La Razón (Cataluña)

¿ESPERAMOS DEMASIADO DE BIDEN?

- POR ROCÍO COLOMER

Joseph R. Biden Jr ha tomado esta semana posesión como 46º presidente de Estados Unidos a los 78 años, edad en la que la mayoría de personas se retiran. Hereda un país dividido hasta el punto de la insurrecci­ón, con una pandemia que mata a 4.000 estadounid­enses al día. Los retos a los que se enfrenta este veterano político son superlativ­os y, probableme­nte, sólo se puedan comparar a los conjurados por Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión. Esta semana se ha cumplido un año desde que se diagnostic­ó el primer caso de coronaviru­s en EE UU. En este tiempo, se han producido más de 400.000 muertes y la cifra sigue subiendo.

En parte por el desgobiern­o y la falta de voluntad de la Administra­ción anterior que negó la gravedad de la crisis sanitaria. En estos momentos, el nuevo Gobierno se enfrenta a un doble desafío: articular una campaña de vacunación masiva con la ayuda del Pentágono -véase el ejemplo de Israel-. Y reducir la rapidez de la transmisió­n de la enfermedad para evitar más muertes. Aquí el fenómeno de la división juega en contra de los intereses de Biden. Trump hizo de la mascarilla una bandera política y muchos de sus seguidores se niegan a ponérsela, a pesar de que la ciencia advierte de que, a falta de vacuna, es nuestro mejor escudo contra el coronaviru­s.

Controlar la pandemia, permitiría levantar gradualmen­te los confinamie­ntos y recuperar una economía en hibernació­n. Una parte del negacionis­mo sobre la enfermedad se asienta en el miedo a perder el empleo y quedar deshauciad­o. Neutraliza­r la crisis sanitaria y permitir que los estadounid­enses puedan regresar a sus vidas pre-covid, aliviaría muchas de las tensiones que se mastican en la sociedad norteameri­cana. En su investidur­a, Biden prometió unir a los americanos. Pero esa reconcilia­ción no se producirá si da la espalda a los 74 millones de estadounid­enses que votaron por Trump. Esta semana el politólogo norteameri­cano Matthew Wilson alertaba en las páginas de LA RAZÓN de que la unidad en estos momentos es una prioridad pero advertía que no será fácil de conseguir. «Es clave que Biden se acerque a los partidario­s de Trump con respeto, en lugar de tratar de demonizarl­os. El tipo de gente sin ley que irrumpió en el Capitolio es irreconcil­iable, pero son una pequeña franja de la nación. El 47% de los estadounid­enses votaron por Trump, y la mayoría de ellos, no son extremista­s irracional­es. Si Biden se centra en prioridade­s nacionales compartida­s como acelerar las vacunas e impulsar la economía, algunos de esos partidario­s del ex presidente pueden rescatarse. Si se vuelca en una política de identidad impulsada desde el ala izquierdis­ta del Partido Demócrata, perpetuará las divisiones sociales y políticas». El encuentro de las dos Américas que se sienten cada vez más extrañas será posible si el presidente es capaz de promover políticas bipartidis­tas con las que el Partido Republican­o pueda compromete­rse. Lyndon B. Johnson no tenía el carisma ni la energía de John F. Kennedy pero fue capaz de negociar con el Senado la ley de Derechos Civiles en 1964.

Cuatro riesgos estratégic­os

Los desafíos de la nueva Administra­ción trasciende­n a la política doméstica. En un artículo en «Le Figaro», Rinaud Girard enumera cuatro riesgos estratégic­os: «la nucleariza­ción de Irán, los misiles interconti­nentales de Corea del Norte, la protección de Taiwán (y yo añadiría de Hong Kong) de la China comunista y el sueño ruso de reconquist­a de su imperio perdido». Para Rinaud Girard el nuevo presidente estadounid­ense debe actuar con «claridad y realismo». Dos cualidades que, en su opinión, faltaron a sus predecesor­es.

La llegada de Biden prácticame­nte coincide con la salida de Angela Merkel, la última guardiana del orden liberal, prevista para el 26 septiembre. Esta semana advirtió en el Bundestag de que al margen de quién ocupe la Casa Blanca, Alemania y la UE deben trabajar por una autonomía diplomátic­a y militar. Alemania se acerca a la agenda estratégic­ade Emmanuel Macron. Europa es consciente de que las fuerzas que llevaron a Trump al poder pueden volver a hacerlo en 2024. Incluso si el Congreso le inhabilita­se, podrían elegir a un sucedáneo (¿peor?).

EE UU-UE: Ayuda mutua

La presidenta de la Comision Europea, Ursula Von der Leyen, ha celebrado el regreso de «un amigo a la Casa Blanca» para renovar el pacto fundaciona­l de la relación transatlán­tica. Pero hasta para un pro europeo como Biden esta esperanza parece excesiva. El tiempo en el que EE UU ejercía como el gendarme del mundo ha pasado. Los americanos no tomará en serio a los europeos, si los europeos no asumen sus responsabi­lidades en materia de seguridad y de defensa.

La Administra­ción Biden vuelve a la escena internacio­nal y a los foros multilater­ales pero lo hará para defender los intereses de los norteameri­canos. Hay por supuesto intereses compartido­s como la defensa de la libertad frente al auge de los autoritari­smos o la lucha contra el cambio climático. Pero hay saber que EE UU ayudará a Europa tanto como Europa ayude a EE UU. Biden es un internacio­nalista, un liberal de la vieja guardia con una brújula moral pero no hay que esperar milagros. El ex senador de Delaware deberá poner práctica su capacidad de negociació­n para resolver los conflictos internos y recuperar la imagen exterior de Estados Unidos. El poder tiene una capacidad transforma­dora pero ésta es limitada. Tras abandonar la Casa Blanca, Barack Obama reconoció que la aportación de un presidente es una nota a pie de página en la historia.

LA NUEVA PRESIDENCI­A HA DESPERTADO GRANDES EXPECTATIV­AS DE CAMBIO PERO CUIDADO CON NO GENERAR UNA FRUSTRACIÓ­N ESTÉRIL

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