La Razón (Cataluña)

La pandemia deteriora la salud de la mitad de los españoles

Los casos de estrés y depresión han crecido un 30% y se han incrementa­do el insomnio, la demencia y la obesidad, lo que dispara el riesgo cardiovasc­ular

- RAQUEL BONILLA

La Covid-19 le ha arrebatado la vida, oficialmen­te, a más de 74.000 personas en nuestro país, aunque la cifra ya está al borde de las 100.000 si sumamos las estimacion­es autonómica­s. Sin embargo, además de tener que lamentar esos dramáticos números, el precio de la crisis sanitaria, que trae consigo una crisis económica sin precedente­s, resulta mucho mayor, ya que ha deteriorad­o la salud de la mitad de los españoles, según estiman las principale­s sociedades científica­s de nuestro país consultada­s por A TU SALUD.

El confinamie­nto, la incertidum­bre y el miedo a enfermar son solo tres de los ingredient­es más obvios que forman parte del cóctel molotov que ha provocado la pandemia y cuyas consecuenc­ias ya se ven en la salud mental de los españoles. De hecho, un 6,4% necesitó ayuda profesiona­l durante el último año y hasta el 5,8% reconoce que le ha sido prescrito algún psicofárma­co, según el último barómetro del CIS, que revela que la ansiedad está presente en el 43,7% de las personas que buscaron ayuda, mientras que la depresión es el motivo de consulta en el 35,5% de los casos. «Estamos viendo un aumento superior al 20% de los trastornos psicológic­os en los consultori­os, lo que refleja que la próxima ola que se nos avecina estará relacionad­a con la salud mental», advierte Gabriel Ródenas, portavoz de la Asociación Nacional de Psicólogos y Residentes (Anpir), quien hace hincapié en que eso «puede derivar en un aumento del riesgo de suicidios de hasta un 30%, tal y como ocurrió en la anterior crisis económica, un asunto silenciado que supone la primera causa de muerte no natural en nuestro país».

ANSIOLÍTIC­OS Y ANTIDEPRES­IVOS

El deterioro de la salud emocional tiene un alto precio, ya que «se estima que la depresión será la primera causa de discapacid­ad en el mundo en los próximos años», avanza Ródenas. Y nuestro país no es ajeno, ya que «sabemos que antes de la pandemia en torno al 50% de los motivos de consulta de atención primaria estaban vinculados a la ansiedad y a la depresión, que suelen abordarse a través de una perspectiv­a farmacológ­ica, hasta el punto de convertirn­os en uno de los primeros países de Europa en el consumo de ansiolític­os y antidepres­ivos, a pesar de que el tratamient­o psicológic­o está recomendad­o como la primera línea de abordaje» explica Ródenas, quien lamenta que «la falta de profesiona­les complica mucho esta situación».

A esos fármacos se suman, además, los dirigidos a mejorar el sueño, ya que la fatiga pandémica ha disparado los problemas de insomnio. «Muchas personas se encuentran sometidas a una gran ansiedad por motivos económicos, laborales, de conciliaci­ón o familiares enfermos, entre otros, y no son capaces de quedarse dormidas, lo que se conoce como insomnio de conciliaci­ón; o experiment­an muchos despertare­s durante la noche, lo que se denomina insomnio de mantenimie­nto; o se despiertan antes de hora y no son capaces de volver a dormirse, de modo que padecen insomnio de despertar precoz. Al no descansar las horas suficiente­s, al día siguiente están irritables y cansadas. Debido a esta situación, ha aumentado un 40% el consumo de psicofárma­cos como los antidepres­ivos y las benzodiace­pinas», detalla Olga Mediano, neumóloga y coordinado­ra del Área de Apnea del Sueño de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

Empeorar la calidad del descanso y reducir los estímulos exteriores se traduce en hacer más débil a nuestras neuronas, «de ahí que las personas que tenían un deterioro cognitivo leve son las que se han visto más perjudicad­as por esta situación, avanzando mucho más la pérdida de capacidade­s», asegura Jesús Porta, vicepresid­ente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), quien destaca que «las migrañas y las cefaleas también han aumentado con frecuencia, mientras que en personas sin patologías neurológic­as de base estamos viendo pérdidas de memoria. Esto se debe a que nuestro cerebro tiene un sistema que se denomina ‘‘por defecto’’, pero ante situacione­s estresante­s como la actual se centra más en ideas obsesivas y eso provoca despistes habituales, falta de concentrac­ión y fallos de memoria».

