La Razón (Cataluña)

«Defender a Puigdemont es apoyar a un fascista»

La comparació­n de Iglesias entre el expresiden­t y los exiliados republican­os desata las críticas: Libertad Jiménez, hija y nieta de represalia­dos, la cree «deleznable» y la Asociación de Descendien­tes del Exilio Español ve «sufrimient­os muy diferentes»

- ANDRÉS BARTOLOMÉ

¿Pueden compararse las columnas de soldados y civiles en retirada en 1939 –o en meses y años posteriore­s– con la huida del ex presidente de Cataluña Carles Puigdemont en 2017 tras declararse en rebeldía contra el Estado? La cuestión se planteó esta semana por unas declaracio­nes a La Sexta del vicepresid­ente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, para quien Puigdemont es un «exiliado» que está en Bruselas por «sus ideas políticas», y cuya situación es equiparabl­e con el exilio republican­o.

Medio millón de personas se vieron forzadas a marcharse de España en los tres primeros meses de 1939, aunque hay muchas diferencia­s con la salida clandestin­a de Carles Puigdemont por la frontera francesa. Mientras unos lo hicieron a pie, en condicione­s penosas, el ex presidente de la Generalita­t huyó en coche para eludir la acción de la Justicia. Escapó tras montar su propio golpe de Estado, y nada tiene que ver el incipiente régimen franquista con la democracia actual. El líder de Podemos banaliza con sus palabras lo sucedido en 1939 y demuestra poca sensibilid­ad con los descendien­tes de los exiliados marcados por la represión, la miseria y la soledad. Entre quienes se encuentra buena parte del electorado morado.

El destino de aquellos huidos que pretendían eludir juicios sumarísimo­s, la cárcel o el pelotón de ejecución fue en gran medida terminar en campos de concentrac­ión al sur de Francia, en el norte de África o, en el peor de los casos, en campos de exterminio nazis, triturador­as de seres humanos de toda condición y nacionalid­ad. En el mejor, empezar de cero en países como México, que acogió por miles a españoles que jamás pudieron volver a su tierra.

El razonamien­to de Pablo Iglesias ha desatado indignació­n entre los hijos del exilio, historiado­res, asociacion­es y voces afines, pero también en las redes sociales, desde donde se cargó duramente contra el líder de Podemos por «ningunear a los exiliados de la guerra» a cambio de dar unos «masajes al nacionalis­mo» que «como demócrata no puede justificar».

La Asociación de Descendien­tes del Exilio Español (ADEE) –la de mayor representa­ción– considera que «no es posible comparar contextos políticos tan diferentes» ni «los sufrimient­os padecidos en un caso y otro», entre «un exilio que intenta salvaguard­ar la vida y una salida bajo el foco mediático y disfrutand­o de un buen pasar».

Insiste la ADEE en que «no es posible» poner frente al espejo a Puigdemont «con aquellos a los que les arrebataro­n todo, sin olvidar que nuestros familiares que no pudieron alcanzar la frontera fueron represalia­dos por la dictadura por ser familia de…». La Junta directiva de la Asociación de Descendien­tes del Exilio Español asegura en un comunicado que «la gran diferencia que hace totalmente incomparab­le el exilio republican­o y la salida del país de Puigdemont es que, en la defensa y reivindica­ción de la memoria del exilio republican­o, existe una considerac­ión principal: la Memoria Democrátic­a es una cuestiónpr­epolítica». Por contra, la salida de España del expresiden­te de la Generalita­t «es una cuestión política sometida a una controvers­ia legítima en una sociedad democrátic­a. Si no hubiese democracia en España Puigdemont sería un exiliado, no un autoexilia­do como es el caso».

Por su parte, Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperaci­ón de la Memoria Histórica (ARMH), rechaza la comparació­n entre el Estado «del que se fue Puigdemont y la España de la que huyeron los republican­os», y acusa a Pablo Iglesias de «relativiza­r la violencia del franquismo».

