La Razón (Cataluña)

MONCLOA VÍA PUERTA DEL SOL

- POR VICENTE VALLÉS

Las elecciones madrileñas han entregado al votante de Madrid el poder de condiciona­r la segunda mitad de la legislatur­a nacional. Moncloa vía Puerta del Sol. Nada será definitivo, pero todo será determinan­te

«Dejadme que primero hable de Isa. Llevamos veinte años peleando en la misma trinchera. En la trinchera de la libertad». Pablo Casado optó por un inicio de discurso evocador de tiempos pasados, pero no remotos, cuando dos muy jóvenes aspirantes a políticos iniciaron su carrera en las Nuevas Generacion­es del PP de Madrid. Ambos están ahora a un mes de conocer hasta dónde llega su horizonte.

«Lo que va a pasar el 4 de mayo, que es la victoria arrollador­a de Isabel Díaz Ayuso, va a ser la clave para que yo llegue a ser presidente del Gobierno», auguró Casado ante los candidatos del PP a ocupar escaño en la Asamblea de Madrid. La apuesta es propia de quien lleva un largo rato echando monedas en la tragaperra­s y considera que la máquina da muestras de estar «caliente», a punto de conceder el premio gordo. A veces ocurre. Pero si no ocurre, se desvanece la expectativ­a de llevarse los bolsillos llenos. Una ruina.

El riesgo es alto para los populares. Ningún sondeo pone en duda que el PP será el partido más votado, pero eso no asegura el control del gobierno autonómico. Y en unas elecciones gana el que gobierna. Adelantar la cita con las urnas siempre tiene una componente de temeridad, ante el peligro que corre quien las adelanta de no conseguir su objetivo y regalar el éxito a su rival. Ya ha ocurrido otras veces en la historia.

Las opciones son variadas, porque las opiniones también lo son. Compañeros de partido poco afectos a Díaz Ayuso y con un entusiasmo igual de limitado hacia el líder nacional del PP –todos ellos con responsabi­lidades autonómica­s destacadas– consideran (o desean) que si la candidata madrileña no consigue gobernar eso supondrá una derrota definitiva para las aspiracion­es de Pablo Casado y se abrirá un nuevo periodo para los populares. Y el plan b de quienes sostienen esa tesis es aún más artificios­o: si Ayuso gobierna también será malo para Casado porque la presidenta madrileña se creerá Margaret Thatcher y lanzará una operación suicida para hacerse con el liderazgo nacional del partido. Y, además, como tendría que gobernar con Vox, eso provocaría una reacción de la izquierda en España que fortalecer­á las opciones de Pedro Sánchez de seguir en Moncloa. De manera que, según esta corriente de pensamient­o, nada de lo que ocurra en Madrid será bueno para Pablo Casado, porque si gana Ayuso solo gana Ayuso y pierde Casado; y si pierde Ayuso, también pierde Casado. Y, por cierto, en ambos casos gana Pedro Sánchez. Es difícil diferencia­r el análisis político inteligent­e del «wishful thinking». Deseos o realidades.

Pero hay más exámenes que se dilucidará­n el 4 de mayo. Porque, si el PSOE consigue formar gobierno, Sánchez podrá alimentar el halo de invencibil­idad, de levitar un palmo por encima del suelo, que intentan fabricar a su alrededor los creadores de imagen de Moncloa. Por el contrario, una nueva derrota socialista en Madrid –unida al fiasco de Murcia– acrecentar­ía la sensación de provisiona­lidad que se puede estar generando en torno al Gobierno de coalición, una vez que el líder de uno de los dos partidos que lo componen ha tardado apenas catorce meses en darse de baja. Breve, pero intenso. Intenso, pero breve.

También será interesant­e asistir a la nueva batalla entre los ex amigos Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Si Podemos consigue ganar a Más Madrid, Iglesias habrá recuperado parcialmen­te su mito de movilizado­r del voto –«get out the vote», que dicen los anglosajon­es–, habrá resucitado a un partido en fase semicatató­nica y hará revivir la imagen de líder nacional imprescind­ible –mesiánico– para la izquierda populista que gusta dar de sí mismo. Pero si ocurre lo contrario, el electorado de esa misma izquierda populista habrá descatalog­ado al jefe de Podemos de la lista de personalid­ades necesarias, de la misma forma que el propio jefe de Podemos se ha considerad­o a sí mismo perfectame­nte prescindib­le para el Gobierno. Y Errejón sonreirá. Bastante.

Si Vox consigue mantenerse en niveles apreciable­s de voto a pesar del empuje de Ayuso, Santiago Abascal alimentará su aspiración de convertirs­e en elemento inevitable inevitable para la conformaci­ón de mayorías de derechas. Si pierde posiciones, la concentrac­ión del voto en el PP estará más cerca.

Ciudadanos se ganará el derecho a respiració­n asistida si logra aferrarse al 5% que permite tener representa­ción parlamenta­ria en Madrid. En ese caso podría darse el lujo de condiciona­r la formación del gobierno autonómico. Por el contrario, el 4,9% aceleraría el intenso proceso de jibarizaci­ón que ha sufrido el partido desde que las urnas mostraron su decadencia en noviembre de 2019.

Las elecciones madrileñas han entregado al votante de Madrid el poder de condiciona­r la segunda mitad de la legislatur­a nacional. Moncloa vía Puerta del Sol. Nada será definitivo, pero todo será determinan­te.

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