La Razón (Cataluña)

El ascensor de Irene y Pablo

- Jesús Rivasés

«El ascensor social está gripado pero para algunos ha funcionado muy bien»

PabloPablo Iglesias, nada mas dejar el Gobierno, reclama el voto de los «barrios humildes» para evitar que «una minoría arrogante vuelva a decidir quien gobierna en Madrid». El ex-vice apela a los desfavorec­idos apenas unos días después de que se conociera que su patrimonio supera los 500.000 euros y el de su pareja, Irene Montero, los 600.000, multiplica­do como los panes y los peces desde que están en la primera línea de la política, lo que los convierte es símbolos de lo que se denomina «ascensor social», ahora gripado para una gran mayoría y en muchos países. Hay quienes defienden que la publicació­n, obligada por la normativa, de los patrimonio­s de los miembros del Gobierno no ha sido casual. Justo cuando Iglesias dejaba el Consejo de Ministros y en vísperas de una campaña electoral, algunos intuyen la larga mano de la Moncloa, la misma que defiende que ahora, en política, lo que cuentan son «¡las emociones, estúpido!».

Iglesias y la mayoría de los políticos enarbolan, con mayor o menor convencimi­ento, la bandera de la lucha contra la desigualda­d. Hablan menos –muy poco– del funcionami­ento del llamado «ascensor social», la expectativ­a de mejora social y económica al margen del origen. Esas expectativ­as se han reducido en las últimas dos décadas y amplios sectores de la población con ingresos medios y bajos tienen la sensación de que sus opciones de progreso económico son cada vez más limitadas y muchos piensan que pueden empeorar. Un estudio de Freemarket, la consultora que encabeza Lorenzo Bernaldo de Quirós, plantea «reparar el ascensor social», aquejado de «un fallo de Estado», en un marco institucio­nal «que obstaculiz­a y desincenti­va la movilidad ascendente de los individuos de las familias menos favorecida­s hacia niveles superiores de renta». Un fallo que, sin embargo, sí ha facilitado el gran salto económico de Iglesias y Montero, tan legítimo, legal y envidiable como devenido de la política, pero que quizá chirríe entre los votantes de los barrios humildes a quienes puede sorprender, ¡son las emociones!, el buen funcionami­ento del ascensor de la pareja mientras los suyos están parados.

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