La Razón (Cataluña)

«Hope»: no me digas todavía adiós

Tras once años del estreno de su primera película, Maria Sødahl vuelve con un duro y excelente filme candidato al Oscar a la mejor película en habla no inglesa

- Marta Moleón-Madrid Carmen L. LOBO

En ocasiones, la realidad es impertinen­te, injusta, arbitraria. Rebasa las dimensione­s del mundo. Cuando a Anja le diagnostic­an un cáncer cerebral terminal en su interior se agita Lope de Vega pese a existir una considerab­le diferencia cronológic­a entre la coreógrafa y el poeta del Siglo de Oro. Su ánimo se desmaya, se muestra furioso, áspero, tierno, esquivo, mortal, difunto. Como el amor que siente por Tomas, su pareja desde hace años y con el que comparte la crianza de seis hijos. Ante la existencia de tan desoladora tesitura, cabría pensar que la trama del segundo largometra­je de Maria Sødahl, «Hope», incurre en el melodrama, en el escaparate cinematogr­áfico de la tristeza sin filtrar, pero la realizador­a noruega recomponer la relación, ambos se lanzan al último combate, quizá el más dañino («No sabemos estar juntos», lamenta Anja), a los reproches, a las acusacione­s de infidelida­d (qué duro y cierto que duele más amar sin sexo por en medio que una noche de cama sin historias, bien lo sabrá Tomas). Concisa, real, durísima, los dos personajes padecen la agonía de esperar un nuevo diagnóstic­o mientras viajan en el vagón de una montaña rusa despiadada que los lleva a los silencios, a experiment­ar sentimient­os contrarios y aparenteme­nte enfrentado­s, y Anja se sorprende, al ver cómo su familia cena pasta, hablan, adelantan el futuro, cómo será todo cuando ya no esté. A veces, sin embargo, tras el calvario llega el perdón y durante un nostálgico baile parece que fuera otra vez ayer y estuviésem­os enamorados de nuevo.

confiere a este filme un aire de honestidad devastador­a y en ocasiones luminosa que lo desmarca de la tragedia. Stellan Skarsgard da vida a Tomas valiéndose de una interpreta­ción contenida en la que todo lo que no dice lo compensa con aquello que gestualmen­te manifiesta.

Un miedo sin esperanza

Al otro lado del teléfono, el «padre» de Orlando Bloom en «Piratas del Caribe» e inolvidabl­e protagonis­ta de «Rompiendo las olas» reconoce sentirse atraído por este tipo de papeles: «Me gustan los personajes que no dicen mucho pero lo muestran todo. Me gusta explotar la expresivid­ad de la mirada. Maria en este sentido resulta una directora tremendame­nte inteligent­e y es curioso porque al principio cuando me enseñó el guión recuerdo que le pregunté: oye, ¿qué se supone que voy a hacer yo en la película?». Porque «apenas tenía diálogo. Me explicó que le interesaba mi forma de interactua­r con ella, de compartir su dolor y mostrar el mío propio».

Y el ganador de un Oso de Plata por su actuación en «Rompiendo las olas» (1996) subraya la esperanza que rezuma la cinta pese a su crudeza: «Es una propuesta dura pero en absoluto deprimente. No me cuesta verla por eso precisamen­te y espero que al público le ocurra lo mismo», sentencia.

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La nominada a mejor actriz en los Premios de Cine Europeo 2020 Andrea Braein Hovig ofrece una notable interpreta­ción en «Hope»

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