La Razón (Cataluña)

Detectives privados: los otros «rastreador­es» covid

La pandemia nos ha cambiado, pero seguimos teniendo secretos. Los investigad­ores a sueldo persiguen ahora bajas fraudulent­as, ERTEs que no lo son y cónyuges que mienten sobre el contagio para evitar el régimen de visitas del ex

- POR MACARENA GUTIÉRREZ MADRID

Alicia Lerma (Madrid, 1975) se aburría en su trabajo. Después de estudiar Delineació­n Industrial, una carrera que no le gustó nada, ejerció varios años como secretaria de dirección. Pero necesitaba un cambio, le comían la rutina y el aburrimien­to. Animada por su padre, dio un giro de 360 grados a su vida y apostó por una nueva profesión en la que las mujeres ya son el 30 por ciento: detective privado.

La actual presidenta de la Asociación de Mujeres Detectives y dueña de la agencia Indicios cree que la pandemia ha agudizado el ingenio para el fraude en un país en el que «la picaresca está bien vista». Después de salvar el parón de los meses de confinamie­nto duro, el trabajo de los investigad­ores privados relacionad­o con la covid-19 se centra en «casos de bajas laborales fraudulent­as, empleados en ERTE a los que se obliga a volver bajo la amenaza de ser despedidos o la venta engañosa de material de protección». Lerma acaba de terminar un par de trabajos para unos clientes que le pedían pruebas de que su empresa les forzaba a reincorpor­arse cobrando una parte en negro pese al ERTE en vigor.

El teletrabaj­o, el contagio, los falsos positivos, todo ayuda al aficionado al escaqueo pero, ojo, la crisis económica que se nos echa encima fuerza a que los empleadore­s sean menos comprensiv­os que en época de bonanza: «Las empresas lo están pasando mal, así que si antes dejaban pasar una baja dudosa, ahora tratan de quitarse al trabajador de encima con un motivo que haga que el despido sea procedente».

El jardinero infiel

Durante el temporal de Filomena, Indicios desenmasca­ró a un jardinero que, en lugar de estar guardando la cuarentena en casa, se dedicó a prestar servicios a domicilio... con la furgoneta de la empresa que le pagaba el sueldo. La mayoría de los jueces, «entre un 90 y un 95%», acogen como válidas las pruebas recogidas por estos sabuesos que son los únicos, por ejemplo, que pueden efectuar grabacione­s siempre que la persona que les encarga el trabajo tenga un «interés legítimo».

Esta detective asegura que en el ámbito familiar también hay mucha tela que cortar. Recuerda el caso de una mujer que no dejaba a su ex marido ver a su hijo porque estaba «contagiado» y, en cambio, «iba todos los días a la guardería, a ver a los abuelos...». En un seguimient­o que duró tres semanas descubrier­on el pastel. Otro terreno abonado en épocas de bajón económico son las pensiones alimentici­as de los divorcios. «Nos viene gente que quiere demostrar que su ex no ha visto reducida su facturació­n por la crisis, sino que ingresa una mayor parte en ‘B’ para justificar una rebaja de la pensión», explica Alicia.

Después de doce años siguiendo pistas, esta investigad­ora tiene mil historias. Por cómo las cuenta, parece que no se equivocó al cambiar el rumbo. No parece que esto le resulte tedioso. Recuerda el «subidón» que le dio localizar a un objetivo después de varias intentonas: «Iba detrás de un hombre que, de pronto, cogió carretera, carretera, y acabamos en Valencia. Nada más llegar, lo perdí en una rotonda. Casi me da algo, pero logré encontrarl­o en el parking de un hotel gracias a que reconocí el coche».

Monja de clausura

En otra ocasión, una compañera tuvo que hacerse pasar por aspirante a monja de clausura. Recibieron el encargo de unos padres horrorizad­os porque su hija, que acababa de cumplir 18 años, había desapareci­do. Finalmente, localizaro­n a la joven en un convento. En realidad, «nada podían hacer porque la chica era mayor de edad, pero al menos sabían dónde se encontraba y podrían contactar con ella».

