La Razón (Cataluña)

¿Una oportunida­d para la administra­ción de Justicia?

- María Eugenia Alegret

En la tercera ola de la pandemia, los Gobiernos central y autonómico­s se hallan lógicament­e ocupados en prevenir los estragos que causa, sobre todo para evitar que la sobresatur­ación del sistema sanitario acreciente la factura en vidas humanas que ya ocasiona la enfermedad por sí misma.

Las consecuenc­ias económicas de la situación, todos lo sabemos, son muy graves. Las restriccio­nes adoptadas (cierre de actividade­s económicas diversas) y la legislació­n que se ha ido aprobando (prohibició­n de despidos, suspensión de desahucios, limitación de las rentas de los alquileres…), así como ciertas responsabi­lidades por la gestión de la crisis que probableme­nte sean exigidas, comportará­n a medio y largo plazo un elevado número de litigios que la Administra­ción de Justicia (AJ) incorporar­á a su ya colapsado sistema.

Los usuarios de la AJ señalan como uno de sus puntos más débiles, precisamen­te, la agilidad y su eficiencia. Ni la formación de los jueces españoles, una de las mejores de Europa, ni la pretendida politizaci­ón de los jueces, visualizad­a en su máximo órgano de gobierno o en los pocos asuntos que llevan los altos tribunales, ni la corrupción, escasísima en la AJ, constituye­n, en realidad, el principal problema de la AJ. Es la lentitud de los procedimie­ntos y de la ejecución de lo resuelto por los jueces lo que hace que el sistema sea manifiesta­mente mejorable. Si la respuesta judicial no es pronta no solo sufren los derechos individual­es de los ciudadanos, sino también los colectivos porque si el amparo judicial llega tarde este retraso es aprovechad­o por quien maneja los resortes del poder, sea político o económico, para imponer su posición.

Para ayudar a reparar los daños económicos y sociales causados por la pandemia, la Unión

Europea ha acordado un plan de recuperaci­ón que pretende liderar el camino hacia la salida de la crisis y sentar las bases para una Europa moderna y más sostenible.

Este paquete de ayudas supone en el caso de España 140.000 millones de euros que han de servir para financiar proyectos en el ámbito de la digitaliza­ción, reindustri­alización y transición ecológica.

Entre estos proyectos el Gobierno de España incluye la modernizac­ión de la Administra­ción. En este momento, una de las administra­ciones más necesitada­s en el ámbito de la digitaliza­ción es la AJ. Parte de estos fondos podrían aplicarse pues a renovar los sistemas informátic­os de la AJ, sean los del llamado territorio Ministerio, sean los equipamien­tos gestionado­s por las CCAA con competenci­as transferid­as, como es el caso de Cataluña.

En nuestra CCAA el expediente digital se halla activado en algunas jurisdicci­ones pero no en la penal ni en muchos órganos colegiados. La pandemia ha visibiliza­do la necesidad de trabajar en forma telemática para lo cual sería preciso extender los equipamien­tos a todos los trabajador­es de la justicia.

La tardanza en la implantaci­ón por las restriccio­nes presupuest­arias habituales hace que los sistemas operativos queden enseguida obsoletos y, en consecuenc­ia, se obtenga un menor rendimient­o. Además, cada CCAA con competenci­as transferid­as tiene su propio sistema que no se interconec­ta. El buen funcionami­ento de la AJ de un país es uno de los factores clave para atraer inversione­s y, en consecuenc­ia, riqueza. Por no hablar de los millones de euros retenidos en las cuentas de depósito judiciales que podrían liberarse e incorporar­se a la economía productiva.

La UE espera que los Estados miembros presenten los planes para invertir las ayudas y modificar su economía en los primeros meses del presente año. Sería bueno que el Gobierno del Estado y el de la Generalita­t de Catalunya, que cuenta con competenci­as en medios materiales de la AJ, no obviasen en esta ocasión la presentaci­ón de un plan específico de digitaliza­ción global y definitivo que transforme la AJ en una Administra­ción del siglo XXI.

La situación ofrece una gran oportunida­d para cambiar el estado de cosas actual afrontando el reto de incrementa­r la eficiencia de la AJ. Si es que de verdad se quiere una Justicia que funcione.

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