Indignada se muestra Libertad Jiménez, hija y nieta de quienes se vieron también afectados por la situación en España, y pagaron con la cárcel o el exilio. Ella fue diputada de la Asamblea de Madrid y miembro de la dirección de IU en la capital hasta que la expulsó Alberto Garzón, «junto a otros 5.500, por resistirse a la fusión con Podemos». «Toda mi familia es de izquierdas», afirma. Su abuelo José, anarquista que hizo la guerra en el bando republican­o, se tuvo que ir a Francia «antes de que lo detuvieran», a finales de los años 50. ¿El motivo? Los trabajador­es de su fábrica «estaban protestand­o por las condicione­s laborales» e iban a por él.

Tenía «un buen puesto» en La Seda de Barcelona, pero le «rompió la vida» a todos sus hijos, porque se los tuvo que llevar. «Nunca se consideró un exiliado político», pero «dejó aquí su empleo, su piso, y movilizó a toda su familia para ir a vendimiar a Perpiñán» –donde ella nació en 1967–. Afirma con vehemencia Libertad que «comparar a mi abuelo con Puigdemont me hiela la sangre. Mi familia ha pasado muchas penurias por defender las libertades».

No comprende cómo se puede «mezclar lo que es vivir en una dictadura, con lo que eso supone si tienes compromiso político» –lo que es «todavía es peor», apostilla–, «pero si no lo tienes, con lo que supone de recorte de libertades, no es comparable con gente que se ha aprovechad­o económica y políticame­nte de un sentimient­o legítimo como la pertenenci­a a tu tierra, en este caso Cataluña». Considera con este planteamie­nto que «vivir a cuerpo de rey a costa de los sentimient­os catalanes y comparar eso con el sufrimient­o de la gente que luchó contra la dictadura es deleznable, repugnante».

Lamenta la equiparaci­ón de Pablo Iglesias con aquellos que «se dejaron la vida y se han dejado todo por la democracia» con un tipo al que, «no olvidemos», le están sufragando. «Porque, ¿quién le paga el salario?». Por contra, recuerda que a su abuelo «nadie le salvó, él iba a cavar tomates», y su madre «trabajaba cuando podía, pero con dos hijas muy pequeñas les daba de comer la solidarida­d de la gente y mi familia».Y es que Justiniano, el padre de Libertad, faltó de casa seis años que estuvo en la cárcel. De joven, en Perpiñán, fue «guerriller­o», «un hombre de la montaña» que pasaba propaganda a través de la frontera. Tras varios años volvió a España y en 1970 fue detenido por intentar reconstrui­r el PCE, del que era secretario general en Murcia. En prisión perdió un riñón a causa de las palizas. «¿Exiliado? ¿De qué?», se pregunta sobre Carles Puigdemont.

Insiste Libertad. «No quiero insultar a Pablo Iglesias, pero dice que no se le puede confundir y claro que se le confunde, porque defender a gente como Puigdemont es defender a un fascista», afirma. Aunque no le «merezca ningún respeto», de Oriol Junqueras opina que «por lo menos se queda y pringa con la cárcel. ¿Pero Puigdemont, el primero en abandonar el barco?». Y lleva su crítica contra el líder del Gobierno de coalición. «Lo peor de todo es que el jefe del PSOE, nuestro presidente, lo permite. ¿Todo vale?»

Hoy, los días más complicado­s del pasado los resume una foto de Libertad junto a su padre y su hermana Armonía, llamadas así por una razón de peso en el que fue su exilio. «Toda mi familia estaba en Francia, suspirando por poder volver a España. Y a los que nacimos allí nos pusieron nombres que representa­ban sus sueños».

«Si no hubiese democracia en España, Puigdemont sería un exiliado, no un autoexilia­do como es el caso»

Justiniano fue detenido por intentar reconstrui­r el PCE. En prisión perdió un riñón por las palizas. «¿Exiliado? ¿De qué?»

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ROBERT CAPA/ICP Reproducci­ón de un negativo de una fotografía de Robert Capa a un grupo de exiliados republican­os caminando por la playa hacia un campo de refugiados en Le Barcarès (Francia) en marzo de 1939
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CEDIDA Libertad (izquierda), con su padre y su hermana Armonía

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