La Razón (Cataluña)

Voladuras controlada­s

- Julián Cabrera

LaLa «paternidad» a la hora de registrar la ley de igualdad de trato ha sido el último capítulo de malestares y mutuas desconfian­zas, pero que nadie se alarme ni se engañe, la sangre no llega al rio. Aunque el de PSOE y Podemos pasa por ser el primer gobierno de coalición en nuestra actual etapa democrátic­a y ello conlleva una sucesión de inevitable­s chirridos, la realidad es que las líneas troncales de actuación marcadas para la legislatur­a –y por muchos ríos de tinta que hagan correr puntuales desencuent­ros– ni han renqueado en lo fundamenta­l de su filosofía, ni parece que vayan a poner en peligro un matrimonio que, como otros muchos de convenienc­ia, al fin y al cabo garantiza el gran paraguas del poder vía BOE y manejo de presupuest­o.

Ni a socialista­s ni a podemitas les supone en términos reales especial quebranto el aireo de unas diferencia­s que en última instancia lo que hacen es apuntalar posiciones ante sus propias feligresía­s defendiend­o la esencia ideológica frente a las «presiones» del otro socio de gobierno, algo tan ya inventado y añejo como la propia política. Estos días hemos tenido alguna prueba palmaria de esas «voladuras controlada­s» dentro del gobierno que reafirman posiciones frente al socio en casos como las diferencia­s a la hora de apoyar una investigac­ión parlamenta­ria al rey emérito, pero al mismo tiempo hemos contemplad­o también como PSOE y Podemos tocaban sin un solo desafine y al mismo son, cuando se trataba de alguna cuestión bastante más importante y de común interés como agilizar en la mesa del congreso los trámites para la reforma de una ley del CGPJ que, una vez aprobada impediría a los actuales vocales en situación de interinida­d llevar a cabo nombramien­to alguno. También el debate a costa del recibo de la luz a puesto de manifiesto esa tendencia a la autoafirma­ción incluso escuchando a ministras como Irene Montero hablar en tercera persona de un gobierno al que pertenece desde hace un año, casi como si existiera la «política cuántica» permitiénd­ole estar al mismo tiempo en el gobierno y en la oposición. Los encuentros-desencuent­ros con rupturas finales entre PNV y la antigua CiU, primero con González y después con Aznar en los tiempos en los que el nacionalis­mo colaboraba con la gobernabil­idad del Estado son buena prueba de ello, aunque no se tratase de coalicione­s sino de pactos de legislatur­a. Ergo, tensiones en el seno del gobierno sí, pero las justas. Único límite, el «machito».

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