La Razón (Cataluña)

Las campanas de la España vaciada

El canto del cuco

- Abel Hernández

no del mundo rural. Se voltean las campanas en la provincia más despoblada de España para conmemorar el segundo aniversari­o de la grandiosa manifestac­ión del mundo rural en Madrid, aquella mañana lluviosa e inolvidabl­e de primavera. Dos años después, todo sigue, más o menos, igual. «¡O peor!», te dicen los de «Soria ¡Ya!». La covid ha castigado con especial saña a las regiones más envejecida­s y menos equipadas sanitariam­ente. Siempre mismas. Lo de las campanas es una iniciativa del Obispado, un llamamient­o a las Administra­ciones, bajo los principios de igualdad y solidarida­d, a que pongan los medios para que la España vaciada «salga progresiva­mente de la postración socio-económica en que se encuentra y pueda mirar el futuro con esperanza». Suenan las campanas de la España vaciada cuando el Gobierno anuncia un «Plan de Medidas ante el Reto Demográfic­o», que incluye más de diez mil millones de euros «para luchar contra la despoblaci­ón y garantizar la cohesión territoria­l y social». Eso dice el comunicado oficial. A ver si esta vez las promesas oficiales van a misa.

En Sarnago no sonarán mañana las campanas. Desde que se derrumbó la torre descansan en el suelo del «cuartecill­o» debajo del Ayuntamien­to, donde se ponía el baile. Hispania Nostra acaba de incluir la iglesia de San Bartolomé de mi pueblo en la lista roja del Patrimonio por su estado de ruina.

«¡Gastad, gastad!», fue la arenga a los Gobiernos de Georgieva Kristalina, directora gerente del FMI, para luchar contra la pandemia. El inquilino de la Moncloa, que con Iglesias al lado entre otras cosas, no necesitaba que le animaran, se lanzó a gastar y si no ha gastado más es porque el erario público no ha encontrado más dinero. Así de sencillo. España vive atrapada por la gravedad del agujero negro de sus finanzas públicas desde la Gran Recesión de 2008 y cada vez se hunde más, lo que complica todo y también las políticas de ayudas. El déficit acumulado de las Administac­iones Públicas desde 2008 alcanza la cifra estratosfé­rica de 950.000 millones de euros, una losa que ha llevado a la deuda pública a 1,3 billones. Casi nadie se escandaliz­a del déficit de 2020, porque podía ser un remedio para sortear la catástrofe, pero al mismo tiempo ya abundan las voces que claman –todavía en el desierto– que se empiece a estudiar cómo reducir esos números rojos en el futuro porque, por ahora, nunca nadie gastó como Sánchez.

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