La Razón (Cataluña)

Mariana Pineda, vuelve la mártir liberal

Laia Marull encabeza una nueva aproximaci­ón a la obra de Lorca sobre este icono de la lucha en favor de la libertad

- Raúl Losánez

Símbolo español de la lucha contra el absolutism­o, la figura de Mariana Pineda trascendió, a través de romances y leyendas, el tiempo y los acontecimi­entos concretos que protagoniz­ó en vida. Casada a los 15 años, esta mujer de singular biografía, huérfana desde niña y tutelada por un pariente que se apropió de su herencia, era viuda y tenía dos hijos cuando contaba apenas 18. A esa edad ya se puede rastrear su adhesión a la causa liberal, pues se dedicaba por entonces a dar cobijo a los perseguido­s por Fernando VII tras la restauraci­ón de su reinado. A partir de ahí, fue frecuente su implicació­n

–demostrada en algunos casos y solamente conjeturad­a en otros– en ciertos episodios que marcaron la lucha entre realistas y liberales.

Pineda ayudó a huir de la cárcel, por ejemplo, a un primo suyo, el militar Álvarez de Sotomayor Ramírez; y pudo incluso estar relacionad­a –o así lo entendiero­n las autoridade­s– con el levantamie­nto que preparaban los generales José María Torrijos y Francisco Espoz y Mina. Fue por este motivo por el que se ordenó su detención y su posterior ejecución, basadas, según parece, en pruebas que fueron falseadas por el alcalde, Ramón Pedrosa. Entre ellas, la famosa bandera que se supone que estaba bordando en el momento de la detención y cuyo fin era «servir de señal o alarma a un gobierno revolucion­ario».

Aquel ajusticiam­iento a garrote vil en 1831 no hizo sino convertir a Mariana Pineda en mártir de la causa liberal y engrandece­r hasta nuestros días su mito, adornado en el imaginario colectivo con amoríos, rasgos concretos de su carácter y conviccion­es ideológica­s que quizá no hayan sido del todo demostrada­s. Y a ese engrandeci­miento contribuyó también, en buena medida, Federico García Lorca. Siempre atento y eficaz para explorar literaria y teatralmen­te el destino trágico del ser humano en determinad­os entramados sociales, el poeta granadino se inspiró en la vida de su paisana para escribir su particular «Mariana Pineda», una obra estrenada por primera vez en 1927 con Margarita Xirgu como protagonis­ta y con una escenograf­ía firmada por Salvador Dalí.

El texto, menos representa­do en la actualidad que otros de su autor, vuelve a cobrar vida ahora en los escenarios de la mano de Javier Hernández-Simón. Para el director, esta es «una obra que habla sobre la coherencia con las ideas, la integridad y la convicción»; y considera por ello que tiene una vigencia plena en estos momentos: «Creo que es muy oportuna ponerla en pie. En estos tiempos de la posverdad, en que tanto se traicionan las conviccion­es propias por buscar una cierta comodidad, y en que cambiamos de ideología según la necesidad, la función nos habla de una mujer que actúa realmente en consonanci­a con sus ideales, con lo que ella piensa».

Desde luego, no hay duda de la potencia del personaje de Lorca. Más difícil sería dirimir si el idealismo del personaje venía ya de serie, impreso en la Mariana Pineda histórica, o es el resultado de la ficcionali­zación llevada a cabo por el autor para cons

truir un arquetipo teatral, lo cual sería igualmente legítimo, y aun convenient­e, desde el punto de vista puramente artístico. Hernández-Simón piensa que la realidad, en este caso, no debió de distar mucho de la ficción: «Es verdad que Lorca introduce modificaci­ones con respecto a los hechos y datos –explica-, pero en lo que concierne al personaje, lo que hace es, ante todo, esencializ­arlo. Lorca, obviamente, le da una dimensión mítica, pero yo sí pienso que la persona real que fue Mariana Pineda está a la altura del personaje que él crea».

Con «absoluto respeto»

El propio director se ha ocupado de realizar la nueva versión para la escena de este montaje, y lo ha hecho, asegura, «desde el más absoluto respeto»: «No hay una sola palabra que no sea de Lorca», añade. «Hemos suprimido alguna escena, cambiado alguna otra de orden e incluido poemas suyos que servían muy bien para explicar esa idea de búsqueda de la libertad que aborda la obra, aunque somos bastante fieles al texto original», señala Hernández-Simón. Manteniend­o un vestuario historicis­ta, que permite situar la acción en el siglo XIX, el director ha concebido su propuesta, en lo que atañe al resto de elementos escénicos, «tratando de ir a lo esencial de la historia que estamos contando». Una historia que bien podrá permitir el lucimiento, en el papel protagonis­ta, de la barcelones­a Laia Marull, una actriz muy admirada en los círculos teatrales a la que el público de Madrid, sin embargo, no puede ver en tantas ocasiones como le gustaría. «Para mí es un privilegio trabajar con una actriz –reconoce Hernández-Simón–, que, por un lado, está tocada por los dioses para el teatro, y que, por otro, se acerca a los proyectos y a sus compañeros con un rigor, un esfuerzo y una generosida­d admirables». Junto a Marull, e igualmente ponderados por un director que se siente «orgulloso de todos», conforman el elenco Álex Gadea, Óscar Zafra, Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Sara Cifuentes, Fernando Huesca y José Fernández.

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MARCOSGPUN­TO
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Laia Marull llenará el escenario principal del Teatro Español con su personaje

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