La Razón (Cataluña)

El Tutankamón británico que sobrevivió a los tanques de la Segunda Guerra Mundial

Netflix recupera en «La excavación» la historia de Sutton Hoo, el yacimiento arqueológi­co que nadie esperaba y que destapó buena parte de la historia inglesa

- POR CELIA MAZA LONDRES

Verano de 1939. Reino Unido está a punto de entrar en la II Guerra Mundial. La tensión se palpa en el ambiente y el ruido de los aviones vuelve a ensordecer a la población. Pero, en medio del caos, en una remota finca llamada Sutton Hoo, situada en el sureste de Inglaterra, ocurre algo extraordin­ario. Basil Brown, el hijo de unos granjeros al que siempre le había apasionado la arqueologí­a y la astronomía, descubre los restos de un inmenso barco funerario de más de 27 metros de largo, de principios del siglo VII. Está ante el considerad­o «Tutankamón británico», uno de los mayores tesoros de la historia. La excavacion­es se han alargado hasta el siglo XXI.

«La excavación», la nueva película de Netflix que adapta la novela homónima de John Preston, vuelve ahora a poner sobre la palestra un hallazgo que obligó a reescribir los libros de Historia. El barco y su contenido pertenecía­n a la Edad Media, y el descubrimi­ento iluminó esos cuatro siglos entre la partida de los romanos y la llegada de los vikingos, un periodo del que se sabía muy poco. Los anglosajon­es que gobernaban los reinos de Inglaterra durante esta época habían sido considerad­os hasta entonces un pueblo rudo y atrasado (casi primitivo), pero en ese barco había objetos de gran belleza y exquisita finura.

El yacimiento de Sutton Hoo es un escenario clave para la Historia. Pero cuenta además una lucha de clases. ¿Podía un tipo sin estudios haber encontrado todo

aquello siguiendo solo su intuición? El momento del hallazgo tiene además un tremendo significad­o. «Es un drama de diferentes pueblos y diferentes clases de personas en Inglaterra en vísperas de la II Guerra Mundial, investigan­do el principal monumento de los alemanes que habían invadido el país miles de años antes en vísperas precisamen­te de una nueva invasión de la Alemania moderna», explica Martin Carver, profesor emérito de la Universida­d de York y experto en Sutton Hoo.

De vándalos a intrusos

La historia real comienza con Edith Pretty (interpreta­da en el filme por Carey Mulligan), una mujer nacida en 1883 en el seno de una rica familia de industrial­es. Tras casarse con Frank Pretty, la pareja compra Sutton Hoo, una finca situada en el sureste de Inglaterra, cuyos extraños montículos de tierra habían dado lugar a diferentes leyendas locales sobre fantasmas. Tras la muerte de su marido, decide comenzar a excavar los extraños 18 túmulos. Durante su juventud, había viajado a Egipto y visto a su padre excavar un monasterio cistercien­se. Aquello había despertado su interés por la arqueologí­a. Para desempeñar su misión, se puso en contacto con el museo local de Ipswich. La institució­n parece que tampoco prestó mucha atención al proyecto. Se limitó a ponerla en contacto con Basil Brown, un arqueólogo aficionado. Brown (que encarna Ralph Fiennes) era un consumado autodidact­a. Sus orígenes no podían ser más distintos a los de Pretty. Nacido en el seno de una familia de agricultor­es en 1888, dejó la escuela a los 12 años para trabajar en la granja familiar. Pero aprendió por sí mismo latín, francés y astronomía. Realizó

trabajos esporádico­s, como lechero, jardinero y vendedor de seguros. En 1938 ya había escrito un libro sobre astronomía y trabajaba como arqueólogo independie­nte en el museo local.

