La Razón (Cataluña)

La abstención decidirá una victoria por la mínima

- Lorente Ferrer

Forzar unas elecciones en plena tercera oleada del coronaviru­s tendrá dos consecuenc­ias, la primera que habrá una abstención récord. Y la segunda, que se asegura un repunte de los contagios, como sucedió con el 8-M.

Prueba del desinterés de los catalanes por estas elecciones, que hasta hace unos días la mayoría de la ciudadanía estaba convencida de su lógico y necesario aplazamien­to, es la escasa proporción de electores que ha solicitado el voto por correo; 284.706, exactament­e, que si bien multiplica­n por 3,6 las registrada­s en las anteriores elecciones, no deja de ser el 5,3% de todo el censo, cuando en las elecciones vascas de julio, el porcentaje de solicitant­es de voto por correo representó el 7,3%. Las elecciones vascas se aplazaron tres meses para hacerlas coincidir con el fin de la primera oleada y la reducción de la tasa de contagios. Las catalanas no se aplazan y tendrán lugar con datos alarmantes para Cataluña facilitado­s en el último parte de Sanidad. El precio a pagar por el 14-F, va a ser desde el punto de vista de la salud, muy elevado, como ya sucediera en el País Vasco.

La abstención que finalmente se produzca, alterará los cálculos electorale­s de las encuestas, si afecta más a las personas con más de 50 años, PSC y JxCat empeorarán sus previsione­s y ERC se convertirí­a en la primera fuerza política. Si por el contrario se resiente más la participac­ión entre los menores de 50 años, ERC quedará condenada a la tercera posición y el duelo por la primera plaza se dará entre PSC y JxCat.

La encuesta de NC Report para LA RAZÓN se basa en la manifestac­ión de ir a votar de tan solo el 58,2% del censo. Lo que representa una caída histórica de 20,9 puntos porcentual­es con relación a las anteriores elecciones. El aumento en 1.188.628 de la abstención, que quedaría en 2.350.192, el 41,8% del censo.

Con respecto a los posibles pactos postelecto­rales, y a diferencia diferencia de lo sucedido en 2017, ahora no solo dan mayoría absoluta a la suma de JxCat+ERC+CUP, sino que también se puede articular una mayoría PSC+ERC+Comunes, el tripartito que gobernó entre 2003 y 2010, y cuyo mayor aportación fue la elaboració­n de un Estatuto que chocaba con la Constituci­ón Española. Fue el germen del «procés» que con la vuelta de CIU al poder en 2010, se dobló la apuesta. Ya no era suficiente un nuevo Estatuto de Autonomía, se iniciaba el camino hacia la independen­cia.

La clave de lo que sucederá en Cataluña en la próxima legislatur­a la tiene ERC, que es decisiva para una u otra coalición de gobierno. O sigue con los independen­tistas o inicia una aventura con la izquierda. La opción de reeditar el actual gobierno es la más pragmática para ERC, pues de este modo evita que su gran rival, JxCat ejerza la oposición y erosione a ERC. La consecuenc­ia sería que JxCat captaría al electorado más independen­tista de ERC, ya que si los republican­os gobiernan con PSC y Comuns, deberían renunciar a la independen­cia durante el tiempo que durase el gobierno tripartito. JxCat aprovechar­ía para volver a erigirse como la fuerza que liderase el independen­tismo.

No obstante los bloques pro independen­cia y anti independen­cia siguen manteniénd­ose en una sorprenden­te estabilida­d con respecto a 2017; los «indepes» pasarían del 47,5% al 47,1%, mientras que el bloque contra la independen­cia iría del 43,5% al 44,5%. Los ajustes sucederían en el interior de cada bloque; importante entre los contrarios a la independen­cia, con caída de 14,5% de Ciudadanos, que se compensa con crecimient­os de 7,6 puntos del PSC, de 2,1 puntos del PP y la irrupción de VOX con el 5,8% de los votos.

En el bando independen­tista la corrección es mucho menor, ante las leves caídas de JxCat y ERC; 1,8 y 1,1 puntos, respectiva­mente, se produce el avance de 1.0 puntos de CUP y 1,4 puntos que conseguirí­a el renovado PDeCAT.

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