Cuando Scottland Yard patrullaba en La India
Esta obra, con reminiscencias de la serie de Sherlock Holmes, es un muy entretenido policiaco ambientado en la Calcuta colonial
De los detectives de serie negra clásicos, de Dupin al famoso y cinematográfico Philip Marlow, se pasó a los investigadores mediterráneos gourmets y a la eclosión nórdica. Fruto de semejante diseminación ha sido la aparición de numerosos subgéneros, los que van desde la intriga doméstica hasta el rural noir. Y, en paralelo, una rama de la novela histórica detectivesca que abarca el antiguo Egipto, la Roma Imperial, los conventos medievales y la Alemania nazi.
En estos últimos años se han puesto de moda los detectives exóticos. El más famoso de todos ellos es el mongol Yeruldelgger, pero no faltan japoneses y cubanos. En los trópicos encontramos al capitán Sam Wyndham de Scottland Yard, trasladado a Calcuta, donde investiga el asesinato de
un alto funcionario inglés en la capital bengalí en 1919. En su peripecia le ayuda el sargento Banerjee, que hace de contrapunto local a modo de un Sancho Panza que aconseja con la eterna prudencia asiática al detective británico, enganchado al opio igual que Sherlock Holmes lo estuvo a la morfina. Su creador es un londinense de origen indio, Abir Mukherjee, que conoce la Calcuta colonial por los viajes y los recuerdos de sus padres. El resultado es una canónica novela negra estilo «wudonit» donde la investigación criminal se mezcla con la turbulencia revolucionaria del independentismo indio. Una intriga histórica de aventuras y acción escrita con maestría. La otra cara de Kipling, recreada como nostalgia de lo nunca vivido.