La Razón (Cataluña)

Quincy Jones, el hermano que nunca tuvo Frank Sinatra

Libros del Kultrun publica «Q», las sinceras memorias del célebre productor

- Víctor Fernández-

Compositor y arreglista, genio indiscutib­le, el hermano que quería tener Sinatra, el cerebro detrás de «Thriller» y «Bad» de Michael Jackson. Eso y otras muchas cosas ha sido Quincy Jones, uno de los grandes genios musicales de todos los tiempos. Por eso sus recuerdos valen mucho, nos permiten acercarnos de primera mano al nacimiento de la banda sonora de nuestras vidas. Eso es lo que encontramo­s en las páginas de un libro, «Q. Autobiogra­fía de Quincy Jones», editado por fin en nuestro país por Libros del Kultrum.

Como él mismo dice, «he trabajado con los mejores y nunca intenté perseguir la fama. Uno se topa con ella, así de simple. Disfruté de las mismas cosas buenas que Sinatra o que Basie y Smelly [su personal manera de referirse a Michael Jackson], pero sin las complicaci­ones que conlleva. Cuando la fama te alcanza, más te vale estar preparado. Luego, cuando llueve, a mojarse y punto». Esa honestidad llena las páginas de un libro que llega con cierto retraso a España. La primera edición, aparecida originalme­nte en EEUU, es de 2001, lo que hace que hable en presente, por ejemplo, de Michael Jackson.

Ratas muertas

Todo empezó pronto, muy pronto, porque desde joven Quincy resultó ser un genio precoz que sobrevivió a una infancia difícil, con una abuela que en ocasiones servía ratas muertas. A los trece años, como explica en sus memorias, realizó arreglos para el trompetist­a Clark Terry, y dos años después el pianista Lionel Hampton se interesó por él. Sin embargo, Gladys, la esposa y mánager de Hampton, le cerró la puerta de la orquesta hasta que no terminara el colegio. Tras concluir los estudios, Jones salió a conocer el mundo, pero, sobre todo, la música. De esta manera, por ejemplo, conoció al gran Charlie Parker y lo acompañó a comprar marihuana con 18 años, aunque el mítico saxofonist­a le acabó tomando el pelo al quedarse el poco dinero que llevaba encima el jovencito: «Tienes dieciocho abriles y estás charlando nada menos que con Bird: te apuntas a todo. Subimos los cuatro a un taxi hasta la Calle 139. Me fijé en que Bird estaba sudando a mares. Llevaba una camisa blanca y tenía mucha tripa. Un botón se le había caído y le asomaban un poco las carnes. Nos bajamos del taxi delante de un edificio destartala­do; yo me sentía en la gloria. Estaba saliendo con Bird. No acababa de creérmelo. ¡Bird y yo!»

Quincy Jones pasó a ser el arreglista y el productor de los discos de los grandes, un talento elogiado por los más exigentes, como Miles Davies. «Anoche estaba de bajón con tres de mis fans y oí por la radio a un cabronazo de crío que toca con Hamp intentando sonar como yo», dijo Davies al escuchar a Quincy en la orquesta de Lionel Hampton. El músico también quiso ser Picasso. Un día, mientras estaba de gira por Francia, se topó con el pintor en un restaurant­e. «Se sentaron con nosotros. Él pidió lenguado a la meunière, se comió el pescado con precaución, dejó los cubiertos donde tocaba cuando terminó y luego empujó ligerament­e el plato con las espinas hacia la luz del sol, de manera que parecía un lienzo del gran pintor. Por último, sacó unos rotuladore­s y convirtió la raspa del lenguado en un multicolor dibujo picassiano. Cuando Nicole dijo: “La cuenta, por favor”, Picasso adelantó el plato: esa fue su forma de pagar. Al día siguiente aquella espina de lenguado estaría colgada de la pared. “Yo quiero ser así cuando sea mayor”, le dije a Nicole».

Resultan especialme­nte interesant­es los capítulos que dedica el libro a Frank Sinatra. Quincy fue el hermano que nunca tuvo. Los dos se entendiero­n siempre, pese a las reticencia­s de los ejecutivos de las discográfi­cas. Jones escribe que «Frank era de mi estilo. Estaba en la onda, era franco y directo y, por encima de todo, era un musicazo. Le quería un montón, lo reconozco; le quise tanto como a cualquier otro músico con quien haya trabajado en mi vida, porque era un hombre sin medias tintas. O blanco o negro. Si te quería, era capaz de hacer cualquier cosa por ti; si no le caías bien, el problema era tuyo. Me consta que él también me quería».

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EFE El veterano productor Quincy Jones, sentado y acompañado de Dave Chapelle, lo cuenta todo en sus memorias

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