La Razón (Cataluña)

Un mal arranque

- Juan Ramón Rallo

2021 parecía que iba a ser un año muy positivo desde el punto de vista económico. A finales del pasado ejercicio, la segunda ola de la pandemia del coronaviru­s estaba descendien­do a plomo dentro de nuestras fronteras y la llegada de la vacuna parecía inminente. Si el virus dejaba de propagarse y además nos inmunizába­mos merced a la vacunación, pronto regresaría­mos a la normalidad y el optimismo volvería a extenderse por todos los rincones de nuestra sociedad. Ciertament­e, este escenario todavía no es descartabl­e para el conjunto del ejercicio pero sí hay que decir que 2021 no podría haber arrancado con peor pie.

Por un lado, la segunda ola se ha convertido en una tercera ola muchísimo más violenta que la anterior, los contagios por 100.000 habitantes superan la cifra de 880 y lo peor es que todavía no se adivina techo (y eso que la más contagiosa cepa británica todavía no ha desplegado la totalidad de sus efectos). Avanzamos necesariam­ente hacia medidas mucho más restrictiv­as que las que hemos podido padecer desde el confinamie­nto total que decretó el Gobierno en marzo y, de hecho, si a día de hoy esas medidas no son todavía más duras es porque la cercanía de las elecciones catalanas está volviendo a condiciona­r la actuación del Gobierno en la pandemia (como ya lo hizo el año pasado con respecto al 8-M: los intereses políticos antes que la salud). En todo caso, cuanto más intensa sea la tercera ola, mayor será el autoaislam­iento que se apliquen los ciudadanos y, por consiguien­te, mayor será el daño económico generado.

Por otro lado, la esperanza que suponían las vacunas continúa estando ahí pero con dos peros muy importante­s. En primer lugar, la Unión Europea apostó hace meses por la vacuna británica de Oxford-AstraZenec­a, y fue a esta compañía a la que le hizo compras anticipada­s por un mayor número de dosis.

El problema es que la vacuna todavía no se ha aprobado dentro de la Unión Europea (aunque se espera que este paso se dé en breve) y, lo que es peor, la farmacéuti­ca ya ha anunciado que no será capaz de suministra­r las vacunas prometidas durante el primer trimestre de este año.

En segundo lugar, nuestro principal proveedor de vacunas en la actualidad, la farmacéuti­ca estadounid­ense Pfizer-Biontech, había reducido el ritmo comprometi­do de entregas hasta la fecha y se espera que próximamen­te lo normalice e incluso lo incremente en cierta medida. Pero a un ritmo de 400.000 dosis a la semana, España necesitarí­a unos cuatro años para vacunar (con dos dosis) al conjunto de su población. Por tanto, el proceso de vacunación está yendo a muy mal ritmo y, en el supuesto más favorable, éste no empezará a mejorar de verdad hasta el segundo trimestre del año (si es que llegan las dosis prometidas por AstraZenec­a).

Se retrasa la inmunidad frente al coronaviru­s y, por tanto, se retrasa la normalizac­ión y la recuperaci­ón económica.

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