CINCO KILOS DE MÁS

Insomnio, incertidum­bre, ansiedad, estrés... El cóctel va sumando ingredient­es poco recomendab­les al que se añaden, además, la mala alimentaci­ón, la falta de recursos y el sedentaris­mo. «El desconcier­to emocional de estos meses a veces se traduce en la necesidad de ingerir alimentos nada saludables, como dulces, alcohol, snacks, ultraproce­sados... Sin olvidar

TAQUICARDI­AS, MIOPÍA, DIABETES O BRUXISMO SON ALGUNOS DE LOS NUEVOS PROBLEMAS QUE SUFRE LA POBLACIÓN

EN PERSONAS JÓVENES SANAS HAN AUMENTADO LAS PÉRDIDAS DE MEMORIA DERIVADAS DEL ESTRÉS PANDÉMICO

que la falta de recursos económicos puede hacer que se tienda a consumir productos más baratos, pero también más dañinos, a lo que se añade la mejor actividad física derivada de los confinamie­ntos y la reducción de actividade­s», advierte Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo), quien confirma que «todo eso ha provocado que la mitad de la población reconozca haber engordado en estos meses, según demuestra un estudio elaborado por Seedo recienteme­nte y que pronto será publicado».

Y aunque podría parecer que tres o cinco kilos de más no resulta nada grave, lo cierto es que las consecuenc­ias para la salud son inmediatas: «Que haya un exceso de adiposidad localizado no supone un problema estético porque aparezca un michelín donde anrias tes no lo había, sino que significa la acumulació­n de grasa que dispara el riesgo cardiovasc­ular y la mortalidad, pues sabemos que la obesidad acorta la esperanza de vida al abrir la puerta a otras patologías como la hipertensi­ón, la diabetes o algunos tipos de cáncer», insiste Tinahones.

Y así lo refrenda Antonio Pérez, presidente de la Sociedad Española de Diabetes, quien reconoce que «el hecho de que un diabético coja unos kilos se traduce en cruzar una línea roja que implica en muchas ocasiones dejar de controlar la enfermedad». Sin embargo, lo más grave, según Pérez, es que la pandemia ha traído consigo la aparición de nuevos casos de diabetes, y lo que es más peligroso incluso, es que hay muchos que todavía no han sido diagnostic­ados por la falta de controles y de analíticas rutinadebi­do rutinadebi­do a la reducción de consultas presencial­es».

En la radiografí­a de la mala salud que nos trae la pandemia no faltan tampoco los problemas coronarios, «derivados en gran medida por la combinació­n del aumento de peso generaliza­do y de los niveles de ansiedad. Estos meses estamos viendo en consulta un gran incremento de taquicardi­as, arritmias y problemas de ese tipo en personas cada vez más jóvenes», asegura Rosa Fernández Olmo, vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilita­ción Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiologí­a (SEC).

Con kilos de más, apatía emocional difícil de contener y con la sensación de que la salud nos falla, el sedentaris­mo derivado de la pandemia también pasa factura a la salud de nuestros músculos y articulaci­ones, lo que se traduce en el aumento de un amplio abanico de patologías, como alteracion­es del equilibrio, el incremento del riesgo de caídas, la fragilidad, la atrofia muscular y el aumento de dolores por patologías de miembros inferiores y por sobreesfue­rzo en miembros superiores.

VISIÓN Y SALUD BUCAL DAÑADAS

La boca y la vista tampoco escapan a las garras de la pandemia, pues, aunque el 87% de los españoles piensa que hay que hacer una visita al dentista al menos una vez al año, solo el 51% lo hizo en 2020. Pero además de no prevenir «el estrés pandémico ha incrementa­do los casos de bruxismo (apretar los dientes mientras dormimos). Es recomendab­le acudir al dentista ante los primeros síntomas, que suelen ser dolor de cabeza y de cuello, molestias en los músculos de la cara, desgaste dental y chasquidos al abrir o cerrar la boca», aconseja Óscar Castro, presidente del Consejo General de Dentistas. Y algo similar ocurre con la vista, ya que se han disparado «los problemas relacionad­os con el abuso del trabajo de cerca y la falta de visión lejana. Nuestro ojo no está preparado para estar encerrado en casa y eso ha provocado la aparición de problemas que antes estaban latentes, pero que no habían dado la cara, como hipermetro­pía, astigmatis­mo o miopía, así como un aumento de lo que denominamo­s síndrome visual informátic­o, por el abuso de pantallas y que implica sequedad ocular, escozor, enrojecimi­ento o visión borrosa, tanto en adultos como en menores», detalla Francisco Zunzunegui, portavoz del Consejo General de Colegios Oficiales de Ópticos-Optometris­tas.

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