La Razón (Cataluña)

Las últimas e irónicas palabras de Lagerfeld antes de morir

«Es estúpido tener tres Rolls y terminar en una habitación podrida como esta», dijo a su mano derecha en el hospital

- Teresa Barrios-Madrid

«A veces era un padre para mí; también una madre y un amigo». Se refiere a Karl Lagerfeld. Y, aunque la fama de hombre de hielo acompañe al alemán, tiene sentido si se tiene en cuenta que Sébastien Jondeau, 45 años, comenzó a trabajar para él a los 15. De forma muy indirecta primero: colocaba muebles, ayudaba en las mudanzas de las oficinas, asistía a su chófer... Hasta que aquel joven, alto, guapo y de fotogenia innegable, llamó la atención de Lagerfeld. Además de lo anterior, era trabajador, leal y extremadam­ente discreto, cualidades indispensa­bles para que el hombre más receloso del universo «fashion» confiara en alguien. Supo elegir bien. En él se apoyó los últimos diez años de su vida. Ahora, cuando se acerca la fecha del segundo aniversari­o de su muerte en febrero, el guardaespa­ldas –también asistente, amigo y leal compañero sin tintes sexuales ni sentimenta­les– se ha atrevido a revivir «más a fondo mi viaje: el de un ex chico de ciudad que conoce a un genio, lo que le permite evoluciona­r y convertirs­e en un hombre con aplomo y cultura», cuenta a «Madame Figaro» Figaro» como preludio del libro que verá la luz mañana, «¿Cómo estás, querido Karl?».

Escrito junto a la periodista Virginie Mouzat, el relato se presume descafeina­do, eso sí. Habla el Jondeau que jamás traiciona.

El que adoraba al káiser. El que le debe ser la persona en la que se ha convertido. Todo son loas. También habla el Jondeau melancólic­o, el que le sostuvo la mano y fue el único testigo de sus últimas palabras: «Estábamos en la habitación del hospital y de repente dijo: ‘‘Es estúpido tener tres Rolls y terminar en una habitación podrida como esta’’. Tuvo un gran sentido del humor hasta el final», cuenta a la revista francesa.

«Generoso y amable»

En la entrevista destaca «su amor por los demás, su humanismo, su gran generosida­d. La gente le ve frío, pero era abierto e incluso amable, un término que habría odiado si alguien se lo hubiera dicho». Tampoco hay que irse muy lejos para conocerlo a fondo. En España hay dos diseñadore­s que trabajaron con él durante años: Arnaud Maillard y Álvaro Castejón, creadores de Alvarno. Maillard, de hecho, fue su mano derecha durante siete de los quince años que estuvo a su lado. El Sébastien de la época. El previo exacto, porque cuando Maillard abandonó la casa francesa, Karl decidió apoyarse en quien entonces aún era el asistente de su conductor. «Sébastien siempre ha sido un chico encantador y todo lo que dice es cierto. Karl era así. Te absorbía las 24 horas del día y no le gustaba que la gente pensase que era amable por si debilitaba su imagen. Tenía un humor brillante, muy negro, y era increíblem­ente generoso, aunque todo tenía un precio... No aceptaba jamás un ‘‘no’’ por respuesta. Nunca volvimos a hablar cuando le comuniqué que dejaba la firma. Era inconcebib­le para él», cuenta Maillard. Sí. Esto último ya es otra historia...

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GTRES Sébastien Jondeau y Karl Lagerfeld, fotografia­dos en París en octubre de 2015

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