La Rusia olvidada: gulags, bolcheviques y pianos
Sophy Roberts publica «Los últimos pianos de Siberia», un recorrido por la historia de esa región desde Catalina la Grande hasta Yeltsin a través del variado destino de estos instrumentos musicales
formularios telegráficos y dos pequeños cuadernos de notas».
La Revolución Rusa de 1917 marcó un antes y un después en el país. Fue un momento difícil para la supervivencia de los pianos. «Supuso una violenta desintegración de la sociedad civil. Hubo cortes de luz, robos y colas de pan. A medida que se extendía el caos político, los instrumentos fueron robados, vendidos a extranjeros y quemados como leña. Se amontonaban pianos en la parte trasera de los camiones y se los conducía por las ciudades para hacer propaganda “en vivo” a las masas», explica.
La escritora y periodista apunta que durante ese periodo las fábricas de pianos, «que ya se tambaleaban debido al impacto de la Primera Guerra Mundial», dejaron de fabricarlos y que «los músicos huyeron de Rusia en masa, temerosos del orden social cambiante».
Transcurridos esos momentos iniciales de pánico, desconcierto y exilios apresurados, cuando los diferentes instrumentos musicales se usaron para tapar ventanas o levantar paramentos en los muros resquebrajados, los soviéticos trataron de devolverle su dignidad. De hecho, durante esa época vivieron algunos de sus mejores compositores. «Desde los primeros días, el piano fue visto como un mueble “civilizado” en Rusia. Está en la literatura de la época. Los pianos son un personaje de las novelas de Tolstói y Turguénev tanto como lo son los príncipes. Este prestigio no disminuyó», recalca Roberts.
Esta tradición explica que no se procediera «de ninguna manera a una especie de destrucción social maoísta». Aunque el motivo que subyacía detrás tampoco era inocente: «La música fue una herramienta importante en el arsenal de propaganda soviética. También fue un buen símbolo de lo que el nuevo orden quería hacer al compartir los “privilegios” de las clases altas, incluida la educación musical, con el resto de la sociedad. Solo desde 1924 hasta 1934, la fábrica estatal Octubre Rojo produjo 19.731 grandes instrumentos. La demanda era alta, y una nueva generación de rusos