La Razón (Cataluña)

El valor refugio de Querejeta

ABELARDO FERNÁNDEZ ENTRENADOR DEL ALAVÉS Igual que hizo hace tres años, el Alavés se ha encomendad­o al técnico asturiano para amarrar la permanenci­a

- POR LUCAS HAURIE

Abelardo pertenece a esa generación de entrenador­es, igual que Sergio y Francisco o que su compadre que Luis Enrique, que carece de apellidos porque ya vivió como futbolista la era de las camisetas personaliz­adas. ¿Qué venden un Fernández, un González, un Rodríguez y Martínez encima de un dorsal? Esta amputación del patronímic­o común resalta en los políticos el apellido materno (Ayuso sin Díaz y Rubalcaba sin Pérez, por ejemplo), pero en el deporte deja reinar al nombre de pila, sobre todo cuando es tan sonoro como Abelardo, «príncipe fuerte» según la etimología. En las quinielas que ya arrecian para suplir al coronavíri­co Zidane, sin ir más lejos en caso de derrota esta noche en Mendizorro­za, aparecen otros ex jugadores sin apellidar como Raúl y Guti.

Camino de la cincuenten­a, Abelardo ya sabe que su tercera etapa en el Alavés, la segunda como entrenador, ha empezado torcida: una eliminació­n con goleada estrepitos­a en la Copa (5-0 en Almería) y una derrota casera frente al Sevilla han jalonado su primera semana en un cargo en el que suplió a Pablo Machín por segunda vez en trece meses. No deben ser superstici­osos en

Vitoria, por idéntica sucesión de entrenador­es implementó el Espanyol en diciembre de 2019 sin que ello impidiese el segundazo. En una especie de ruta por la adustez, los clubes se transitan de la expresión funeraria del soriano al rostro marmóreo del asturiano y el resultado, vista la experienci­a, es que las aficiones truecan los cánticos de animación por el gorigori.

Al borde de la zona de descenso, el Deportivo Alavés ha optado por la opción segura, igual que hace tres temporadas. Tras un arranque de campaña aterrador con dos experiment­os en el banquillo como el argentino Zubeldia y el italiano De Biasi (seis puntos en trece jornadas), Abelardo agarró al equipo en la penúltima plaza y lo condujo hasta una plácida permanenci­a que repitió en la temporada 17/18, en la que dejó a los vitorianos a tres puntos de Europa, una pequeña gesta que no le valió la renovación porque el deseo de crecimient­o de la mano de Asier Garitano, que ni siquiera acabó el curso porque fue Muñiz quien firmó la agónica salvación en las cuatro últimas jornadas.

Puede que Abelardo y Josean Querejeta, el gurú del deporte alavés que maneja los destinos del Baskonia y del «Glorioso», sean dos de esos caracteres fuertes condenados a entenderse a su pesar. Dieciocho meses después de una separación tormentosa –el dirigente le reprochaba pedir un sueldo astronómic­o y el entrenador se quejaba de la tacañería de la entidad–, ambos han vuelto a juntarse ante la evidencia de que no les va bien a ninguno el ir cada cual por su camino.

La misión de Abelardo es, por consiguien­te, evitar vivir un segundo segundo descenso con el Alavés, donde tuvo una amarga despedida como futbolista profesiona­l en la temporada 2002/03, cuando llegó desde el Barcelona para reforzar una plantilla que aún rezumaba poso ganador (Geli, Astudillo, Dutruel, Téllez, Jordi Cruyff, Ilie...), pero terminó en Segunda. Vitoria se encomienda a la Virgen Blanca y al entrenador sin apellido.

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EFE Abelardo da instruccio­nes desde el área técnica en el partido contra el Sevilla

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