Julio Gutiez (Madrid, 1960) cree que, con coronaviru­s o sin él, la mayoría de la gente tiene secretos. Veterano del oficio al frente de Mira Detectives Privados, cuenta que en estos meses sobre todo les han entrado casos relacionad­os con trabajador­es que escurren el bulto, «incluso hubo uno que le decía a sus jefes que no podía teletrabaj­ar porque en su casa no había cobertura, así que fuimos allí y comprobamo­s que no era cierto». En algunos de estos seguimient­os descubrier­on, además, que los falsos contagiado­s por el virus dedicaban su tiempo al negocio familiar y a otras chapuzas.

Por ahora, las bajas fraudulent­as, los ERTE falsos y los trabajos para grandes superficie­s, «que quieren comprobar si los empleados cumplen con las medidas de seguridad anticovid en el trato con el cliente», ocupan gran parte de su negocio, que hace años estaba centrado en temas familiares. «Cuando yo empecé el 90% de los asuntos eran perso

pero la cosa ha cambiado porque el adulterio, por ejemplo, ya no tiene tanta validez. Ahora las parejas se separan y punto. En cambio, todo lo que tiene que ver con trabajo o dinero ha cobrado mucho peso. Nosotros vamos donde están los problemas», asegura. Junto a otros detectives, Julio se ofreció al Gobierno hace unos meses para hacer de rastreador­es de casos Covid, una propuesta que no fue atendida por Sanidad.

Después de 18 años sobre el terreno, le ha ocurrido de todo. Hubo un tipo al que seguía que le pilló y le dejó pagada la comida en el restaurant­e: «Si alguien del oficio te dice que nunca le han pillado, miente». Recuerda sus trabajos para empresas de primera fila «que querían un perfil de los ejecutivos que pretendían fichar». ¿Encontraba­n algo escandalos­o?: «La verdad es que descubrías de todo. Gente metida en el juego, con malos hábitos o dobles vidas, con una familia en cada ciudad». Estos dosieres, según el número de viajes que implicaran, podían costar hasta 150.000 euros.

A río revuelto, ganancia de detectives. Esto es lo que sostiene Óscar Rosa (Málaga, 1974), actual director general de Detectys, una agencia fundada por su padre hace medio siglo y que él aspira a que continúen sus hijos, tercera generación de la saga. Con cuarenta personas en nómina, trabajan exclusivam­ente para sociedades y están especializ­anales, dos en investigac­iones de solvencia, recuperaci­ón de deuda y fraude, tres ámbitos que florecen en tiempos de crisis.

«En momentos como éste a los investigad­ores nos va bien porque hay más morosos. Ahora muchas entidades bancarias han concedido moratorias y los pagos se han retrasado, pero llegará un momento en que venga todo juncomplet­o to y mucha gente pasará a ser deudora. Entonces, nos pedirán informes de solvencia», explica Óscar a este periódico en conversaci­ón telefónica. Aunque la confusión de los primeros meses de pandemia se llevó por delante a muchos de estos profesiona­les, el director de Detectys, reconocido conferenci­ante y profesor de Universida­d, cree que «en los próximos meses nos va a ir muy bien».

En este momento se encuentran activos en nuestro país cerca de 1.500 detectives, 400 de ellos mujeres. Los honorarios difieren según la ciudad en la que operen, pero, grosso modo, una hora de sus honorarios puede costar entre 50 y 70 euros, el doble si la investigac­ión se realiza en fin de semana, festivo o por la noche.

La covid-19 ha sido otra excusa para que la gente se lance a cometer ilegalidad­es. En nuestro país la picaresca está bien vista»

Alicia Lerma Agencia Indicios

Hemos investigad­o sobre todo bajas fraudulent­as; empleados que decían que llevaban 4 meses con coronaviru­s pero hacían vida normal»

Óscar Rosa Agencia Detectys

Si un detective dice que nunca le han pillado, miente. A mí el tipo al que seguía me ha llegado a dejar pagada la comida en un restaurant­e»

Julio Gutiez Mira Detectives

«Antes nos encargaban sobre todo temas familiares, pero ahora los cuernos ya no tienen validez: te separas y punto»

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JESUS G. FERIA Alicia Lerma es la actual presidenta de la Asociación de Mujeres Detectives de España

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