La Razón (Cataluña)

La picaresca nacional

- Francisco Marhuenda

UnoUno de los momentos cumbre de la historia de la cultura universal, no solo española como es evidente, es el Siglo de Oro. España realizó una labor extraordin­aria de difusión cultural y cristianiz­ación que hace que nos tengamos que sentir orgullosos. Es cierto que hubo algunos excesos en los inicios de la colonizaci­ón de las Américas, pero nada que ver con los horrores y la opresión que sufrían sus habitantes de manos de los brutales y crueles aztecas o incas. Y fuimos, por supuesto, más integrador­es y respetuoso­s con los derechos humanos, por citar algunos ejemplos, que los británicos en el norte de América, la India y otras colonias o los belgas en el Congo. Es cierto que nuestros enemigos extendiero­n las mentiras de la Leyenda Negra, que ha sido abrazada con inusitado fervor por los historiado­res marxistas, y algunos que no lo son, así como los pseudohist­oriadores que confunden la labor académica con el activismo político. El subgénero literario de la novela picaresca es de una calidad e interés extraordin­ario que ha influido decisivame­nte en numerosos escritores desde entonces. El pícaro no fue un personaje inventado, sino que existía entonces y sigue existiendo actualment­e. Hay muchos pícaros que no se sienten llamados como tales, pero que los encontramo­s en las empresas, la política y la vida personal. Es cierto que leíamos en aquellos clásicos de antaño algo que despertaba­n una cierta simpatía. En cambio, algunos caraduras actuales son personajes deleznable­s. Entre ellos podemos incluir a los defraudado­res, no me refiero a los que cometen errores o sufren la voracidad de Hacienda en las interpreta­ciones de las normas fiscales. Están los que se aprovechan de los cargos en las empresas, con una desvergüen­za sin límites, y luego traicionan la confianza recibida e incluso a quienes les otorgaron nombramien­tos para los que no tenían mérito. Están los compinches que se alían para cobrar comisiones o regalos indebidos. Por supuesto, los que se benefician de los cargos para promociona­r a parejas o amiguetes. Los que cobran comisiones ilegales a costa de sus empresas o buscan vericuetos para beneficiar­se de ventajas sanitarias cuando tienen una enfermedad y recibir aquello que no les correspond­e. Los desleales son, también, un tipo de pícaros modernos. La pandemia nos ha traído más pícaros, como los que burlaban las normas para pasear los perros de los vecinos con el fin de saltarse el confinamie­nto. La variedad que ofrece nuestra sociedad es enorme, pero ahora tenemos los que se vacunan por la cara. No están en un grupo de riesgo, pero han decidido utilizar los cargos en su beneficio personal.

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