Un graciano manchego
La uva graciano es tradicional en Rioja para los ensamblajes de tintos de nivel, siendo más raro verla por otros territorios del vino. En la magnífica finca Dehesa de Luna, considerada reserva de biodiversidad, se aclimata esa variedad de poca producción y marcado carácter. En un bosque con todo tipo de aves, un viñedo entre encinares deja escuchar su rumor. Y el resultado es un tinto muy hondo, cargado de la tipicidad de esta uva, aunque su manifestación es singular por la discreta elegancia del paisaje. La grandeza de la diversidad es concebir cada enclave como único, y las posibilidades de cada vino como un ejercicio de sinceridad y coherencia. En un mundo global, sólo lo más localista tiene pasaporte para ser sellado. Estas 3.790 botellas custodian el misterio del campo y la buena aclimatación de la variedad a ese clima continental matizado por un entorno de privilegio. Los aromas de este vino nos inducen al paseo por el monte bajo, con una gustosa compañía de fruta madura. Poca crianza en madera usada, que ahorma y no opaca esa saga balsámica que destaca con prestancia. Tiene un beber agradable, con un toque concentrado y actual que tanto valoran los enópatas desacomplejados. Este graciano manchego de ajustado precio y de bonito relato, puede marcar un buen comienzo de primaveras de interior.