«LA ULTRA DERECHA SIGUE PENSANDO EN TÉRMINOS MASCULINOS A VER QUIÉN LA DICE MÁS LARGA»
Arnado Otegi Coordinador de EH Bildu
ElEl nacionalismo catalán venera al nacionalismo vasco. Les gusta su determinación, haberse arremangado cuando ha sido necesario para no mancharse los gemelos y haber sabido conservar sus privilegios con un marchamo histórico impecable, ficciones aparte. La foralidad y el cupo –un algoritmo de sacristía– es una conquista de las guerras carlistas, y lo más extraño: habiéndolas perdido todas, acabaron conservando su hacienda propia. Incluso el sector más sincero del nacionalismo catalán siente fascinación por la facción criminal del nacionalismo vasco. Pero hay algo que no acaban de entender, algo que perjudica su construcción cultural: ¿cómo siendo tan vascos, parecen tan españoles? Ayer, ERC llamó a Otegi para que les echara una mano en las elecciones porque éste, aún no diciendo nada, su sola presencia remueve las entrañas de la tierra –el medio es el mensaje–, y luego poder de decir al oído, cuchicheando, cobardes: «Los vascos si tienen “pebrots“» (bemoles o huevos). Quieren decir que con ETA la cosa les hubiera ido mejor («pueblo armado, pueblo respetado», gritaban los jóvenes). Lo probaron, pero las bombas no les funcionaban... Otegi sacó una nota que le había preparado un laboratorio de ideas abertzale y dijo: «La ultra derecha siempre celebra actos en contra, sigue pensando en términos masculinos a ver quién la dice más larga, a ver quién crispa más, más odio genera». A él, desde luego, nadie le va dar lecciones de crispación y odio, ni de armas largas. Ellos son la extrema derecha y la extrema izquierda. Todo. A su lado, lloroso, estaba Oriol Junqueras, carlistón de corazón, que estaba de permiso carcelario –como Nalvany en Rusia–, y recordó la similitud de estos tiempos con la República que, tras la victoria del Frente Popular en febrero del 36, amnistió al gobierno de la Generalitat que organizó el golpe de octubre del 34. Allí estuvo Chaves Nogales para contarlo. Escribió: «Un gran entusiasmo popular, del que todos los catalanes son partícipes, y nada más. ¿Después?». El final ya es sabido.