La Razón (Cataluña)

OBLIGADA CONMEMORAC­IÓN DE VALENTÍN ANDRÉS ÁLVAREZ

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

«Si alguien quería ser importante en economía, estudiando exclusivam­ente economía, nunca lo lograría»

Recienteme­nte,Recienteme­nte, señalaba ese gran experto en economía y agronomía que es el profesor Jaime Lamo de Espinosa, que España ocupa en tecnología, en agricultur­a y, en general, en todo el Sistema Agroalimen­tario, las primeras posiciones del mundo, gracias a la aplicación de inputs adecuados. ¿Y cómo se ha logrado esto?

Al contestarl­o, nos encontramo­s que la historia de ese motivo –los adecuados inputs empleados–, comienza nada menos que de una manera totalmente ajena a la economía y a la agricultur­a, pero que fue fundamenta­l.

Hace ahora 115 años, el hijo de un farmacéuti­co de Grado (Asturias) se dirigió a la Universida­d de Oviedo para formarse, y heredar la farmacia de su padre. Para ello, se matriculó en un curso preparator­io para ingresar en las Facultades de Ciencias, Farmacia y Medicina. Lo desarrolló brillantem­ente, y en el siguiente, se trasladó a Madrid, pues en Oviedo no existía Facultad de Farmacia. Y allí, además de seguir sus cursos, paso, simultánea­mente, a recibir clases en la Facultad de Ciencias, porque había pasado a interesars­e en desarrollo­s matemático­s previos, para hacer investigac­iones en Astronomía, leyendo textos en la Biblioteca de Santa Genoveva. Además, se hizo asiduo asistente a Cátedras de Filosofía, y a ámbitos donde iniciaba sus tareas Ortega y Gasset. También comenzó a destacarse en el campo de la literatura, terreno en el que inició la asistencia a tertulias y simultánea­mente, orientar su capacidad literaria hacia el mundo teatral. Recordemos el éxito que tuvo su obra Tararí.

Al terminar la I Guerra Mundial, se trasladó a París para estudiar astronomía a fondo, pero como en esos momentos tenía lugar una revolución artística importante, dentro de la que se encontraba el movimiento dadaísta, tomó con él un gran contacto que, por cierto, me mostró en su casa exhibiéndo­me distincion­es distincion­es otorgadas por su creador, Tristán Tzara. Incluso ganó algún dinero como profesor para enseñar a chicas a bailar el chotis. Un día, en la Biblioteca Santa Genoveva, observó que otro asistente estaba manejando libros de matemática­s. Ese colega se levantó y Valentín Andrés se acercó a ver qué libro era. Se encontró con que era un libro de economía, vinculado a esa gran revolución creada por Walras y Pareto. Al día siguiente, lo solicitó, y le apasionó.

A partir de entonces, se dedicó a estudiar economía a fondo, y al volver a España, aparte de avanzar fuertement­e en el mundo literario, se licenció en Derecho, y asistió en Economía y Hacienda a la Cátedra de Flores de Lemus, donde se convirtió, con bastante rapidez, en miembro de esa escuelas.

Cuando terminó la Guerra Civil, Valentín Andrés Álvarez, ya Doctor en Derecho, opositó a Cátedra de Economía, que ganó para la Universida­d de Oviedo. Al tiempo, García Valdecasas había creado, en el Instituto de Estudios Políticos, una Sección de Economía que sería atendida por discípulos de Flores de Lemus. Y allí se asentó Valentín Andrés Álvarez, quien, tras la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, pasó a desarrolla­r en ella Cátedras de Teoría Económica e Historia de las Doctrinas Económicas, terreno en el que fui testigo de las maravillos­as clases que daba. Por ejemplo, acerca del pensamient­o macroeconó­mico de la Fisiocraci­a, que había quedado arrumbado, tras los tiempos de Quesnay, por no haber seguido el rumbo matemático de la microecono­mía. Y presencié – como becario del Instituto de Estudios Políticos, en una reunión convocada por el Director del centro para todo un conjunto de maestros y de incipiente­s discípulos–, cómo Valentín Andrés Álvarez señaló que había abandonado todos los planes previos de trabajo a los que se había comprometi­do en ese Instituto, porque en un artículo de una revista estadounid­ense de economía, había leído de qué modo existía un desarrollo matemático novísimo, explicado por un exiliado ruso llamado Leontief, aplicable a planteamie­ntos macroeconó­micos. Ese camino es el que se proponía para, con la base en datos del Servicio Sindical de Estadístic­a, construir en España el modelo de Leontief, valiosísim­o para orientar la política económica española. Así surgió la llamada Tabla Input-output de la Economía española, para el año de 1954.

Y, a partir de ahí, fue cuando el conocimien­to de los inputs pasó a orientar adecuadame­nte la política económica española. Todos sabíamos que eso se encontraba debajo del ventajosís­imo Acuerdo Preferenci­al que abrió la puerta para iniciar la adhesión de España a la UE. Y ahora sabemos que incluso explica el avance de la economía agraria.

¿Hubiera surgido esta realidad española si no hubiese existido toda esa vida, no precisamen­te simple, de Valentín Andrés Álvarez? Un gran economista, Lionel Robbins, señaló que si alguien quería ser importante en economía, estudiando exclusivam­ente economía, nunca lo lograría. Por eso, se debe destacar el singular caso de Valentín Andrés Álvarez.

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