La Razón (Cataluña)

Incendiar para sobrevivir

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AlaAla formación liderada por Pablo Iglesias, a la sazón vicepresid­ente del gobierno de España, se le ha esfumado –entre otras cosas por las inesperada­s consecuenc­ias económicas de la pandemia– la posibilida­d de prometer trigo y además repartirlo desde el poder beneficián­dose, tal como estaba previsto hace poco más de un año, de su correspond­iente parte del botín de popularida­d y autoafirma­ción ante su electorado, a la hora de rentabiliz­ar la administra­ción de prebendas sobre todo en el terreno de los social. La parte podemita del gobierno lleva ya un tiempo comproband­o como su razón de ser en el ejecutivo –exceptuada­s las prerrogati­vas para engordar la nómina publica con cargos de asesores afines– no va más allá de sostener a Sánchez en la Moncloa. La caja está vacía, no hay medallas que lucir ante la propia feligresía cuando llegue el momento todavía lejano de desmarcars­e del socio socialista para afrontar una nueva cita con las urnas. Para mayor «INRI» la formación morada se topa elección tras elección con verdaderos y auténticos descalabro­s desde los pasados comicios municipale­s y autonómico­s, el descenso en las generales y las más recientes gallegas o vascas, parando el «golpe» en la Cataluña de los «comunes» donde manda Colau y donde Iglesias pinta poco por no decir nada.

Con este panorama, a nadie debería sorprender que la formación de Iglesias haya iniciado un camino en el que tratara de hace equilibris­mos de política cuántica manteniénd­ose en el gobierno, pero al mismo haciendo oposición al «poder», ya sea el de los poderes fácticos, el de la iglesia, el del Ibex-35, los grandes bancos o sencillame­nte los grupos de comunicaci­ón, comodín este último especialme­nte preciado entre los argumentar­ios de regímenes con dudoso pedigrí democrátic­o. Podemos necesita autoafirma­rse con su parroquia para no desaparece­r toda vez que ya no tiene ni dineros para repartir, ni capacidad de maniobra dentro de un gobierno especialme­nte vigilado por el ojo deEuropa.Hacerbande­radelaley«trans», la ofensiva contra la propiedad privada en materia de vivienda y hasta el cuestionam­iento de nuestra democracia y su monarquía parlamenta­ria van a estar a la orden del día, de la misma manera –y esto es todavía más grave– que el gen antisistem­a de Podemos impedirá cualquier condena a la violencia en las calles como la vivida esta semana en Madrid y Barcelona. Si la cosa se tuerce, vuelta a los orígenes, crispar para sobrevivir.

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