SCORSESE, CONTRA EL «STREAMING»: SEGUNDO ASALTO
«El director vuelve a erigirse como defensor de la experiencia cinematográfica completa»
CuandoCuando Netflix sacó a pasear la cartera e hizo efectivos los 150 millones de euros que costó quitarle las arrugas a Al Pacino en «El irlandés», parecía que Martin Scorsese daba por enterrada el hacha de guerra y, al menos por el momento, zanjada su cruzada contra las ya no tan nuevas plataformas de «streaming». La queja del director de «Toro salvaje» y «Taxi Driver», además de contra los superhéroes y ese cine asexual y presuntamente apolítico que llena (o llenaba) las salas de todo el mundo, venía justificada por una sensación de vacío creativo en la industria por el que las películas, como las salchichas, se entregaban al taylorismo. Dos años después, «Marty» vuelve a erigirse como legítimo defensor defensor de la experiencia cinematográfica completa. Después de que el gigante de las plataformas rechazara la financiación de su nuevo proyecto, un «western» para el que ya ha cerrado a DiCaprio y De Niro y que acabado pagando Apple, el director neoyorquino ha cargado contra las plataformas usando el «contenido» como arma arrojadiza.
Según Scorsese, que se ha explayado con motivo de una oda a Fellini publicada en «Harper’s Bazaar», «el contenido se ha transformado en una palabra comodín para cualquier imagen en movimiento: desde una película de David Lean, al vídeo de un gato, a un anuncio de la Super Bowl». Y añade: añade: «Si las sugerencias se presentan al usuario basándose en lo que ya ha visto, y eso solo atañe al tema que se aborda, ¿dónde queda el arte del cine?». En acertada comparación con lo museístico, Scorsese termina con un alegato sobre la labor curatorial y de comisariado, que, «lejos de ser elitista», entiende como «un acto de generosidad». Rencillas personales aparte, el quejido del director trasciende lo anecdótico: si el arte siempre importó poco en Hollywood, con la transformación de las audiencias en números de cuenta (Disney+ ya suma 95 millones de usuarios), el «contenido» se acerca peligrosamente a lo que solo debería atañer a los contenedores.