Cuando Pretty le contrató, aceptó entusiasma­do. Cada semana tenía que recorrer con su bicicleta los 56 kms que separaban su casa de la finca. Durante el verano de 1828, Brown y sus ayudantes exploraron los tres primeros montículos y descubrier­on objetos como cuchillos y una cabeza de hacha, así como tejidos, fragmentos de bronce y restos humanos. Habían sido ya asaltados por ladrones de tumbas, por lo que no había nada de gran valor.

En 1939, el equipo comenzó con el montículo más grande de todos. También fue saqueado. Pero los vándalos no vieron el enorme tesoro que contenía. Se trataba de un barco funerario de más de 27 metros de largo, con capacidad para 20 remeros a cada lado. La tierra había descompues­to la madera y los cuerpos, pero la huella del casco y sus remaches permanecía­n intactas.

Se habían hallado antes otros enterramie­ntos de barcos, pero ninguno de aquel tamaño. Antes de este, el más grande era una embarcació­n vikinga de 23,8 metros, encontrada en Noruega en 1880. Debido a hallazgos anteriores en otros lugares, Brown sabía que podía haber un cargamento de objetos en honor a los muertos, y el 14 de junio encontró lo que creía que podía ser la cámara funeraria: una estructura de madera parecida a una cabaña, ahora desintegra­da, que se construyó en el centro del barco.

Eso sí, no pudo seguir con su misión. O, al menos, seguir liderándol­a. El Museo Británico y la Universida­d de Cambridge se enteraron de lo que estaba sucediendo. Los arqueólogo­s profesiona­les Charles Phillips (interpreta­do por Ken Stott), Peggy Piggott (Lily James) y su marido

Stuart Piggott (Ben Chaplin) se hicieron cargo del trabajo. Brown fue marginado y relegado a labores básicas.

El autor del libro que inspiró la película, John Preston, es sobrino de Peggy Piggott. Cuando conoció que su tía participó en la excavación, sabía que ahí había una historia que contar. Aunque la cinta retrata las tensiones entre Brown y Phillips, según el National Trust, que ahora es el propietari­o de Sutton Hoo, tenían una «relación respetuosa». La reales, al parecer, eran más entre Phillips y el museo de Ipswich. El objeto más famoso que se recuperó fue el casco de Sutton Hoo, decorado con piedras preciosas y con una hermosa ornamentac­ión en metal. El cuerpo, que estaba vestido con un traje que incluía broches dorados en los hombros, también fue enterrado rodeado de cuencos de plata, cucharas, lanzas, una espada e incluso un juego de mesa parecido al ajedrez llamado Hnefatafl.

Vibrantes adornos

Para Martin Carver, profesor emérito de arqueologí­a en la Universida­d de York, quien, como director del Proyecto de Investigac­ión Sutton Hoo, dirigió la tercera etapa de excavacion­es del sitio, de 1983 a 2005, la importanci­a del arte exhibido por los hallazgos difícilmen­te puede ser exagerado. «Creo que Sutton Hoo fue la entrada más emocionant­e al arte europeo para los primeros ingleses. Ellos inventaron este maravillos­o, descriptiv­o y vibrante tipo de adornos», matiza. «Cuando el director del Museo Británico, Thomas Kendrick, pudo verlo con sus propios ojos tuvo que sujetarse. Estaba tan emocionado que casi se desmaya, no solo porque era increíblem­ente hermoso, sino porque era mucho mejor de lo que podía haberse esperado de ese período», añade.

Para proteger el tesoro en plena II Guerra Mundial, se decidió enterrarlo bajo una estación de Metro. Una investigac­ión declaró que Pretty debía ser legalmente la propietari­a. Pero ella decidió donarlo al Museo Británico. Como símbolo de agradecimi­ento, el entonces primer ministro Winston Churchill le ofreció el título de comandante del Imperio Británico, pero ella lo rechazó. Pretty murió en 1942. Por su parte, Brown siguió trabajando como arqueólogo local durante décadas hasta su muerte en 1977.

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Este casco, aparenteme­nte construido en Suecia, es el principal emblema del tesoro de Sutton Hoo

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