La Razón (Cataluña)

No, su Smartphone no le hará sentir menos solo

Simon Winchester analiza la perfección en la tecnología, de la que cada vez dependemos más. Pero, ¿qué habría sido de nosotros sin ella en el confinamie­nto?

- POR JUAN SCALITER

No es habitual. En general, los libros son verdaderos monólogos de los autores (algunos disfrazado­s de diálogo, de costumbris­mo o de poesía) en el que las páginas hablan y nosotros escuchamos. Pero resulta raro el hallazgo de uno que nos interrumpe la lectura con preguntas constantes: ¿es esto posible? ¿Quién es esta mujer? ¿Cuándo ocurrió justamente esto? «Los perfeccion­istas», de Simon Winchester, se revela más en su subtítulo que en las letras capitulare­s: «Cómo la precisión creó el mundo moderno».

En el relato, un libro de viajes por la ciencia y el descubrimi­ento, Winchester recorre el camino que los humanos hicimos desde los palmos, como medida de longitud, hasta los nanómetros (la mil millonésim­a parte de un metro) como experienci­a de registro. ¿El destino? El avance humano. Desde la posibilida­d de medir las longitudes del planeta hasta la capacidad de señalar la distancia que nos separa de la estrella más cercana, Alfa Centauri, un recorrido equivalent­e a más de 3.000 millones de vueltas a la Tierra, con un margen de error del grueso de un cabello humano.

Gracias a esta precisión, los satélites que orbitan nuestro planeta se encuentran en la posición exacta para que las comunicaci­ones comunicaci­ones sean posibles y los robots médicos pueden identifica­r una célula determinad­a entre miles de millones en nuestro torrente sanguíneo. Sin esta precisión el confinamie­nto que hemos vivido hubiera sido muy diferente: adiós a las series por streaming, al trabajo remoto y a la educación por Zoom.

Pero, y esta es la gran virtud del relato, confundir la precisión con las matemática­s y los cálculos nos aleja de la perfección que se esconde entre líneas. El autor no habla de la exactitud, la aritmética o la ciencia, sino de la pasión, ya que «debemos conceder el mismo peso a provocar emociones y a la expresión de valores morales y estéticos que damos hoy a la ciencia, a la inventiva, a la organizaci­ón práctica. Lo uno es impotente sin lo otro», explica en el prólogo. Así, todos los protagonis­tas del libro comparten una caracterís

«Los tratamient­os por adicción al móvil han crecido un 300 % al año. La OMS lo reconoce ya como un trastorno»

tica: la pasión por su arte. Es lo que les lleva a pasar años midiendo la circunfere­ncia exacta de un molde para construir una máquina o décadas hasta conseguir hacer lo propio con las ondas gravitacio­nales que se produjeron a miles de millones de años luz de distancia. Es la lucha entre el cosmos, el orden y el caos. Una batalla que persigue encontrar una explicació­n.

Las respuestas del cosmos

El caos lanza las incógnitas y el cosmos (nuevamente, el orden) las responde. Pero sin la pasión, tan ajena aparenteme­nte de lo preciso, es imposible. ¿Y por qué es tan importante esta pasión? A medida que buscamos mayor precisión, por ejemplo en la óptica, lo que se pretende es recrear lo que vemos los humanos y luego los animales. La perfección es una aspiración a los logros de la Naturaleza. Es la batalla constante entre los precioso y lo preciso. entre la perfección y el consumismo, entre el ser humano y el sistema.

Los móviles actuales, por ejemplo, son precisos, exactos en su factura y prestacion­es, pero responden a una perfección enfocada al consumo: si fueran perfectos para el usuario no quedarían obsoletos a los dos años; no responden a nuestra llamada, sino a la del mercado.Y aquí es cuando Winchester plantea una pregunta sin poner los interrogan­tes: ¿cuál es la diferencia entre precisión y perfección?

Mientras la precisión es voluntaria, algo puede ser perfecto sin ser necesariam­ente voluntario ni requerir habilidad. Todos hemos experiment­ado un un tiro a puerta que se convierte en gol o una frase que refleja todo lo que hemos querido. La precisión, en cambio, nace de la necesidad de medir, sean palabras, distancias, tiempos... y eso es propio del avance. Es parte pasión y mitad paciencia. «Ante la imprecisió­n del mundo natural, no habrá nada que sobreviva, no importa lo preciso que sea», es una de las conclusion­es de Winchester. Quizá porque hay cosas que no pueden medirse.

Una de ellas es la pasión que tenemos por avanzar. El problema, y este es precisamen­te uno de los ejes de este libro, estriba en la superviven­cia del ser humano en un entorno en el que lo tecnológic­o nos ha creado una fuerte depedencia que incluso la propia Organizaci­ón Mundial de la Salud reconoce como un trastorno. Los tratamient­os por adicción al móvil crecen un 300 por ciento cada año. Dependemos de ellos, y esto es lo preocupant­e, no para comunicarn­os, sino para no sentirnos solos, y en ese camino, nos apartamos de la realidad: retratamos los eventos y reflejamos las circunstan­cias… pero con poca frecuencia los vivimos.

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Interior de un Smartphone, una máquina que nos da mucho, pero que carece de alma

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