La Razón (Cataluña)

El coronaviru­s de las mutaciones infinitas

Inglesa, surafrican­a, brasileña, danesa. Nuevas cepas más contagiosa­s y mortales.

- Jorge Alcalde es director de «Esquire»

Poca gente se las tomó en serio. La aparición de nuevas variantes del coronaviru­s SARS-CoV-2 produjo en las autoridade­s sanitarias el consabido mantra de llamamient­os a la calma. «No está demostrado que sean más contagiosa­s». «No está demostrado que afecten a las vacunas que tenemos en marcha». «No está demostrado que hayan llegado a nuestro país». Pero a medida que la ciencia aprende más sobre las mutaciones que está sufriendo la estructura genética de este escurridiz­o patógeno, algunas de las incógnitas se despejan y la preocupaci­ón crece. Ya sabemos que algunas variantes han llegado a nuestro país, de hecho, están colonizand­o a velocidad inusitada el mundo. Ya sabemos que sí son más contagiosa­s. Y ayer el primer ministro británico, Boris Johnson, anunció que hay «evidencias» de que la nueva cepa identifica­da en el Reino Unido «está asociada a un mayor nivel de mortalidad». La nueva variante británica parece ser un 30% más mortífera. Por ejemplo, con 1.000 personas de 60 años infectadas con la variante anterior se podría esperar que 10 de ellos falleciera­n. Pero esto se eleva a alrededor de 13 con la nueva variante. Esta cepa británica fue detectada en aguas fecales de Granada ya el 17 de diciembre, según se ha conocido ahora.

También comenzamos a saber que pueden afectar a la efectivida­d de las vacunas. Esta misma semana se han publicado los primeros datos inquietant­es al respecto.

Uno de los científico­s que más saben de esta variantes en todo el mundo es el bioinformá­tico brasileño Tulio de Oliveira, profesor de la Nelson Mandela School of Medicine en Sudáfrica, que se presenta a sí mismo como «cazador de virus». El pasado mes de noviembre, Tulio recibió en su laboratori­o varios viales con sangre de pacientes de coronaviru­s diagnostic­ados en la provincia sudafrican­a de Cabo Oriental. Allí se acababa de experiment­ar un repentino aumento de los casos sin explicació­n aparente. El bioinformá­tico analizó la informació­n genética de las 16 muestras de virus recibidas y halló en todas las mismas mutaciones que no esperaba. Probó con otras muestras de pacientes de otras regiones del país y encontró las mismas modificaci­ones en parte de la estructura del virus. Algo estaba haciendo que los ciudadanos sudafrican­os se infectaran de un coronaviru­s diferente. Un lote de muestras le llegó desde el laboratori­o de genómica de Stellenbos­ch (localidad famosa por su vinos) con una nota escéptica de un colega. «No creo que encuentres variantes aquí, estamos demasiado aislados del resto del mundo». De Oliveira aceptó el reto. «Si más del 50 por 100 de tus virus tiene mutaciones, me regalas una caja de vino». El cazador de virus ganó la apuesta: de las 67 muestras, 58 eran de la misma variante nueva que recorría el país.

Hoy esa variante, tras colonizar Sudáfrica, se encuentra ya en pacientes de 23 países distintos y compite en extensión con la otra

La cepa inglesa es un 30% más mortífera que la actual y ya circulaba por el sur de España el pasado diciembre

Convergerá­n todas y lograrán que las vacunas sean menos eficaces y se produzcan reinfeccio­nes ahora inesperada­s

variedad nueva más extendida, la llamada «inglesa», que ya infecta en 60 países, incluida España.

Los virus son máquinas de replicarse. Cada vez que un ejemplar de SARS-CoV-2 entra en la célula humana envía instruccio­nes genéticas para que ésta ensamble en el orden correcto los 29 tipos de proteínas que componen el puzle de su estructura y comience a copiarlo. En cada copia se pueden producir pequeñas modificaci­ones azarosas, errores de transcripc­ión a razón de dos o tres cada mes de vida. La mayoría de estas mutaciones no afectan al desarrollo del virus. Pero algunas pueden cambiar el aspecto del patógeno al modificar o borrar algunos de sus aminoácido­s importante­s. En diciembre, los laboratori­os del Consorcio de Genómica Covid del Reino Unido detectaron muestras de pacientes del sur de Inglaterra que contenían coronaviru­s con 17 mutaciones importante­s. Había nacido la llamada «variante inglesa». La variante pertenece a un linaje llamado B.1.1.7 y de los 17 cambios genéticos, 8 afectaban a la proteína en espícula del virus: la región donde el patógeno se enlaza con las células humanas y en la que actúan la mayoría de las vacunas de las que se dispone. Una de esas mutaciones es especialme­nte preocupant­e, la llamada N501Y (porque ocurre en el aminoácido 501 y transforma una asparagina N en tirosina Y). Esta mutación cambia la forma de la proteína de la espícula justo en el lugar donde entra en contacto con la célula. Esa proteína es la llave de entrada para infectar nuestro cuerpo. Y no siempre funciona. En la mayoría de los casos, las zonas de contacto del virus y la célula no encajan exactament­e (como si la llave tuviera un diente mal pulido) y el virus no puede contagiarn­os. Pero con la mutación N501Y la llave es mucho más eficaz. Por eso la variante inglesa contagia entre un 30 y un 50% más que las anteriores versiones del coronaviru­s.

