Un sospechoso deseo culpable
Stéphane Demoustier propone una personalísima adaptación del filme argentino «Acusada» y revisita una trama judicial compleja en la que una joven de 16 años es acusada de asesinato y ve vulnerada su presunción de inocencia
Cuando la abogada de Lise Bataille pronuncia con tono aguardentoso y rotundo semblante la defensa de su clienta, el Juzgado de lo Penal parisino calla. «¿Qué sabemos nosotros de los jóvenes de 16, 17 o 18 años? ¿Qué sabemos de sus contraseñas? ¿De la relación que tienen con sus cuerpos? ¿De sus deseos, sus fantasías, de sus heridas? Sea como sea, la libertad sexual es un derecho. Desde hace tiempo. Así que no caigan en una acusación tan anticuada», añade con ademán triunfante. Ante la evidencia de ese alegato repleto de enérgica denuncia cabe preguntarse por qué la chica de ojos escrutadores que permanece atenta al otro lado de la pantalla de plástico se encuentra sentada en el banquillo de los acusados. ¿Qué delito ha cometido? ¿De qué manera ha sobrepasado la ley? ¿Por qué sale a colación la libertad sexual de la joven? El cineasta francés Stéphane Demoustier contextualiza: «Decidí centrarme mayoritariamente en el juicio porque este tipo de procesos ya implican una puesta en escena, un desarrollo y un final concluyente en el que se decide si el implicado en cuestión es culpable o inocente. El hilo de suspense está ahí de manera natural. Me parecía muy interesante el momento de crisis que atravesaba el propio proceso judicial y también la manera en la que se exacerba esa gran pregunta que todos nos hemos planteado alguna vez de si conocemos o no a nuestros hijos».
La protagonista de la nueva película de Demoustier es detenida en la playa colindante a la casa de veraneo de la familia tras ser acusada de haber asesinado a su mejor amiga. Transcurridos dos años de la detención, la cámara sitúa al espectador en el corazón del juicio y de esta manera da comienzo un extenuante proceso en donde el señalamiento jurídico traspasa los límites del derecho y convierte a la acusada en sospechosa por el hecho de relacionarse libremente con el placer. «Aunque vivimos en una sociedad progresista en donde se supone que hay igualdad de género, no cabe duda de que el tratamiento
en este juicio concreto que muestro en la película hubiese sido muy distinto si el acusado llega a ser un hombre. La sociedad arrastra todavía los latigazos del patriarcado. La actitud de la madre de Lise, por ejemplo, puede resultar chocante porque decide distanciarse mientras que el padre es quien muestra mayor empatía por la situación y automáticamente los jueces asumen que resulta más extraño y reprobable por tratarse de una mujer», reconoce el cineasta.
Frialdad gestual
Uno de los planteamientos más reflexivos que introduce Demoustier en la trama es el relativo a las extrañas relaciones paternofiliales y el desconocimiento prolongado que muchas veces lleva consigo. Mediante el incisivo interrogatorio que realiza la fiscal, los padres de Lise van descubriendo por primera vez los hábitos sexuales de su hija. Tal y como él mismo afirma, «mi experiencia como padre joven me dice que nunca llegamos a conocerlos de verdad. Nunca. Desde el momento en el que nacen nos demuestran su alteridad, es algo inevitable. Hay una cosa que resulta bastante contradictoria, como es el concepto “carne de nuestra carne” a través del cual podemos llegar a pensar que en realidad sí sabemos cómo son realmente nuestros hijos. Pero en se trata de una cosa imposible de adivinar».
A medida que el juicio avanza, la frialdad gestual de la joven y la naturalidad con la que afronta la situación se van tornando sospechosas. «Quería ofrecer una interpretación abierta sobre lo que se dice, sobre lo que se oye y sobre lo que se ve. Por eso el silencio de Lise tiene infinidad de lecturas. Sabía que no quería un rostro con pasado cinematográfico y Melissa Guers resultó ser perfecta para ello», concluye.