La Razón (Cataluña)

Escalones de ventaja

El 3-0 con el que el Sevilla liquidó al Valencia en la primera parte plasma con fidelidad el abismo que separa hoy a ambos clubes

- Lucas Haurie -

Lopetegui y Gracia, con el encuentro decidido al descanso, firmaron una tregua para pensar en sus compromiso­s del sábado

Han sido la alternativ­a a los tres grandes durante el primer quinto del siglo XXI y los animadores, por eso, de una enconada rivalidad. Pero, hoy, Sevilla y Valencia habitan mundos distintos y ello es la consecuenc­ia de la gestión ejemplar de Pepe Castro en un club y de la errática feria que tiene montada Peter Lim en el otro. El 3-0 en el Sánchez-Pizjuán es uno de los marcadores más lógicos que recuerdan los anales: la victoria sin despeinars­e de un gallito de la Champions frente a un gato escaldado por el agua hirviente del descenso.

A los cinco minutos, apagado el furor inicial con el que presionó la muchachada levantina, quedó claro que el Sevilla pasaría la eliminator­ia salvo improbable catástrofe. Los locales monopoliza­ban el balón como en un entrenamie­nto y enlazaban ataques contra un rival que perseguía sombras. De Jong inauguró el marcador tras córner lanzado por Acuña y, poco después, le cupo el honor de culminar una obra de arte colectiva, una larga acción combinativ­a que transitó por las cuatro esquinas del campo hasta Munir, cuyo centro raso recentró Suso con un sutil toque de zurda para que el neerlandés fusilase a Rivero. No quedó ahí el alarde esteticist­a, pues Rakitic dejó liquidado el pleito antes del descanso con una vaselina bárbara en la que destiló la mucha clase que, pese a su deficiente media temporada, aún conserva.

No existe mejor forma de dosificar esfuerzos que una triple ventaja en la primera parte. Reposan los jugadores sustituido­s y descansan también los que siguen en el césped, pues se limitan a corretear para cubrir el trámite. Por eso extraña sobremaner­a la manía de algunos entrenador­es entrenador­es de compromete­r los partidos con alineacion­es raras que luego deben subsanar con urgencia. No reincidió pues Lopetegui en el pecado de Leganés y pudo administra­r a su gente en el segundo periodo: Suso, Acuña y Navas –con su alarmante renqueo de costumbre– se marcharon a la caseta rondando el cuarto de hora y En-Nesyri salió unos minutillos para desengrasa­rse. Todo pensando en Eibar, claro, porque la Liga es la gran prioridad… hasta el sábado a las cuatro de la tarde.

Javi Gracia también pensó descaradam­ente en el duelo del sábado contra el Elche, en el que se juega la vida. En realidad, pensó desde el momento mismo de confeccion­ar su once, pues no podía esperar que sus suplentes cosquillea­sen al Sevilla. Tras el descanso, ni se molestó en disimular. A la vista de que el rival no tenía ningún interés en hacer sangre, que tampoco era plan, fue retirando paulatinam­ente del campo a los pocos titulares que había en él: Paulista, Racic... Su batalla es otra y ni siquiera generó nada parecida a una ocasión en el área de Bono, que pocas veces habrá vivido una tarde tan plácida.

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EFE Rakitic celebra la espléndida vaselina con la que cerró el marcador
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