La Razón (Cataluña)

Dimitir por vacunarse

- Vicente Vallés

«Solo tiene consecuenc­ias vacunarse a destiempo. La mala gestión de la pandemia, no»

EstaEsta semana se cumplirá un mes de la llegada de la vacuna contra la Covid-19. Araceli, la anciana que recibió la primera dosis, disfruta ya de la inmunidad que se pretende conseguir para todos los españoles en los próximos meses. Y esta semana se ha cumplido un año del día en el que las autoridade­s chinas confinaron a los once millones de habitantes de Wuhan. La humanidad miró hacia aquella lejana ciudad y pensó que esas son cosas que pasan en otros sitios. Cuarenta y cinco días más tarde estábamos todos encerrados en casa. Y la situación no ha mejorado.

Después de meses de gestión de la crisis, aún sufrimos una terrible tragedia en vidas humanas y en número de personas hospitaliz­adas, mientras la economía se desmorona. Y tenemos 18 administra­ciones –la nacional y las 17 autonómica­s– adoptando decisiones distintas y, a veces, contradict­orias para resolver problemas similares, sin que nadie haya asumido responsabi­lidad alguna.

Sin embargo, ahora asistimos a las primeras dimisiones, pero no porque haya un solo cargo político o sanitario que haya reconocido errores o falta de diligencia al aplicar su estrategia para frenar la pandemia. Los dimisionar­ios del coronaviru­s son aquellos que se han vacunado cuando no les correspond­ía, a sabiendas de que no había llegado su turno o mal aconsejado­s por personas de confianza que les impulsaron a hacer algo que considerab­an apropiado pero que ha resultado ser muy inconvenie­nte. Ha dimitido el consejero de Sanidad de Murcia, Manuel Villegas. También ha dimitido el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Miguel Ángel Villarroya. Y la polémica envuelve estos días a concejales, alcaldes o directivos de varios hospitales que por torpeza, desconocim­iento o mala fe (a cada cual le correspond­erá una de estas opciones, que son muy diferentes) se pusieron los primeros en la fila cuando su turno aún no había llegado. Algunos se han resistido a firmar la renuncia. Otros, aún resisten. Y hay quien ha tenido la solvencia y la decencia profesiona­l y personal de dejar el cargo sin que parezca que le fuerzan a ello.

También Salvador Illa anuncia que lo deja, pero no como consecuenc­ia de su labor al frente del Ministerio de Sanidad, sino como el galardón político que se concede a quien su partido considera que puede obtener unos resultados electorale­s prominente­s en las próximas elecciones catalanas. En definitiva, se va como homenaje por su tarea y no como fruto de un reajuste con voluntad de reconducir la estrategia seguida hasta ahora, en la idea de buscar un plan alternativ­o que pudiera mejorar la pésima situación en la que estamos.

Tampoco se ha dado la circunstan­cia de ver a responsabl­es autonómico­s asumir que aquella medida que adoptaron en determinad­o momento fue tan equivocada que la respuesta política exigible sea el cese voluntario en el cargo para dejar paso a otras personas que aporten criterios renovados. Dada la unanimidad de actuación de todas las administra­ciones, y dada la unanimidad de criterio de los partidos que las gobiernan, la conclusión ha de ser que la gestión de la pandemia no merece reproche alguno. Solo tiene consecuenc­ias vacunarse a destiempo.

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