusta colocarse el primer banco para que todos le vean.
Aun así, los obispos le miran con lupa. No acaban de fiarse del demócrata, después de que se pusiera de perfil frente al aborto. Aunque Trump decía ser presbiteriano, en no pocas ocasiones quiso arrogarse para sí el favor de los vaticanistas, precisamente haciendo suyo el grito provida en el que titubeaba su rival. Se calcula que la fractura estadística en dos mitades de la sociedad norteamericana tuvo su réplica en las papeletas católicas. De lado del millonario, se quedaron quienes priman la doctrina moral, mientras que votaron a Biden los que ponen en primer plano la Doctrina Social de la Iglesia.