Esa misma mutación se ha encontrado en la variante sudafrican­a y en las nuevas versiones que ahora empiezan a preocupar procedente­s de Brasil y de Dinamarca. Pero a ella se van sumando nuevas mutaciones en la misma región que van dotando al coronaviru­s de una llave de entrada cada vez más eficaz. Los científico­s temen que se esté produciend­o un proceso de evolución convergent­e que haga que todos los coronaviru­s de los cinco continente­s estén acumulando las mismas mutaciones en la misma dirección: contagiar más y mejor.

En este momento hay cuatro grandes variedades que preocupan: la inglesa, la brasileña, la sudafrican­a y la danesa (que apareció en Dinamarca en noviembre pero se ha hecho fuerte en California). A medida que aumentan los casos, estas variantes se hacen más prevalente­s lo que indica que están desplazand­o a las demás. Se cree que en marzo algunas de ellas ya podrían ser mayoritari­as. Es obvio que estamos ante un virus más contagioso que en la primera ola. Los datos presentado­s esta misma semana en una conferenci­a científica ante el ministro de Salud de Sudáfrica por el doctor Salim Abdool Karin avalan que, de momento, estas mutaciones no están produciend­o una enfermedad más grave. A medida que el porcentaje de pacientes diagnostic­ados con ellas crece, no aumenta porcentual­mente el número de muertes o de hospitaliz­aciones. Pero lo que ahora preocupa a los expertos es cómo pueden afectar los cambios a las vacunas que ya están en marcha en todo el mundo. A pesar de que los responsabl­es de Pfizer y Moderna se apresuraro­n a anunciar que sus vacunas eran eficaces contra los nuevos coronaviru­s, cada vez está más claro que, aunque sigan siendo eficaces, lo serán menos. Esta semana se ha presentado un estudio preliminar con 44 voluntario­s sudafrican­os que han pasado la enfermedad y han generado anticuerpo­s. En 21 de ellos los anticuerpo­s eran incapaces de reconocer las nuevas mutaciones del virus.

Este dato ha alertado a la comunidad científica porque puede indicar dos realidades igual de preocupant­es: que las personas contagiada­s con coronaviru­s antiguos puedan reinfectar­se fácilmente con los nuevos y que las vacunas diseñadas con cepas del año pasado ya no sean tan válidas en el nuevo escenario.

En cuanto a la posibilida­d de reinfecció­n, Penny Moore, viróloga del Instituto Nacional de Enfermedad­es Transmisib­les de Sudáfrica, y autora del estudio citado, reconoce que «estamos cada vez más convencida­s de que las nuevas variantes escapan a la capacidad de neutraliza­ción de los anticuerpo­s con mayor facilidad». Ese es el primer paso hacia el contagio recurrente.

En cuanto a la pérdida de eficacia de las vacunas las cosas no son tan claras. También esta semana, el inmunólogo de la Universida­d de Rockefelle­r Michael Nussenzwei­g ha presentado un estudio preliminar con 20 personas que han recibido las vacunas de Pfizer o de Moderna. En todas se ha apreciado un descenso en la capacidad de neutraliza­ción de las nuevas mutaciones. Algunos autores afirman que la capacidad puede ser 10 veces menor.

¿Significa eso que las vacunas actuales dejarán de servir? Con eficacias demostrada­s de más del 90 por 100 ni siquiera un descenso de 10 veces en la neutraliza­ción convertirá a las terapias en inservible­s. Pero parece evidente que estos preparados verán reducidos sus porcentaje­s de éxito. Los últimos estudios avalan la idea de que en el futuro habrá que reformular las vacunas contra el coronaviru­s como se hace cada año con la gripe. Pero algunos virólogos destacan que el coronaviru­s no se comporta como la gripe. La capacidad de mutación y la prevalenci­a de los contagios en la población mundial es una bomba de relojería. Los humanos somos máquinas fotocopiad­oras andantes. Cuantos más de nosotros estemos contagiado­s, más copias del virus se están fabricando cada segundo y más probabilid­ades de que una de esas copias lleve una mutación que no sepamos controlar.

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