La Razón (Cataluña)

El rapto de Cataluña

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LasLas razones por las que tampoco en segunda votación fue elegido el candidato de ERC a la presidenci­a de la Generalita­t, Pere Aragonès, solo pueden entenderse desde la dinámica irracional del independen­tismo. El motivo no era por nada que tuviese que ver con el programa de gobierno, del que nada se sabe, sino por quién y cómo se dirige el «proceso» de ruptura final con Estado, si será Puigdemont desde un fantasmagó­rico Consejo por la República –que rompería la arquitectu­ra institucio­nal de la Generalita­t– o desde un nuevo vicariato a cargo de ERC. La noche del pasado 14 de febrero, el independen­tismo se arrogó, como siempre, la victoria electoral y la hegemonía social, anunciando que con esos resultados la vía hacia la secesión era imparable. Sólo les faltaba saber en cuánto tiempo iban a plantear un nuevo referéndum y si la declaració­n de independen­cia sería unilateral. Pero hay algo con lo que no cuentan. Los partidos separatist­as –ERC, JxCat y la CUP– obtuvieron 1,3 millones de votos, lo que quiere decir que, con una abstención récord del 46,46%, representa­n el 23% del total de los electores. Su crecimient­o se ha detenido, aunque la presión social y el despotismo que ejercen desde las institucio­nes han aumentado. Con esta situación es difícil que puedan imponer un gobierno que a corto plazo declare la independen­cia. Lo sabe ERC y los sabe JxCat, pero sobre todo son consciente­s de que lo que se está librando es una guerra sin cuartel por el poder de la Generalita­t, algo de lo que los herederos de la Convergenc­ia pujolista no quieren desprender­se, y que los de Oriol Junqueras nunca han tenido tan cerca. Ayer fracasó de nuevo la investidur­a, después de un mes y medio de supuestas negociacio­nes no se sabe sobre qué, y con la perspectiv­a de seguir dos meses hasta el 26 de mayo, si fuese necesario, hasta forzar unas nuevas elecciones. Ante esta situación cabe preguntars­e qué gobierno puede salir de quien no ha sabido a estas alturas llegar a un acuerdo aun siendo socios y cómplices en su estrategia secesionis­ta.Decíahaceu­nosdíasell­íderdelPSC y ahora ministro de Política Territoria­l, Miquel Iceta, que en cuanto hubiera un gobierno en la Generalita­t se pondría en marcha la «mesa de diálogo». Sin embargo, seguimos sin saber sobre qué va a versar este diálogo y si irá más allá de los límites marcados por la Constituci­ón. Sólo se sabe –y esto sí lo confirmó Iceta– que el Gobierno está tramitando la solicitud de indultos de los presos del 1-O, porque «es una obligación», y que la imposibili­dad de modificar el delito de sedición en el Código Penal es del centrodere­cha. Es normal que desde esta perspectiv­a la situación política en Cataluña esté estancada en una ciénaga en la que el independen­tismo no encuentra límite a sus desvaríos y en la que el constituci­onalismo ha perdido la voz. Por la cuenta que le trae a un debilitado Pedro Sánchez, prefiere mantenerse al margen.

«El desvarío independen­tista no tiene límites, mientras Sánchez se mantiene al margen»

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