Bloqueados
Catalunya está bloqueada. Los catalanes vivimos un momento de franca y clara decadencia, con una sociedad civil desorientada y enfrentada en dos bloques compactos, generados por el proceso separatista. Catalunya está desguazada. El COVID-19 está dando la puntilla a una Catalunya abatida, sin presidente desde hace meses, con un gobierno absolutamente dividido, viviendo una grave precariedad institucional en un momento en que la gestión de la pandemia hace imprescindible disponer de un gobierno con presidente, con capacidad de liderazgo, cohesionado y eficaz.
Todo ello ha dado paso a un clima general de niebla y de tristeza. Hay en el ambiente un aire de desánimo que todo lo empapa, un sentimiento de derrota y una especie de indignación con nosotros mismos por no haber encontrado la salida del laberinto y por haber caído, una vez más, en el arrebato desastroso de la «rauxa». Mientras los separatistas siguen en el poder y tienen interiorizada la ominosa doctrina decisionista de Carl Schmitt, que supone la destrucción de la Constitución y del Estado de Derecho, sustituyendo la institucionalidad deliberativa por la democracia aclamativa de las multitudes en las plazas y calles. La hoja de ruta separatista ha quemado etapas de forma imparable, y el llamado «problema catalán» seguirá marcando el destino de los españoles.
En las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, Ciudadanos las ganó con un resultado electoral espectacular, alcanzando los 36 diputados y con la histórica cifra de 1.100.000 votos. La alegría entre los catalanes libres de nacionalismo fue inmensa, pero todo siguió igual y –según la encuesta que ayer se publicó en este diario– todo seguirá igual. Seguimos bloqueados.
Las tesis orteguianas de la invertebración española, formuladas hace ya casi cien años, siguen presentes en nuestra sociedad, víctima por un lado del particularismo secesionista del nacionalismo y por otro de la ciega visión que desde el poder central se ha ejercido creyendo que Castilla ha hecho España y desdeñando el proceso incorporativo, en la consideración de la historia como un proceso continuo, en el que unidades territoriales preexistentes se organizan en una estructura nueva y por la que una idea compartida e ilusionante mantiene unida la estructura, entendido como «un proyecto sugestivo de vida en común», para lo cual tiene tanta validez el convencer como el obligar.
Para superar el bloqueo, se debe romper el terreno de juego conceptual del separatismo y destinar generosos recursos a explicar la bondad de la convivencia y de nuestra historia en común, configurando una nueva hegemonía cultural en Cataluña, plural y abierta, orgullosa de la catalanidad y netamente comprometida con la idea de España. No es posible dar la vuelta en pocos meses a la ingeniería social llevada a cabo por el nacionalismo catalán durante cuarenta años.
La única alternativa que, a día de hoy, puede llegar a la mayoría absoluta es un tripartito entre ERC, PSC y Comunes que, lejos de servir para normalizar la situación y afrontar los problemas cotidianos de los catalanes en un ambiente de distensión, sólo serviría, como ya ocurrió durante el anterior tripartito, para ampliar la base social del secesionismo. Y para que se produzca un cambio real de gobierno en Cataluña, que aparque la confrontación con el resto de España, suture la división social, pacifique nuestras calles y devuelva la debida neutralidad a las instituciones que, en definitiva, se dedique a gobernar en lugar de a la agitación y propaganda, es necesaria la creación de una nueva fuerza política, de centro-derecha, de ámbito exclusivamente catalán, que reivindique un catalanismo no secesionista y que pueda formar una mayoría con PSC y C’s, cuya base debería ser un refundado PP catalán, recogiendo la cada vez mayor sensación de orfandad política que vivimos los catalanes de «seny».
Combatir la falsa ruta romántica, acientífica e idealizada que promueven los separadores y confiar, como argumentaba Vicens Vives, en el surgimiento de nuevas élites catalanas capaces de modificar la visión de España, al tiempo que Cataluña consiga su pleno reconocimiento como nación cultural, dentro de la España plural que todos deseamos. Desbloquear Catalunya.