En busca del placer femenino según D. H. Lawrence
La provocadora autora Catherine Millet analiza el minucioso estudio sexual sobre el deseo femenino que llevó a cabo este autor
Era inevitable que la responsable de «La vida sexual de Catherine M.» revisara la obra del autor de «El amante de Lady Chatterley», no solo por el tratamiento descriptivo y preciso del acto sexual y los comportamientos eróticos desde el punto de vista de la mujer, sino por su capacidad para interpretar la psique femenina. No se trata solo de las sensaciones físicas, también de los pensamientos más personales que están reflejados como únicamente una mujer puede experimentarlos. «Algo que Lawrence no pudo hacer sino interrogando a las mujeres que lo rodeaban».
A decir de la narradora, no escribió obras eróticas, sino que supo evocar de modo hedonista el
placer respondiendo a los fantasmas y alimentando los propios deseos. Escribía para comprender y procedió con una metodología clara: aborda la insatisfacción para luego detenerse en la plenitud de los sentidos. Antes de Lawrence se hablaba del placer revistiéndolo de metáforas, pero él supo llegar la cuestión desde la intimidad. Supo revelar las dificultades de las mujeres brillantes a la hora de entregarse al erotismo. El amor es un sometimiento, y una fémina que se encuentra en una situación social de afirmación de su personalidad puede vivir de manera muy contradictoria ese sentimiento de entrega, ya que teme la pérdida de su autonomía por un altísimo precio.
Inventarios de mujeres
Esa contradicción revelada por el autor de «El amante de Lady Chatterley», según Millet, sigue teniendo vigencia hoy. Sorprende en Lawrence, según estas páginas, la falta del punto de vista masculino en tanto que no hay descripción del orgasmo experimentado por Mellors, el amante de la protagonista, y eso lo relaciona con el hecho de que el verdadero tema del novelista no era otro que las mujeres. En particular, las que él frecuentaba, pues tuvo infinidad de amigas que vivían de la literatura y sus narraciones bebieron de la emergencia de ellas en la vida social, con sus reivindicaciones profesionales, políticas y eróticas. Para escribir este libro Millet estudió durante años las novelas, las poesías, los ensayos y la correspondencia de D.H. Lawrence, hasta descubrir lo que plasma aquí: que se trata de uno de los más vastos inventarios de figuras femeninas y uno de los más escrupulosos observatorios de los comportamientos de las mujeres de la historia de la literatura. Según la autora, un siglo después, no hay mucho nuevo bajo el sol... pues los buenos amantes son escasos. Si es así, siempre nos quedará Lawrence.