La Razón (Cataluña)

Teo Cardalda: «Si Valle-Inclán estuviese vivo, montaría un pollo tremendo»

El músico de Golpes Bajos y de Cómplices transforma poemas del escritor en las canciones de su nuevo trabajo: «Vivimos un tiempo esperpénti­co»

- POR ULISES FUENTE MADRID

A veces, fruto de la fascinació­n, uno empieza a investigar, a dejarse llevar por la obra y por el creador hasta que se pone en su piel, como si la historia pudiera vivir a través de sus hijos. Algo parecido le ha pasado a Teo Cardalda (Vigo, 1962), músico anteriorme­nte ligado a Golpes Bajos y Cómplices, con la inspiració­n de su nuevo trabajo, la vida y obra del gran dramaturgo, también gallego, Ramón del ValleInclá­n, que ha tomado parte de su obra poética como punto de partida para su nuevo trabajo: «Claves Líricas. Nueve Poemas Musicaliza­dos de D. Ramón María del Valle-Inclán», un disco que será también la base de un montaje teatral musical. «Me fascina su obra, pero es que es un pedazo de personaje. Lo empiezas a analizar y a estudiar y es un posmoderno, un punki. Tiene mucho que ver con la mofasciné vida gallega, a pesar de que su trabajo es de hace cien años. Porque, ante todo, era muy controvert­ido, muy inconformi­sta. Era un broncas increíble», resume Cardalda sobre un escritor de un temperamen­to único.

Un personaje singular

«Mi padre es de Villajuan, que es uno de los sitios importante­s de la vida de Valle, como Vilagarcía, Vilanova y la playa de las Sinas... Todos los veranos de mi infancia recuerdo que mi padre me llevaba allí. Y un día apareció en mi vida el nieto de Valle-Inclán, que es Javier, Pancho. Tomo contacto, amistad con ellos y me empiezan a liar. Empezamos a beber vinos por el Salnés, que son buenísimos, y al final me convencen para que ponga música a sus poesías, me dicen que lo puedo hacer», cuenta Cardalda, empleando ya el plural, para referirse a la familia del escritor.

El músico se lanzó a la aventura pero tiró la toalla, a lo largo de cinco años y numerosos intentos, varias veces. Una de las causas era el compromiso adquirido con el plural anterior, es decir, la familia, sobre no tocar ni una coma de los textos originales del autor. Para evitar el pastiche o las adaptacion­es libres, que siempre serán de un gusto más dudoso que las de Valle, un estilista sin parangón. Y eso que el autor de «Luces de bohemia» no es el poeta más considerad­o, sino que su talento incuestion­able residía en el teatro. Más que rigurosos, Cardalda define a la familia del escritor como «especial».

Le abrieron las puertas de la casa, de la espectacul­ar biblioteca personal del escritor. «Me por su vida: perdió un brazo en una pelea y puso a caldo al Rey desde México, en un viaje que hizo para apoyar a los agricultor­es de aquel país, y eso que Valle era un hombre muy clasista, tremendo. Te das cuenta de que muchos aspectos de su vida eran una completa incongruen­cia en la que me fui metiendo y terminé mediatizad­o por el personaje. Pero es que ese hombre era un tipazo», explica.

Cardalda compara, sin conocerle, su personalid­ad con la otro genio con el que trabajó mucho, Antonio Vega, y junto al que llegó a componer «Una décima de segundo». «Te atrapaba para lo bueno y para lo malo, y ValleInclá­n parecía ser igual. Es súper llamativo el dominio que tiene del lenguaje y esa personalid­ad tan fuerte y contradict­oria –dice Cardalda–. Pero pienso que está muy acorde con los tiempos, porque vivimos un mundo esperpénti­co. Lo que está pasando en el tema social y político, lo del Capitolio, o Trump, es puro ‘‘Tirano Banderas’’. Si él levantara la cabeza, montaría un pollo tremendo, liaría una de cojones», dice sarástico antes de continuar: «Segurament­e sería un tuitero de los más polemistas. Sería uno de esos que bloquearía

«Te das cuenta de que muchos aspectos de su vida eran una completa incongruen­cia. Ese hombre era un tipazo» «Más que rigurosa, era especial», explica Cardalda sobre la familia de Valle Inclán, con la que negoció la adaptación

todo el mundo rapidísima­mente. Me río de pensarlo y quiero hacer de ello una obra de teatro musical. Joder, si levantara la cabeza...», seguro que se la cortaban. «Pues sí, porque Twitter es un escaparate deplorable en muchos sentidos, de gente que se atreve a hablar porque lleva máscara. Estamos llegando a unos momentos esperpénti­cos en todos los sentidos».

Sin embargo, Valle, y de eso hay buenas muestras en el disco que acaba de publicar, era capaz de un verso florido y romántico, hasta un milímetro cursi. «Totalmente. Y por si faltan ingredient­es, estaba obsesionad­o con Dios y con el diablo y con el amor y el odio más profundo. Tenía un mundo mágico que hemos plasmado en ‘‘La rosa del reloj’’, en el que le representa­mos de testigo de la aparición de Satanás en un prostíbulo (Es la hora del. lubricán/acecha el mochuelo en el pino,/el bandolero en el camino,/y en el prostíbulo Satán./¡Es la hora del lubricán!, escribe Valle Inclán en el original). Tenía una obsesión con ese tema, pero es que era un escritor que hablaba de la vida y la suya fue dura», apunta Cardalda sobre la rendición casi obsesiva del autor a los temas prohibidos que más de un disgusto le costaron a nivel personal, a su reputación y a la defensa de su obra allá donde era representa­da.

Lo que no sabe el músico, desde nuestro tiempo, es si Valle era melómano, si le gustaban los boleros o la zarzuela o el flamenco. «Creo que era amante de todo lo que tenía que ver con el arte. Porque, por ejemplo, era un gran aficionado a la moda. Fue el dandi número uno con sus modelos. Era un amante de la buena vida. En él se daba una mezcla muy interesant­e de clasismo y clasicismo. Y al mismo tiempo tenía esas actitudes tan populistas de gritar o declamar a los cuatro vientos el amor por Dios, la cultura y la justicia».

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Teo Cardalda trabaja en un espectácul­o de teatro musical sobre la vida de Valle-Inclán
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