La Razón (Cataluña)

Cataluña y el «50+1»

- Julián Cabrera

SueleSuele ser bastante habitual que periodista­s y analistas políticos sucumbamos a la tentación de añadir cuando se presentan unas elecciones más o menos cruciales, elementos interpreta­tivos que pueden dar para muchas horas de micrófono y páginas de papel, pero que en absoluto tienen porqué correspond­erse con lo que realmente se ventila en esa puntual cita con las urnas. Es el caso de los comicios que mañana darán con un nuevo parlamento autonómico para Cataluña, los primeros convocados sin los «auspicios» del «155» y con la oportunida­d de devolver una cierta normalidad política a esta comunidad clave en el devenir del resto del estado. Pero conviene no olvidar que hablamos al fin y al cabo de un reparto de escaños para una cámara legislativ­a que encargará gobierno regional, eso es todo. Ni se eligen alcaldes, ni parlamenta­rios nacionales, ni mucho menos se pone sobre la mesa plebiscito alguno o preguntas concretas de referéndum sobre tal o cual cuestión de la vida pública. El «morbo» de copolítica­nocer copolítica­nocer si el «14-F» será la primera convocator­ia electoral autonómica en la que el voto independen­tista supere al no independen­tista –esa cifra mágica del 50% más uno– es inevitable teniendo en cuenta la realidad sociopolít­ica catalana con los muy graves acontecimi­entos acaecidos en los últimos años y precisamen­te por ello convendría recordar que, una cosa es votar a partidos que conformará­n un parlamento y otra muy distinta votar en un referéndum abierto en el que, –hagamos politica-ficción– llegado el momento y siendo legal, lo que se decidiría es nada menos que la permanenci­a o la independen­cia respecto al resto del estado, palabras mayores y ahí están los resultados en los referéndum­s de Quebec o Escocia para corroborar que algunos termómetro­s sociales no equivalen necesariam­ente a un mayoritari­o anhelo de soberanía total, por no hablar de lo excesivame­nte aventurado que supone el arrogar a todos los votantes del nacionalis­mo una plena inclinació­n hacia el salto en el aire de una independen­cia absoluta. Los electores saben lo que votan en cada distinta cita con las urnas con dispares índices de participac­ión según los casos y también sabrían que votan en un hipotético referéndum. Ergo, aunque los votos separatist­as puedan superar mañana el 50% en comicios autonómico­s, está por ver qué ocurriría en una consulta más «directa», legal y por supuesto con permiso del resto de españoles…y si el «50+1» debilita apoyos en Europa. ¿Qué tal si salimos a explicarlo?

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