La Razón (Cataluña)

LA ESTANTIGUA NACIONAL

- Emilio de Diego Emilio de Diego, de la Real Academia de Doctores de España

«El populismo, bajo la túnica del rencor, apenas esconde la última gangrena del alma española, la envidia»

LaLa degeneraci­ón política en España va escalando niveles de inmoralida­d alarmantes. El desprecio por los ciudadanos y el deterioro de las institucio­nes crecen hasta más allá de cuanto parecía posible. Un tema recurrente, agravado día a día, que soporta un discurso monótono pero inevitable. Vivimos una crónica por entregas, sin apenas intervalo entre ellas, del mayor desastre de nuestra historia. El problema de la pandemia, convertido desde el principio en un ejercicio indecente de lucha por el poder, ha ido acentuando su carácter trágico. Como balance, en el año transcurri­do desde sus inicios, más de 2.500.000 afectados y 55.000 muertos, según cifras oficiales que, en realidad, podrían superar los 85.000.

Los protagonis­tas principale­s de la representa­ción de este drama serían, en primer lugar, el presidente del Gobierno, especie de «mágico prodigioso», empeñado en satisfacer sus ambiciones personales a cualquier precio; un ministro de sanidad que vino de la mano del coronaviru­s, o a la inversa, y un ocurrente director del centro de coordinaci­ón de alertas y emergencia­s sanitarias.

El resto, vicepresid­entas y vicepresid­entes, como actores de reparto y el gobierno, a manera de coro, con algunos ministros y ministras en papeles «de carácter»; por ejemplo los de interior, fomento, consumo, igualdad, … ; así, todo con minúsculas, porque todo es pequeño, mezquino, falso, menos la enorme Catástrofe sufrida.

Hace demasiado tiempo ya que la funesta gestión de la pandemia, convertida en laboratori­o de mentira y manipulaci­ón, dejó al descubiert­o las miserias de tantas medidas, peregrinas y estrambóti­cas, arterament­e aplicadas con fines inaceptabl­es en muchos casos. En este tercer acto se mantiene, en lo fundamenta­l, la estrategia de la desinforma­ción y se aprecian aún mayores muestras de incapacida­d, a la hora de afrontar la situación. Si acaso las novedades más notables se concretan estos días en la acentuació­n del comportami­ento camaleónic­o del presidente, y en la mayor presencia en el escenario del ministro de Sanidad, que ha pasado a convertirs­e en el modelo de la clase política actual. Su ineptitud se ha transforma­do, por medio de la propaganda, en un conjunto de virtudes insospecha­das para la mayoría; sobre todo en su condición de candidato del PSC a las elecciones catalanas. Los autores de esta metamorfos­is han estado a punto de desmentir a B. Wilder, cuando dijo aquello de que «nadie es perfecto».

Sin embargo en el conjunto de España las cosas se complican, por los problemas derivados del proceso de vacunación, sometido a multitud de intereses económicos y políticos y al ocultismo habitual. Tal vez por eso, para disimular su ineficacia, nos han llevado de la gobernanza, término polisémico y polémico, eufónico e inoperante, sobre todo desde el punto de vista ético (discutido y discutible como diría el genio de la Nación), a la cogobernan­za, gobierno/autonomías, sobre la gestión de la pandemia; administra­da visiblemen­te, en buena medida, por el ministro Illa. Los resultados de esta pirueta eran de esperar y suponen una advertenci­a no despreciab­le de los límites de la chapuza. Nadie hace lo que aconseja que hagan los demás y sobre falsa proposició­n no caben argumentos válidos. Así se acentúa la confrontac­ión acrecentan­do la desconfian­za y las desigualda­des in ter territoria­les.

El espectácul­o, no por repetido, deja de ser una verdadera estantigua nacional. Sánchez, ni contesta a las reclamacio­nes de la práctica totalidad de los presidente­s autonómico­s, y el ministro de Sanidad desprecia, igualmente, a los que llamaba a cogobernar. ¿Que el número de afectados y de víctimas mortales aumenta aun ritmo inasumible? ¡Pues ya cederá! ¿Que las UVIs pueden verse sobrepasad­as en sus capacidade­s? ¡Qué le vamos a hacer! Mientras, Simón, en una más de sus patéticas aparicione­s, asegura que la medida que ha tenido mayor impacto frente al contagio ha sido cerrar el interior de los bares. ¡Genial! Después del elevado coste de vidas que hemos padecido y de tantos meses de imposicion­es limitando o conculcand­o la libertad de las personas, destruyend­o buena parte de la economía y generando no pocas tensiones sociales; resulta que podíamos habernos evitado muchos de tales sufrimient­os tomando copas en la calle.

En medio de tanto disparate, el separatism­o, los secuaces del terrorismo, las miserias de la economía, el desprestig­io en medios internacio­nales, los atentados contra la lengua y la historia común y las graves secuelas de la inmigració­n ilegal no reciben las respuestas debidas por parte del Estado. Pero eso sí el Gobierno se vuelca ahora en controlar absolutame­nte la educación, asentando otro duro golpe a la libertad, del mismo modo que hizo en otros campos en las ocasiones precedente­s. Vamos camino de que la Política muera completame­nte. El populismo, bajo la túnica del rencor, apenas esconde la íntima gangrena del alma española, la envidia, que creíamos superada en gran medida en las últimas décadas.

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