El niño que trasteaba con el dibujo y las acuarelas
Tenía 91 años, pero la cabeza y el cuerpo aún estaban llenos de vitalidad. Aunque de orígenes gallegos, había nacido en Madrid en 1929 en el seno de una familia humilde. «Desde niño empecé a trastear, primero con el dibujo y luego con acuarelas, pero fue en el taller de Manuel Mampaso, donde decidí mi futuro». Efectivamente, en 1949 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios y, al año siguiente, ingresó en la Academia de San Fernando, donde empezó a experimentar con el cubismo y la materia. Pero aquello dura poco y, tres años después, ya opta por la abstracción. En 1955 abandona la docencia y se traslada a París gracias a una beca del gobierno francés. Una exposición en la Galería Arnaud, donde vende algunas obras, y el tercer premio en la I Bienal del Mediterráneo celebrada en Alejandría, le animaron a establecerse en Francia.
En 1957, Luis Feito fundó el grupo El Paso con diez artistas: Rafael Canogar, Antonio Suárez, Martín Chirino, Juana Francés, Manuel Millares, Antonio Saura, Manuel Rivera, Pablo Serrano y Manuel Viola, y dos escritores, Manuel Conde y José Ayllón. Aunque el colectivo se disolvió pronto, las carreras individuales de todos ellos se dispararon a partir de entonces. Fue seleccionado para la Bienal de Sao Paulo de aquel año y para la Bienal de Venecia del año siguiente. Luego vendrían las exposiciones del MoMA y en el Guggenheim de Nueva York.
Su abstracción matérica, que había incluido a partir del año 62 el color rojo y estructuras circulares, fue el inicio de una nueva etapa que desarrollará en la próxima década. Su obra se irá simplificando y se hará más geométrica. La influencia del arte oriental y japonés será muy evidente. Pero su éxito internacional no fue acompañado con la valoración de su obra en España. Y es que a su vida parisina seguirá el traslado en 1981 a Montreal por dos años y, posteriormente, su establecimiento en Nueva York en los noventa. Hará tímidas apariciones en nuestro país: en la inauguración del Museo de Arte Abstracto de Cuenca y en la retrospectiva de 1988 que le dedicó el Museo Español de Arte Contemporáneo. Pero para entonces el Estado francés ya le había nombrado Oficial de la Orden de las Artes y las Letras del país galo.
En España el reconocimiento llegó tras su regreso a Madrid. Entonces se sucedieron las exposiciones y los premios; su incorporación a la Academia de Bellas Artes de San Fernando o, muy recientemente, el Premio Nacional de Arte Gráfico. Era uno de los grandes y su capacidad creadora seguía viva. Hace apenas unos meses volvió a exponer. Seguía recibiendo en su casa de la plaza de la Villa de París como si fuera un apéndice del Boulevard Saint-Germain. Y recibía las propuestas de exposiciones con la ilusión de un niño, pero también con las ganas del maestro que en realidad ha sido. Descanse en paz.