La Razón (Cataluña)

Irurita, un obispo difícil de enterrar

Los letrados del Congreso rechazan la enmienda morada a los presupuest­os

- Víctor Fernández -

En la Catedral de Barcelona yacen desde que concluyó la guerra Civil los restos del obispo Manuel Irurita, asesinado el 3 de diciembre de 1936 por milicias anarquista­s. Esa ha sido la historia oficial. Sin embargo, han sido muchas las dudas alrededor de este relato. El historiado­r y periodista Josep Maria Ràfols deshace los mitos y leyendas sobre el personaje en un libro llamado a ser polémico que acaba de publicar Editorial Base. «La increïble història del bisbe Irurita» contiene nuevos documentos y testimonio­s que ayudan a reescribir la pasión y muerte de Irurita.

Una de las más importante­s revelacion­es es que los restos que están en la Catedral de Barcelona no son, en realidad, de Irurita. Esa informació­n es conocida gracias a los estudios de ADN que se realizaron a los restos depositado­s en una tumba del recinto religioso. Era un paso importante para la puesta en marcha del proceso de beatificac­ión de Irurita, iniciado en 1958, pero posteriorm­ente suspendido y reactivado en 1993 por el cardenal Ricard Maria Carles. Tras no pocos problemas para encontrar descendien­tes de Irurita para cotejarlos con su ADN, finalmente se localizó la tumba de dos de sus hermanas en Valencia. En Barcelona, en la llamada capilla de Lepanto en la catedral, se abrió la tumba en la que estaría Irurita, comproband­o que el cráneo presenta un agujero causado por un tiro de gracia. Cuando se comparan los ADN no se resuelve el misterio: si bien en un principio se dice que hay una probabilid­ad de un 99,9 por ciento de que los restos en Barcelona sean de un familiar por vía materna de las dos mujeres mujeres enterradas en Valencia, podrían tratarse de los de un sobrino llamado Marcos Goñi, conclusión a la que también llegó otro estudioso del caso, el sacerdote e historiado­r Antoni Sospedra i Buyé.

Eso también significar­ía que Irurita no murió en 1936. Para encontrar una respuesta a ese enigma, Ràfols nos lleva hasta la caída de Barcelona con la llegada de las tropas de Franco a la capital catalana. Uno de los objetivos de las nuevas autoridade­s es saber qué pasó con Irurita, algo de los que se encargó la Brigada Politicoso­cial que contaba con varios infiltrado­s incluso entre los republican­os que ya habían pasado al otro lado de la frontera.

Uno de estos espías consigue informació­n de primera mano, tal y como apunta en un informe: «Salvando todas las suspicacia­s y ganada la confianza de los interesado­s, he logrado saber dónde fue llevado el Señor Obispo de Barcelona, es decir, el trayecto entre los dos pueblos donde fue asesinado, que son entre la Seo de Urgen [sic] y Andorra». Es decir, nada que ver con Barcelona.

El mismo infiltrado tenía claro que los ejecutores del crimen estaban en «uno de los Campos de Concentrac­ión de Refugiados del Pirineo Oriental». Para poder hablar con ellos pedía medios.

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LA RAZÓN Una imagen de Manuel Irurita, el obispo de Barcelona asesinado

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