La Razón (Cataluña)

Pilar Quintana y el abismo de la realidad adulta

La escritora colombiana presenta el Premio Alfaguara de Novela

- Julián Herrero

Se suele dar por sentado que, hasta la adolescenc­ia, hasta eso de los doce años aproximada­mente, el niño sigue siendo niño. Un ser sin más preocupaci­ones que jugar y que acordarse del día de la semana que tiene gimnasia en el colegio para no olvidarse el chándal. Pasada esa barrera de edad, ya comienzan el resto de «problemas». Empieza la preparació­n para ser mayor. Un tiempo en el que se dejará ver el «pavo» de altibajos que llevamos dentro y que terminará con el inicio de una edad adulta durante la que ya siempre se mirará con nostalgia la paz e inconscien­cia de antaño. Sin embargo, para Pilar Quintana, ese torbellino de emociones y responsabi­lidades tiene un principio del resto de tu vida mucho más temprano: a los siete años, la protagonis­ta de su libro «descubre que la vida no es de color rosa y que los adultos tienen un mundo que no había advertido», confiesa. «Tenemos la infancia idealizada y, en realidad, es ahí cuando te das de bruces con la realidad, aunque luego todo caiga en el olvido hasta que, ya grandes, vamos a terapia y nos damos cuenta de que de pequeños éra

CRÍTICA DE CLÁSICA FUNDACIÓN EL INSTANTE

mos más sagaces y consciente­s de lo que pensábamos».

Este es el germen de «Los abismos», Premio Alfaguara de Novela 2021 y quinto título de Quintana (Cali, Colombia, 1972). Un libro que gira alrededor de dos Claudias: «La narradora o adulta y la niña», separa la escritora. La primera es una completa desconocid­a para el lector, sin embargo, es esta la que cuenta cómo la Claudia «niña», que no es otra que ella misma, vivió un periodo importante de su infancia, el momento que va de los siete a los nueve años: «Empieza siendo inocente y feliz y termina perdiendo esa inocencia. Carga con las frustracio­nes de los adultos y se vuelve la madre de su madre».

Las taras familiares

Cuenta Quintana que no cree que el caso de su personaje fuera la norma a finales de los 70-principios de los 80, pero que «sí me parece que los niños de mi generación fuimos hijos de unos padres que no creían en la ayuda psicológic­a. Aparentaba­n ser familias funcionale­s, pero eran los niños los que cargaban las taras familiares. A la generación de mis padres no les gustaba mirarse al espejo y hacían como si nada pasase. La siguiente generación sí fue capaz de mirar ese reflejo, de acudir al psicólogo, de discutir...», argumenta.

De esta forma, se desarrolla una novela que «se adentra en la oscuridad del mundo de los adultos a través del punto de vista de una niña que, desde la memoria de su vida familiar, intenta comprender la conflictiv­a relación entre sus padres –puntualiza­ba el acta del jurado del Premio Alfaguara–. Con el telón de fondo de un mundo femenino de mujeres atadas a la rueda de una noria de la que no

a lo largo de un recitativo ocasionalm­ente melódico, acompañado de vez en cuando de rápidas vocalizaci­ones, moviéndose en una gama interválic­a relativame­nte cómoda, con aisladas escaladas al agudo, es la portadora de las múltiples reflexione­s y pensamient­os que constituye­n el mensaje que nos quiere traer el compositor y que, hay que reconocerl­o, envuelto en la constante melopea, da mucho que pensar. A lo largo del «experiment­o» metalitera­rio la voz va exponiendo pensamient­os, máximas, interrogan­tes: «Si me callara, ¿qué pasaría?»; «Todo no es silencio, hay que ver también la clase de silencio que se guarda»... Lo que se recita y lo que se canta, lo que se toca, no pueden o no saben escapar, la autora ha creado una historia poderosa narrada desde una aparente ingenuidad que contrasta con la atmósfera desdichada que rodea a la protagonis­ta. Con una prosa sutil y luminosa en la que la naturaleza nos conecta con las posibilida­des simbólicas de la literatura, y los abismos son tanto los reales como los de la intimidad».

La infidelida­d de la madre Claudia con el marido de la tía Amelia hará saltar por los aires una trama en la que la matriarca caerá en una profunda depresión que la mantendrá en cama abrazada al alcohol y con una obsesión enfermiza por aquellas famosas, como Grace de Mónaco, que tal vez murieron no de un modo accidental, sino por voluntad propia. Mientras, el padre calla. La que sí terminará suicidándo­se será una buena amiga de la madre, lo que supondrá el empujón final para que la protagonis­ta se tope definitiva­mente con la realidad de los mayores.

Es Claudia, en parte, un «alter ego» de aquella Pilar Quintana de los 80: «Tenemos muchos puntos en común. Desde esa capacidad de observació­n, que terminaría convirtién­dose en la de la escritora que soy hoy, a esa obsesión con la naturaleza». Una naturaleza que la autora ha trasladado a las páginas de la novela en recuerdo de esas montañas de Cali en las que creció y donde también se alimentaro­n sus miedos infantiles.

«LOS ABISMOS»

guardan aparenteme­nte una relación con la manera en la que se dice, se canta y se toca; al menos no se puede detectar con claridad. Pero también puede ser el resultado al que quiere llegar el compositor en esta «acción lingüístic­a» de algo menos de una hora de duración. Una hora en la que se nos hace pensar aun a costa de tener la sensación de que se deambula en exceso y de que el mensaje musical es demasiado parvo. Para finalizar viene bien recordar estas dos máximas de Beckett: «Cada palabra es como una innecesari­a mancha en el silencio y en la nada» y «La palabra es todo lo que tenemos».

 ?? MANUELA URIBE ?? Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972) recupera parte de los recuerdos de su infancia
MANUELA URIBE Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972) recupera parte de los recuerdos de su infancia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain