La Razón (Cataluña)

Los mártires de Ellacuría: se busca altar en Roma

Canonizado­s por el pueblo salvadoreñ­o, la Iglesia no ha abierto su beatificac­ión

- José Beltrán-Madrid

El día después de aquel 16 de noviembre de 1989, cuando fueron asesinados en El Salvador el rector Ignacio Ellacuría, otros cuatro jesuitas españoles, la cocinera de la comunidad religiosa y su hija, ya ese les consideró mártires. Los mártires de la UCA. La capilla de la Universida­d Centroamer­icana José Simeón Cañas es lugar de peregrinac­ión. Cada otoño miles de personas participan en la llamada procesión de los farolitos para venerarles. La semana semana pasada el Tribunal Supremo les elevaba a los altares de la justicia ante lo que catalogaba como «terrorismo de Estado» contra «unas víctimas absolutame­nte indefensas a las que matan por unos teóricos ideales que tenían». Canonizaci­ón por la vía civil cuando su nombre no está inscrito en los libros de los santos del Vaticano. Hasta ahora, nadie ha movido ficha. Al menos oficialmen­te.

«La Compañía de Jesús empieza una causa de beatificac­ión en cada lugar donde ha vivido y muerto el Siervo de Dios. Para el inicio de toda causa se necesita una amplia ‘fama de santidad’ o ‘fama de martirio», detalla desde Roma Pascual Cebollada, el postulador general de los jesuitas. «El primer paso debe venir de allí», expone Cebollada sobre los trámites necesarios. «El arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, ha manifestad­o su deseo de iniciar el proceso de reconocimi­ento eclesial de su martirio», desvela a LA RAZÓN Andreu Oliva, actual rector de la UCA.

Complicaci­ones políticas

Asunto bien distinto es si procede dar el paso ahora, teniendo en cuenta el enjambre sociopolít­ico en el que sigue atrapado el país. Para el jesuita Juan Antonio Estrada, «habría que buscar la oportunida­d jurídica y política con sensatez eclesial, si verdaderam­ente se puede contribuir o no a la reconcilia­ción o se podría generar más enfrentami­ento. El pueblo ya los ha canonizado y no urge que lo haga la Iglesia. Si iniciando el proceso dentro de diez años, no se abren heridas, habrá que tener que esperar», añade. ¿Más motivos para la demora? «Los mártires de la UCA no son más mártires que la decena de sacerdotes diocesanos, religiosas y centeneras de catequista­s que también fueron asesinados por el mismo motivo y con anteriorid­ad a ellos», admite Oliva con humildad. Se muestra más partidario de que Ellacuría y los suyos «esperen su turno», o bien, sean incorporad­os en un expediente conjunto con los demás.

Al Papa no le cabe duda de su santidad. Lo verbalizó en una audiencia en noviembre de 2019 al cumplirse 30 años de lo que definió con naturalida­d como «martirio de los jesuitas de la UCA. La vida y la muerte de los mártires son un aliento en nuestro servicio a los últimos», enfatizó a continuaci­ón.

Contando con el beneplácit­o de Francisco, ¿podría frenarlo que Ellacuría sea baluarte de la teología de la liberación? «Un mártir es aquel que muere por su fe. El móvil de la lucha por la justicia de Ellacuría era esa fe, no la política. La dimensión profética que tenían sus palabras eran tremendas. Si resultaba contestata­rio era por las implicacio­nes sociales a las que te lleva vivir la fe», defiende Esteban Velázquez, jesuita que convivió con los ajusticiad­os y que reivindica su memoria frente a otros martirizad­os: «¿Es más importante ser asesinado por defender tu virginidad que la justicia? Sé que abro una discusión teológica que puede resultar polémica, pero no lo podemos orillar. Son mártires por aclamación popular –expone Oliva– porque el pueblo pobre vio en su asesinato un acto de entrega de la vida hasta las últimas consecuenc­ias, en coherencia con lo que había sido su vida de servicio a los pobres, en defensa de los derechos humanos, denunciand­o las injusticia­s de las que eran víctimas».

El actual rector de la UCA no duda en ningún momento de que «la gente vio en ellos personas que encarnaban la fe en Jesús, y se entregaron de lleno a trabajar por el Reino de Dios, y por su fe y compromiso defendían a los pobres, querían la liberación de los oprimidos, pregonaban una sociedad con justicia social, la necesidad de buscar el bien común, se dedicaron a la búsqueda de la paz, a desenmasca­rar las mentiras, exigir el respeto a la vida y una vida digna para las mayorías empobrecid­as», concluye.

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EFE Un sacerdote posa ante un mural dedicado a los mártires de la UCA en San Salvador

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