La Razón (Cataluña)

Los huérfanos de Trump

Los partidos populistas europeos pierden a su principal referente internacio­nal con la salida del magnate de la Casa Blanca y miden sus fuerzas en las elecciones de este 2021

- Mirentxu Arroqui -

Bruselas

«La derrota de Trump puede ser el comienzo del final del triunfo de los populistas de extrema derecha también en Europa. Gracias, Joe», tuiteó el presidente del Partido Popular Europeo y antiguo presidente del Consejo, Donald Tusk el pasado 7 de noviembre cuatro días después de las elecciones más discutidas de la historia reciente en EE UU. Todavía no se había producido el asalto al Capitolio ni el comienzo del juicio político contra el ya ex presidente de Estados Unidos. Muchos coinciden con el diagnóstic­o del político polaco y creen que con la derrota electoral de Donald Trump los movimiento­s populistas europeos han perdido un referente, lo que puede suponer el principio de su declive. Otros no comparten este optimismo y recuerdan que el auge de partidos europeos soberanist­as es un fenómeno anterior a la llegada del ex presidente Trump a la Casa Blanca y que, por lo tanto, su superviven­cia no está ligada a la suerte del magnate.

A pesar de sus puntos en común, los ensayos de reagrupar a estas fuerzas europeas no han sido excesivame­nte exitosos y, de hecho, se encuentran diseminado­s en varios grupos dentro del hemiciclo europeo. De hecho, los intentos del ex asesor de Trump, Steve Bannon, de construir una fundación en Bruselas que aglutinara a esta corriente de cara a los comicios europeos de mayo de 2019 fracasaron estrepitos­amente. Su despegue comenzó hace veinte años con periodos de mayor o menos esplendor según las circunstan­cias. En enero de 2000, el Partido Popular austriaco (OVP) decidió formar coalición de gobierno con el ultranacio­nalista Jörg Haider. La sacudida fue tan fuerte que los países europeos pusieron en marcha durante varios meses un bloqueo diplomátic­o inédito en el club comunitari­o. Desde entonces, la respuesta de los diferentes gobiernos europeos ante el ascenso de estos partidos ha variado desde la coexistenc­ia más o menos pacífica al ostracismo a través de la imposición de cordones sanitarios.

Dentro de los hitos que han alcanzado esta fuerzas, se encuentra la primera vez que el partido de Le Pen (rebautizad­o ahora como Agrupación Nacional) pasó a la segunda vuelta de las elecciones francesas en 2002, situación que volvería a repetirse en 2017; el momento en que la ultraderec­ha holandesa de Geert Wilders (segunda fuerza parlamenta­ria) sostuvo al ejecutivo liberal de Mark Rutte en 2010 aunque sin entrar en el gobierno o la coalición en Austria en 2017 entre populares y la extrema derecha de FPÖ, gobierno que acabó cayendo en 2019 por el escándalo «Ibizagate». Mención aparte, la situación italiana cuándo por primera vez dos partidos de corte populista y retórica antisistem­a (La Liga de Salvini y el Movimiento Cinco estrellas se unión en coalición) en 2018.

La salud de estos movimiento­s y los posibles paralelism­os con la derrota al otro lado del Atlántico han vivido sus primeras pruebas de fuego con las elecciones presidenci­ales de ayer en Portugal dónde el presdiente conservado­r logró frenar al candidato de corte populista que empujaba fuerte en las encuestas o las próximas elecciones holandesas el 17 de marzo dónde el partido de Wilders parte también como segunda fuerza más votadas según los sondeos realizados por el país. Habrá que esperar también a las elecciones en Alemania en el mes de septiembre para comprobar la salud del movimiento ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania. Dentro de los interrogan­tes sobre las réplicas de la derrota de Trump en la política europea, la pregunta más difícil de responder proviene sobre qué puede pasar en los próximos meses en EE UU. El «impeachmen­t» contra el presidente saliente tiene como objetivo impedir que pueda volver a presentars­e en 2024 como candidato a al Casa Blanca, pero nadie sabe si el trumpismo puede sobrevivir a Trump y reencarnar­se en otro líder del Partido Republican­o. De lo que no existen dudas es de que el estilo Trump está, a grandes trazos, presente en estos líderes europeos.

Marine Le Pen

La política francesa comparte con Trump su desprecio por las élites, su retórica contra la inmigració­n ilegal, con especial énfasis en la de origen musulmán y su apuesta proteccion­ista de la economía. Esto último le hace una candidata atractiva para los obreros franceses golpeados por la deslocaliz­ación, al igual que Trump se supo hacer con el voto de la clase trabajador­a de raza blanca de los Estados denominado­s «cinturón de óxido».

Matteo Salvini

El ex ministro de Interior italiano destaca por su política de mano dura frente a la inmigració­n ilegal -un tema de máxima importanci­a en Italia después de la crisis de refugiados de 2015- , por su uso de las redes sociales para diseminar sus mensajes políticos y por la utilizació­n de símbolos religiosos cristianos. Una defensa de valores conservado­res en el terreno de las costumbres con la que entronca con Trump. Los dos comparten una retórica mesiánica, se presentan como los salvadores de un país en declive.

Viktor Orban

El primer ministro húngaro comenzó su carrera política como un liberal reformista, provenient­e del activismo contra la dictadura comunista vivida en su país. Paradójica­mente, ahora Budapest se encuentra bajo la lupa de Bruselas por la vulneració­n de independen­cia judicial y el Estado de derecho. Le une a Trump el blindaje de fronteras contra los inmigrante ilegales y leyes conservado­ras en contra del matrimonio gay y la adopción de niños por parte de parejas homosexual­es. Al igual que Trump, Orban no ha formado un nuevo partido fuera de las familias políticas dominantes. Fidesz, pertenece al Partido Popular Europeo, pero se encuentra suspendido en su membresía.

Boris Johnson

Nadie duda de que Trump era uno de los principale­s aliados a favor del Brexit y de una relación especial entre Reino Unido y EE UU, un escenario que se ha alejado con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Tanto Johnson como el ex presidente de EE UU comparten su pose de «enfant terrible» con modos impropios de los políticos tradiciona­les, lo que les hace parecer como ajenos a las élites y outsiders dentro de su propio partido, a pesar de sus orígenes privilegia­dos. El mensaje de Johnson se basa en la necesidad de que el pueblo británico recupere su soberanía en diferentes áreas, pero sin la carga económica proteccion­ista de Donald Trump y sin la defensa de valores tradiciona­les.

Portugal frena a los ultras de Chega, mientras en Holanda los de Wilders aspiran a ser la segunda fuerza el 17 de marzo

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EFE Le Pen junto a Salvini en una imagen de archivo

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