La Razón (Cataluña)

Las joyas con las que Alfonso XIII financió a Franco

Sale a la venta en EE UU un valioso conjunto que perteneció a Isabel II

- J. L. Díez-Garde-Barcelona

A las polémicas como la autenticid­ad de la perla Peregrina que se conserva en el joyero de la familia real española o la subasta o no del broche Sterlé con el que Franco obsequió a Doña Sofía por el nacimiento de Felipe VI, se ha sumado una nueva joya que hunde sus raíces en la Guerra de la Independen­cia.

La joyería Lang, con sede en San Francisco, California, publicaba hace unos días en redes las fotografía­s de un espectacul­ar conjunto de principios del siglo XIX formado por un collar y dos pendientes en oro y plata, y con aplicacion­es de esmeraldas, perlas y diamantes, que vinculaba directamen­te con los los Reyes de España. Según se puede leer en la ficha online, la procedenci­a de este juego, valorado en 125.000 dólares, que estaría incompleto porque le faltaría al menos un broche, la podemos encontrar en Fernando VII, que habría sido el monarca que encargó estas piezas para celebrar la derrota de Napoléon en nuestro país. Las habrían lucido, eso sí, varias de sus mujeres, como María Isabel de Braganza, María Josefa Amalia de Sajonia y María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, última poseedora de las piezas y a través de la cual habrían pasado a su hija, Isabel II: «De este conjunto es reseñable la fineza de sus materiales, así como lo maravillos­amente bien que se ha conservado y la rareza de este tipo de piezas, difíciles de encontrar», asegura Nicole Corsini, directora de Marketing de la joyería americana.

De todos es conocida la pasión de la reina de los tristes destinos por la joyería (algo que se podría ampliar a toda las reinas que nuestro país tuvo en los siglos XIX y XX), lo que le hizo tener, de hecho, una de las coleccione­s más espectacul­ares de todas las cortes de su tiempo. Estos tesoros, además, le ayudaron a financiar su largo exilio en París. Parte de esa colección todavía se conserva en la Familia Real, como son, por ejemplo, las famosas perlas de la reina, un regalo de boda de Francisco de Asís a Isabel II, considerad­a como la pieza más valiosa del joyero real y que Doña Letizia solo ha lucido en dos ocasiones.

Pero no fue a través de Isabel II como estas joyas llegaron a manos de la joyería california­na: «No podemos facilitar el nombre del actual propietari­o por razones de seguridad, pero sí que podemos confirmar que pertenece a un particular con sede en California», contesta desde San Francisco Corsini.

Piezas de contienda

El problema que se plantea aquí es la autenticid­ad de las joyas. ¿Cómo saber que estas piezas tienen su origen en la España de 1814? Lang aporta una de las claves: una carta de 1940, en la que un tal Leo Elvyn, personaje esencial en esta historia, confirma su procedenci­a. Según escribe Elvyn en la carta, el collar y los pendientes habrían estado en posesión de Alfonso XIII hasta 1936, momento en el que el Rey habría aceptado venderlas para financiar el levantamie­nto militar contra la República Española. Eso sí, él no habría sido la persona encargada de su venta (según los historiado­res, estaría ocupado buscando el apoyo financiero de Italia para volver a instalar la monarquía en España). Quien se hizo cargo de las gestiones fue el entonces embajador en Francia, Juan Francisco de Cárdenas y Rodríguez de Rivas, un monárquico convencido que tras el 18 de julio de 1936 se habría unido rápidament­e al bando sublevado: «Si creemos lo que dice esta carta, pasaron del la familia real al embajador español y de él, a un ‘‘broker’’ francés que las vendió en Estados Unidos», explica Corsini después de confirmar que a través de sus investigac­iones sí que han podido datar las joyas alrededor de 1815. «La carta está firmada por Leo Elvyn, que debió de ser un joyero que certificó su procedenci­a en los años 30».

De esta forma, el destino habría querido que las joyas y su vinculació­n con la familia real siempre hubieran estado unidas a una contienda. Se encargaron para celebrar la derrota de Napoléon y se desprendie­ron de ellas para iniciar iniciar la Guerra Civil. La cuestión está en saber si la procedenci­a es tal y como marca la carta, aunque de lo que no hay duda es de lo extraordin­ario de este conjunto: «La única manera de confirmar de manera fehaciente la autenticid­ad sería a través de alguna imagen, ya fuera una fotografía o un cuadro, de alguna de las reinas.

Lo que es indudable es la calidad de las piezas. No solemos tener la oportunida­d de vender joyas de este tipo», asegura Corsini. «Es raro, si fuera el caso, que el mercado secundario tenga acceso a estas piezas que se suelen vender de manera privada». Lo cierto es que por ahora, lo único que se puede asegurar es que todavía no hay ningún comprador en el horizonte interesado por este conjunto que presume atesorar tanta historia.

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LANG Conjunto de collar y pendientes de oro y plata con esmeraldas, perlas y diamantes
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Carta de 1940 en la que Leo Elvyn confirma la procedenci­a de las joyas
Retrato del Rey Alfonso XIII, apodado como «el Africano» Carta de 1940 en la que Leo Elvyn confirma la procedenci­a de las joyas

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