Cocina veneciana en Madrid
cocina a veces es un viaje de los sentidos, un buen pasaporte para andar por el mundo y dar rienda suelta a la imaginación y a la memoria. ¡Venecia, quien no ha soñado con Venecia! .Cómo olvidar una noche bajo la escurridiza neblina en la plaza de San Marcos cuando el «acqua» alta nos deja helados los costurones del alma. Il Colombo nos trae todo ese arsenal de emociones en un recoleto restaurante madrileño. El antecedente barcelonés de Xemei continúa la saga.
Estamos ante un rincón de encanto cómplice que nos recuerda a veces al comisario Brunetti o ese territorio de la polenta ( harina de maíz hervida) que fue Edmundo D’ Amicis y su fundacional «Corazón». Caso de esas sepietas a la plancha sencillas sobre la propia polenta, la lengua con un elegante pesto de anchoas y perejil, muy esponjosa, precedida por una canónica burrata o un surtido de pescado veneciano, tal vez la nota más discreta, donde hay una bacala confitada y una sardina frita con cebolla. Luego, la cultura evidente de la pasta que, cuando se mima, adquiere categoría artística, pero, al vulgarizarse, es un trámite administrativo. Aquí en esta nave nocturna que es su mejor versión, resulta excelenLa te la receta de bigoli, de la propia abuela del propietario, los gnocchi con trufa negra y avellanas, la papardelle con ragú de liebre intensa. Por supuesto, cualquier spaghetti tiene ese ronco sabor a los canales.
Pero todo es un prólogo para la estrella de la noche, de pura osteria, ese hígado de ternera a la veneciana con polenta que nos estremece de gusto y gula. También, una precisa suprema de pescado, según «mercato». Rematamos el clasicismo con un postre feten como es el tiramisú, sin más adjetivos...
Vinos transalpinos en una carta ajustada, que acompaña este recorrido familiar y sentimental. Una de esas casas de comidas cariñosa, con el bandido Francesco orquestando la sala, que tiene la única pretensión de traer tradición emplatada. Otra cosa en efecto es hacer literatura.
Cocina: 8 Bodega: 7 Sala: 8,5 Felicidad: 8