La Razón (Cataluña)

«Nuestro tejido cultural se muere»

Desde hoy conducirá en el Teatro Real el maratonian­o desafío de las cinco horas del «Siegfried» de Wagner

- PABLO HERAS-CASADO DIRECTOR DE ORQUESTA

EPOREPOR

MATÍAS G.REBOLLEDO MADRID n un año complicado a todos los niveles, el director de orquesta Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) comienza 2021 con un reto titánico: entre hoy y hasta el 14 de marzo, conducirá en el Teatro Real de Madrid las ocho representa­ciones del «Siegfried» de Wagner, de cinco horas de duración cada una. Centrado en su arte, el maestro atiende a LA RAZÓN para hablar del momento de reflexión que le supuso la pandemia respecto a su estilo de vida y también para ofrecer su punto de vista sobre el «abandono institucio­nal» de la cultura en nuestro país, algo que cree que tiene su origen en el poco respeto que se muestra por la misma desde el propio sistema educativo. –¿Cómo se tomó el parón que forzó la pandemia?

–Como todos, imagino. Con una sensación de perplejida­d y de no saber muy bien qué estaba pasando. De repente se detuvieron todas nuestras vidas. En lo profesiona­l, sí es cierto que disfruté mucho los primeros tres meses, aunque quede egoísta decirlo. He tenido tiempo para mí por primera vez en 25 años y eso ayuda profundame­nte a reflexiona­r. Estar en casa me permitió recuperar mi espacio y también mi tiempo interior. La pandemia me permitió salir de la vorágine de viajes, de idas y venidas, que es mi vida.

–¿Se ha llegado a acostumbra­r a esta nueva «marcianida­d»? –Esta es nuestra realidad ahora y creo que, tanto yo como mis compañeros, ya nos hemos acostumbra­do. Incluso haciendo vida normal o en esa versión limitada de la vida social que podemos tener… Ya todo es parte de ello. Poder subirse a un escenario, en las condicione­s en las que a uno le pidan, sigue siendo un privilegio.

–En el «Siegfried» que estrena hoy en el Teatro Real, hay músicos situados en los palcos de platea para respetar las distancias sanitarias. ¿Está contento con la solución?

–Era esencial que la cuerda, siendo el corazón y el alma del discurso musical, se quedara en el foso de manera uniforme. A mi izquierda y mi derecha, habrá músicos que, a la dificultad de las propias piezas, tendrán que añadir no escuchar en condicione­s normales al resto de la orquesta y deberán fiarse de mis instruccio­nes más que nunca. Es un desafío y estamos muy contentos con el resultado que está dando. Esa es la magia de la música clásica, que cada segundo de la obra está lleno de fluctuacio­nes levísimas en el tiempo, como si fuera un ente orgánico. La ópera está viva y en cuatro horas de música es inimaginab­le la cantidad de latidos que emite.

–¿No cree que se hace ciertament­e inaccesibl­e con esas cuatro horas de música y cinco de espectácul­o?

–Cada vez que alguien que no está muy puesto en ópera viene y se sienta durante toda esa duración titánica, la respuesta suele ser la misma: «Se me ha pasado volando». Esa es la mejor señal de que importa ya no solamente lo que hacemos nosotros, sino lo que Wagner inventó y creó, que tenía todo el sentido y necesitaba dicha extensión para crear y contar ese milagro.

–Si lo sanitario tenía que ser obligatori­amente lo primero, ¿por qué lo cultural ha sido lo último?

–No sé si ha sido lo último del todo, pero desde luego no nos hemos sentido queridos ni arropados. Siempre somos los últimos en los discursos políticos, y cuando hay que recortar, siempre se sufre más en el ámbito cultural. Siempre vamos a las cifras y a los millones de visitantes, pero, ¿no vendrá una buena porción de esa cifra de turistas a disfrutar de nuestra cultura y nuestro patrimonio? Nuestro tejido cultural se muere.

–¿Qué cultura consume usted además de la música? –Tengo reciente «La lista de Schindler», que no la había visto. Me pareció una auténtica obra de arte. Siendo una película accesible, de Hollywood, es extremadam­ente potente. Aparte de la música, claro. Es una película que irá envejecien­do cada vez mejor.

–¿Qué retos le quedan por delante?

–Antes decíamos «Dios mediante», pero me temo que a partir de ahora será «Covid mediante». En cuanto terminemos las ocho representa­ciones de «Siegfried», me voy a París a dirigir una serie de conciertos y después de esto a Hamburgo y a Viena, a hacer más ópera. En principio la agenda sigue viva, todo está sobre el papel y todo el mundo confía en que esto se vaya haciendo más liviano.

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JESÚS G.FERIA

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